Opinión
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La muestra

Reina de corazones

“L

a Reina sólo tenía una manera de solucionar los problemas, grandes o pequeños. ‘Córtenle la cabeza’, dijo, sin siquiera mirar a su alrededor”. (Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas). Reina de corazones (Dronningen/Reina, 2019), segundo largometraje de la realizadora danesa May El-Toukhy, opera como el desmantelamiento de un ideal de armonía familiar en un plácido rincón de la provincia danesa. Anne (espléndida Trine Dyrholm), mujer madura, abogada defensora de víctimas de abusos sexuales, vive al lado de Peter (Magnus Krepper), su esposo, y de sus dos hijas pequeñas, sin que nada enturbie la paz hogareña. La inesperada llegada desde Suecia del joven Gustav (Gustav Lindh), de 17 años, hijo de un primer matrimonio de Peter, y su laboriosa incorporación al núcleo familiar, constituye lo esencial de una trama que en un primer tiempo semeja un rutinario melodrama doméstico.

A partir del momento en que Anne, desinhibida y exuberante ama de casa, profesionista respetada, deportista cuidadosa de su apariencia física, comienza a sentir deseos físicos por el difícil hijastro adolescente (con antecedentes penales), toda la seguridad y calma de la mujer se tiñe de una inquietud inesperada. Se acentúa en ella el deseo de seducir y gustar, y el temor de que los estragos de la edad sean ya demasiado visibles.

Para Gustav la estrategia de seducción de la mujer madura resulta algo novedoso y excitante, al punto de albergar la ilusión de un enamoramiento correspondido y transgresor, cuando sólo existe de la parte femenina un ávido apetito sexual tan inconveniente como tardío.

La realizadora maneja el asunto con una formidable destreza narrativa. No hay una nota falsa en este relato de un candor juvenil enfrentado a una severa incontinencia erótica. Ni siquiera la escena de un explícito abuso sexual parece desprovista de una extraña ternura. Desechado el tabú del incesto formal, aparece en su lugar una prohibición moral no menos implacable. La doble moral de una abusadora sexual que a su cargo tiene proteger a la sociedad de abusos similares, es el escándalo real que describe la cinta.

Su condición de paria moral, majestuosamente vengativa, la convierte también en una villana perfecta. El asunto es siniestro y perturbador, sobre todo por la inteligente decisión de la directora de mostrarlo, en toda su desnudez y complejidad, sin las tranquilizadoras cargas de un fácil enjuiciamiento moral.

Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional a las 12:45 y 18 horas.

Twitter: CarlosBonfil