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Entender la ira ayudaría a reducir la violencia hasta 80%: Arun Gandhi

El escritor indio compartió en la FIL de Guadalajara lecciones que recibió de su abuelo, Mahatma Gandhi

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▲ Arun Gandhi durante la presentación de su libro El don de la ira en el encuentro editorial de Guadalajara.Foto Arturo Campos Cedillo
Enviada y corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 4 de diciembre de 2019, p. 5

Guadalajara, Jal., Muchas son las lecciones que Mahatma Gandhi dio a su nieto Arun, quien comparte las enseñanzas de su abuelo mediante su libro El don de la ira, que presentó en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, en la que India es el país invitado.

El título original de la obra era El legado del amor, publicado hace dos décadas de manera independiente, pero hace dos años, ‘‘una editorial neoyorquina me propuso convertirlo en un bestseller, rescribirlo, añadir más lecciones.

‘‘Le cambiaron el título. Me pareció bien porque todos tenemos ira y el resultado es toda esta violencia que hemos creado, pero si aprendemos a entender la ira, el enojo, y usarlo de manera inteligente para el bien de la humanidad, seremos capaces de reducir la violencia hasta 80 por ciento, y eso es bastante. Por eso creo que está bien el énfasis del libro en la ira.

‘‘Cuando aprendemos algo de un libro de filosofía, a lo mejor el mensaje no es tan memorable si lo conocemos a través de un cuento. Eso pasó conmigo. Mi abuelo me dijo todo esto como si fueran cuentos, historias que se quedaron conmigo y conforme crecí siguen en mí.

‘‘Si mi abuelo me hubiera dicho que la ira es algo positivo y que se puede usar para algo bueno, a lo mejor nunca me hubiera acordado. Por eso, cuando se enseña a través de historias hay mayor impacto, mayor posibilidad de vivir en armonía y tener paz en nuestros corazones.”

Violencia física y pasiva

Arun narró una de las primeras lecciones que recibió de Gandhi, cuando un día, de regreso de la escuela, tiró su lápiz que ya estaba muy pequeño y al pedirle uno nuevo y grande a su abuelo éste lo hizo regresar a buscar, en medio de la noche, el lapicito.

‘‘Lo encontré luego de dos horas. Cuando se lo llevé me dijo: ‘siéntate y aprende estas dos lecciones; incluso para elaborar algo tan pequeño como un lápiz se usan recursos naturales, cuando lo tiraste es tirar esos recursos, es violencia contra la naturaleza’.

‘‘La segunda lección es que cuando consumimos esos recursos al mayoreo estamos privando a otras personas de usarlos, y deben vivir en la pobreza. Eso es violencia en contra de la humanidad.

‘‘Esa fue la primera vez que me di cuenta de que todas las cosas pequeñas, hasta nuestras acciones diarias inconscientes, se va acumulando a la violencia total que experimentamos en la sociedad.

‘‘Para que entendiera eso, mi abuelo me hizo dibujar un árbol genealógico de la violencia: la física y la pasiva son las dos primeras ramas y todos los días antes de irme a dormir tenía que analizar todo lo que había hecho y experimentado en el día, cosas que había hecho o que eran contra mí para acomodarlo en el árbol.

‘‘Lo más difícil era poner la violencia pasiva, porque es algo que ignoramos o desconocemos: la discriminación, la opresión, el desperdicio o abuso de los recursos naturales. Cuando vi todo aquello me volví más consciente y comencé a hacer algo para cambiarlo. Eso era lo que quería mi abuelo.”