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Exponen en Florencia retrospectiva de la artista rusa Natalia Goncharova, pionera de la abstracción

Fue una de las fundadoras de la primera vanguardia de su país, el rayismo, basada en el futurismo italiano y el cubismo

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▲ Sobre estas líneas, Angels Throwing Stones on the City (Harvest polyptych), óleo. Galería State Tretyakov, Moscú. ZH-1439. Colección de AK Larionova Tomilina, París, 1989. ©Natalia Goncharova, por SIAE, 2019
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 5 de enero de 2020, p. 3

Florencia. La exposición itinerante de Natalia Goncharova (1881–1962) en el Palazzo Strozzi de Florencia, curada por Natalia Sidlina, Matthew Gale y Ludovica Sebregondi, que concluye el 12 de enero, es la segunda retrospectiva dedicada a la artista rusa en Europa, a pesar de que vivió en París luego del estallido de la Revolución soviética en 1917 hasta su muerte.

La muestra es una inmersión excelente de arte. Un viaje casi melancólico por un mundo rural perdido, elevado a ensueño y de color bizantino, visto a través de la mirada sutil y franca de una artista con sensibilidad cosmopolita. Reúne 130 obras de la pionera de la abstracción, iniciado en la Tate Modern de Londres y que después de Florencia terminará en el Ateneum Art Museum de Helsinki, donde se inaugurará el 27 de febrero.

Goncharova protagonizó la primera vanguardia rusa junto con VE Tatlin, K Malevic y Mikhail Larionov, quien fue su compañero de vida y de trabajo. Con él fundó uno de los primeros movimientos de vanguardia con un manifiesto teórico, firmado por Larinov en 1913, el rayismo.

Fue un movimiento que representó uno de los primeros ejemplos de abstracción en la historia del arte, en años en que diversos artistas en Europa lo descubrían. Las astillas de colores típicas del rayismo se inspiraron en el dinamismo del futurismo italiano y en la estructura del cubismo. Los primeros trazos rayistas de Goncharova son de 1909 y llegaron al ápice y a la conclusión a la vez, en correspondencia con la publicación del mencionado manifiesto en 1913.

El rayismo llegó después de la maduración del todismo (vsechestvo), en el que integró el arte popular ruso con el modernismo europeo, presente en Rusia en colecciones accesibles al público, como la de Sergei Shchukin, que contaba con casi medio centenar de picassos y más de una treintena de matisses. Exceptuando algunos cuadros como Gatos (Percepción rayista en rosa, negro y amarillo) y La bombilla eléctrica, de 1913, fue en la gráfica donde la artista llegó a la completa abstracción (Comoposición rayista, ca. 1912-1913).

Del futurismo le atrajo la representación del movimiento más que la exaltación de la modernidad que, sin embargo, exploró en un grupo limitado de obra en estilo rayista aquí expuesto: Fábrica, 1912; Carrera de canotaje, 1912; Avión sobre un tren, 1913, y Adorno eléctrico, 1914. Pertinente es la comparación entre el célebre Ciclista, de 1913, de Goncharova con el estudio en tinta y pluma de Umberto Boccioni, realizado para el cuadro Dinamismo de un ciclista, de tema y fecha idénticos. En el dibujo el sentido de fatiga resaltado por el ciclista de Goncharova para denotar la mecanización del mundo moderno, desaparece. Boccioni con pocos trazos, transmite la sensación positiva de velocidad y energía.

Los futuristas inspiraron en Goncharova acciones de performance, en las que el escándalo y la cobertura mediática prepararon el terreno para su fundamental exposición retrospectiva curada por Larinov en 1913. Fue la primera muestra dedicada a un artista vanguardista en Rusia, y no casualmente se eligió una mujer. Fue sobrecogedora por la cantidad de obra expuesta (761 obras, la mayoría en el estilo neoprimitivista y rayista) y de público (12 mil visitantes), así como por los tres catálogos impresos, llenando las salas del espacio expositivo más importante y mundano de entonces.

Sin embargo, Goncharova no podía inspirarse en la magia de la industrialización que tanto deslumbró a los futuristas, a quienes conoció y criticó también. Crecida en el seno de una noble familia de latifundistas y fabricantes de textiles, toda su obra –incluso su producción teatral, la de tema religioso, de ilustración de libros, entre otros– está inspirada en sus recuerdos de infancia transcurridos en la rural Tula, antes de transferirse a Moscú a los 10 años.

Algunas de las obras más bellas aquí presentes en estilo neoprimitivista subrayan la herencia oriental que distinguió su arte de las vanguardias europeas, nutrida por la cultura popular de los lubki, de los iconos, de las miniaturas y bordados que coleccionaba con Larinov, como hicieron también Malevic y Kandinsky. Cabe destacar obras como Campesinos recogiendo manzanas (1911), el monumental políptico Cosecha (1911) y los famosos desnudos expuestos en 1910 que causaron un auténtico escándalo público, llevando a la clausura inmediata de la exposición y, sobre todo, al primer juicio por obscenidad, método que durante el estalinismo se volvería un procedimiento común.

Fama en el ámbito teatral

Las vicisitudes de la Revolución Rusa y el posterior ascenso de Stalin le hicieron imposible, como a Larinov, regresar a su patria, marcando una ruptura con su carrera como protagonista de la escena artística. En el exilio se dedicó sobre todo a la escenografía teatral, al diseño de vestuario y de moda. Su fama internacional, así como las exposiciones en vida, estuvieron relacionadas con dicha actividad. Determinante en tal dirección fue su notoriedad como diseñadora de los insignes Ballets Rusos de Serguéi Diáguilev, desde Le Coq d’or (1914) en adelante, hasta la segunda generación después de la muerte del empresario y bailarín, en 1929.

Goncharova y Larinov decidieron casarse en la vejez a pesar de que cada uno había rehecho su vida sentimental. Su objetivo era asegurar el regreso de su patrimonio a Rusia. La actual exposición es consecuencia de ese esfuerzo. Su legado completo lo resguarda la galería Tretyakov, que alberga la mayor colección de obras de Goncharova en el mundo, y que prestó la mayoría de las obras aquí presentes.