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Tres años más de Bolsonaro
L

os golpes de la guerra híbrida tienen, entre sus rasgos específicos, mantener la apariencia de cierto grado de normalidade institucional. De ahí su reiteración de que no se trataría de golpes en Brasil ni en Bolivia. De ahí el intento de mantener el calendario electoral, como se hace, en principio, en Brasil y en Ecuador, como se promete hacer en Bolivia.

Las elecciones en Argentina apuntan en esa direccion. A pesar de la puesta en práctica de la persecución en contra de Cristina Kirchner, se dieron las elecciones y la restauración neoliberal de Mauricio Macri fue derrotada, en gran medida por los efectos nefastos de esa política económica.

Esa persecución sigue en Ecuador en contra de Rafael Correa, pero en principio habrá elecciones presidenciales en el país y las fuerzas vinculadas al ex presidente son favoritas. En Bolivia la presidenta de facto del país tiene dificultades para mantener el calendario electoral, en el cual el MAS es favorito. En Brasil, debe haber elecciones presidenciales en 2022, para las cuales, al igual que el año pasado, Lula es favorito para ser elegido de nuevo presidente del país.

En el caso de Brasil, a pesar de los intentos de Rede Globo de propagar supuestos índices de algún tipo de recuperación economica, los balances del primer año del actual gobierno son absolutamente negativos, empezando por la recesión económica. El síntoma más claro es el unánime rechazo en los medios a Bolsonaro como presidente. Su forma de actuar, las formas de reaccionar a las críticas que recibe, empezando por las de los propios medios, sus comportamientos groseros y torpes para dirigirse a los que considera sus adversarios, la multiplicación de conflictos, la arbitrariedad con que actúa, los intentos de encubrir faltas graves de sus hijos –corrupción, por un lado, y complicidad con la muerte de Marielle Franco, por otro.

Siguiendo los pasos del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, Bolsonaro ha decretado, desde la campaña electoral, la guerra a los medios, con la diferencia de que el gobierno de Trump es eficiente para lo que se propone y tiene el apoyo firme de su partido. En el caso de Brasil los conflictos han llegado hasta al PSL, creado para la campaña del actual presidente, quien junto con sus hijos y sus seguidores más fieles ha dejado el partido, pero hasta ahora no ha logrado fundar uno nuevo, ni puede concurrir a las elecciones municipales de octubre de 2020. Ni siquiera tiene condiciones para mantener la mayoría en el Congreso.

El país se pregunta si Bolsonaro tiene condiciones para seguir en la presidencia de Brasil por más tiempo. Más difícil todavía: ¿tiene condiciones para quedarse por tres años más?, hasta las elecciones presidenciales de 2022, ¿qué pasará con el país?

Algún tipo de recuperación económica puede haber en 2020, después de la recesión de este año. Pero ¿será suficiente para que el presidente recobre prestigio y legitimidad?

El gran empresariado ya ha demostrado que lo apoya, independientemente de todo lo que haga, con tal de mantener la política económica ultraneoliberal, que es lo único que les interesa. No importa que el prestigio de Brasil en el mundo esté en su nivel más bajo, peor todavía de lo que fue con Temer. No importa el avasallamiento de los derechos de la gran mayoría de la población. No importa la desarticulación del Estado.

Lo respaldan también gran parte de los evangélicos, sus seguidores fieles en las posiciones más extremistas y sectarias del gobierno. Componen con el gran empresariado la minoría en el país que sigue firme con el presidente actual. Los pobres –la gran mayoría de brasileños–, las mujeres, los nordestinos, son los que más lo rechazan, componiendo la mayoría de los brasileños.

Columistas de los medios, incluso de Rede Globo, empiezan a señalar que la falta de decoro de Bolsonaro es motivo de impeachment. Pero es una operacion delicada para la derecha, porque Bolsonaro mira hacia Temer, quien fue tomado preso cuando salió de la presidencia, y se da cuenta de la fragilidade de él y de sus hijos, sin la protección del poder. Él resistirá todo lo que pueda. Como mantiene todavía apoyos en el Congreso, no se ve, hasta hoy, la mayoría de dos tercios necesaria para sacarlo del gobierno, lo cual sería lo mejor para la misma derecha –gran empresariado y medios–, que mantendrían la política económica con el actual vicepresidente.

Bolsonaro habla de las elecciones de 2022 como si él fuera a candidatearse a la reelección, mencionando a Sergio Moro como su vice ideal. Las encuestas demuestran que el enfrentamiento se daría entre él y Lula.

Tres años son un tiempo muy largo para que el país siga así. Mientras Lula, libre y circulando por todo el país, catalizando el desgaste del gobierno, especialmente por las consecuencias nefastas para la gran mayoría de la población, generará una situacion explosiva. Las encuestas que dan como favorito a Lula para ganar en primera vuelta en 2018 confirman el potencial de su propuesta, y lo que él representa para el país tiende a consolidar un consenso mayoritario alrededor del ex presidente.

Brasil es una gran interrogación para los brasileños y para los latinoamericanos. Tres años es mucho más que nada, es un tiempo muy largo para un país que ya arrastra desde hace cinco anos la crisis más prolongada y profunda de su historia. ¿Retomará Brasil el camino de la construción de un país más justo y solidario o seguirá una vía que nadie sabe hacia dónde lo pueda conducir?