Opinión
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44 Festival de Toronto

Diez días de estrés cinematográfico

C

omo ya es tradición, terminan las vacaciones escolares de verano y comienza el festival más práctico, pero inabarcable del mundo. Justo cuando empieza la nueva temporada de futbol americano, lo hace también el famoso TIFF (Toronto International Film Festival) con su increíble programación que, en esta edición, presenta 245 largometrajes. Como también es el festival de mayor corrección política, la estadística nos informa que, de ellos, 35 por ciento fue dirigido por mujeres, para que las feministas no se alebresten.

Después de que el año pasado la nutrida selección mexicana incluía el trabajo de dos directoras –Lila Avilés y Alejandra Márquez Abella–, en esta ocasión se van a exhibir sólo tres largometrajes y un mediometraje dirigidos por hombres. Además de Chicuarotes, de Gael García Bernal, ya estrenada en México, están El demonio entre las piernas, la más reciente realización del veterano Arturo Ripstein, y Mano de obra, del debutante David Zonana (que una semana después competirá en el festival de San Sebastián). El mediometraje, titulado Mi piel, luminosa, es una colaboración entre el actor Gabino Rodríguez y Nicolás Pereda, quien ha participado varias veces en el TIFF.

El resto de la programación está integrado por estrenos de la temporada (de los cuales seguramente algunos estarán en la carrera por el Óscar), títulos provenientes de otros festivales –Cannes y Venecia, sobre todo–, reposiciones interesantes y rarezas.

Ya he mencionado antes que quienes elaboran la programación para las funciones de prensa e industria deben ser unos sádicos, pues se las arreglan para poner los títulos más atractivos al mismo tiempo, obligando a que uno tome decisiones casi siempre incorrectas. Eso sí, todo está bien organizado para que uno vea lo que quiso ver, siempre y cuando esté dispuesto a formarse en la fila una media hora antes de que comience la película en cuestión.

Por varias razones, el TIFF es un festival más estresante que los grandes certámenes competitivos. Hay más títulos y no hay un orden específico para verlos. Cannes, por ejemplo, reúne lo que se supone es la programación fuerte en la llamada sección oficial. Y uno puede dedicarse a cubrirla con horarios fijos que permiten establecer una rutina. En Toronto, en cambio, la naturaleza aleatoria de la programación, sumada a su carácter ecléctico, dan por resultado una marcada ansiedad en la elección del programa diario. No todas pueden ser buenas películas y si uno escoge mal, puede pasarse el festival viendo petardos.

Eso sí, el TIFF es también uno de los festivales más amables del mundo y todas las actividades, hasta las largas filas, se realizan en un ambiente de cordialidad. Para muestra, uno de los boletines dirigidos a la prensa recomienda que los asistentes llevemos los siguientes objetos: una batería de larga duración, un paraguas, una botella de agua, gotas para los ojos, plumas/lápices, libretas y zapatos cómodos (!). En Cannes, por lo contrario, confiscan muchos de esos objetos por razones de seguridad.

Twitter: @walyder