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Enrique Serna dibuja a Carlos Denegri en su nueva novela: ‘‘era el mejor y el más vil de los periodistas’’

El escritor presenta hoy su obra El vendedor de silencio, publicada por Editorial Alfaguara

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▲ ‘‘Carlos Denegri escribía la voz del poder’’, define Enrique Serna en entrevista con La Jornada.Foto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Viernes 27 de septiembre de 2019, p. 3

En la actualidad es ‘‘factible que los periodistas mexicanos honestos triunfen y se conviertan en líderes de opinión”. Se libraron de ‘‘la censura gubernamental pero ahora padecen otro yugo: el crimen organizado que los intimida y asesina de manera impune”, sostiene el escritor Enrique Serna, autor de la novela El vendedor de silencio, que aborda la vida del corrupto columnista Carlos Denegri.

Esa obra publicada por Alfaguara será presentada hoy en la Biblioteca Vasconcelos (Eje 1 Norte s/n, Buenavista) por Carmen Aristegui, Philippe Ollé-Laprune, Eduardo Antonio Parra y el autor.

El reto para explorar a Denegri, explica Serna en entrevista con La Jornada, es ‘‘crear una trama verosímil que vaya mostrando qué acontecimientos de su vida fueron determinantes para ir convirtiendo a un joven idealista con aspiración de justicia social en un cerdo”.

En esa transformación influyó la circunstancia del periodismo mexicano de mediados del siglo XX. ‘‘Decía Julio Scherer que Denegri era el mejor y el más vil de los periodistas. En esa época el envilecimiento era un requisito indispensable para triunfar en esa profesión”.

Julio Scherer abrió brecha

Enrique Serna (Ciudad de México, 1959) contrasta: ‘‘Ahora ya estamos en una época mucho mejor del periodismo, donde triunfan los periodistas independientes y libres, pero en ese entonces quien abrió brecha en ese sentido fue Scherer”.

Existían los periodistas opositores muy combativos como Jorge Piñó Sandoval, que en la revista Presente de los años 50 denunció las corruptelas de la camarilla de Miguel Alemán, y fue aplastado por el régimen. ‘‘Era el momento crítico cuando surgió una generación con valores críticos, que se enfrenta con estos veteranos que creían que el periodismo mexicano debía ser un prostíbulo siempre.

‘‘Quería hacer un ajuste de cuentas con esta dictadura de partido que me tocó vivir. Colocar a personas como Piñó Sandoval o Carlos Septién García, otro periodista que no aceptaba chayote, para mostrar el contraste, porque no todo el periodismo de entonces era tan rastrero como los columnistas políticos importantes de la época.”

El éxito de Carlos Denegri ‘‘sólo pudo existir bajo una dictadura de partido que sobornaba a los periodistas o los reprimía cuando se salían del huacal. Para narrar su vida tuve que hacer una descripción de época y del proceso degenerativo de un régimen que llegó al poder a balazos y a pesar del paréntesis de liderazgo ético de Lázaro Cárdenas nunca pudo renegar de su ADN autoritario, necesitado de una prensa sumisa que rindiera culto a la figura del presidente’’.

Denegri llegó a tener tanto poder, sostiene Serna, porque su columna Fichero Político era utilizada; por ejemplo, ‘‘si un tipo quería ser gobernador, pero no tenía la bendición del Presidente, entonces le daban un estáte quieto en la publicación. Se sabía que él escribía la voz del poder. Eso contribuyó a ensoberbecerlo y a construir su personalidad prepotente y atrabiliaria, que se reflejó en la manera que trataba a las mujeres”.

Tenía a su servicio al cuerpo diplomático mexicano y si quería entrevistar a un jefe de Estado, ‘‘las embajadas se la organizaban e iban a recibirlo al aeropuerto como si fuera un ministro. Era una forma del poder de tener contentos a esos líderes de opinión: hacerlos sentir partícipes, pero cuando quería deshacerse de ellos lo hacía muy fácil, con una patada en el culo”.

Serna refiere que le interesa Denegri porque pese a ser ‘‘un personaje tan soberbio era tan vulnerable. Tenía un talón de Aquiles, una debilidad de carácter que lo arrastraba al despeñadero y que era más fuerte que su ambición’’.

Los machos patológicos con poder de esa época como Maximino Ávila Camacho y el magnate Jorge Pasquel, cuando les gustaba una mujer y se les resistía o era casada, la secuestraban impunemente. Denegri quería imitarlos pero ellos tenían un control férreo y nunca bebían, mientras que aquél se bebía dos copas y enloquecía. Fue como una copia caricaturesca y un poco grotesca de esos capos del hampa institucional.

El autor contrasta a Scherer con Denegri; ‘‘son personajes arquetípicos. Denegri es el anticristo del periodismo mexicano y Scherer es el ángel exterminador” que excluyó al primero de Excélsior desde el segundo semestre de 1969. Es cuando viene el derrumbe de ese personaje que lo lleva a la muerte. ‘‘En cierta forma Denegri le pasó la estafeta de vocero extraoficial de la Presidencia a Jacobo Zabludovsky”.