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Preocupa a cañeros señalamiento de que su producto causa enfermedades
 
Periódico La Jornada
Lunes 26 de agosto de 2019, p. 11

Los productores de caña de azúcar en el país se definen hoy con una sola palabra: estigmatizados. Se sienten atacados por aquellos para quienes el dulce obtenido en los ingenios azucareros es el causante de todos los males, desde la obesidad y la diabetes, hasta las caries.

Y frente a la posibilidad de que las nuevas normas sobre etiquetado frontal de alimentos procesados generalice bajo la simple palabra de azúcares a aquellos provenientes de la caña y los que contienen fructosa de maíz, demandan que se utilice el término edulcorantes para precisar su origen.

En materia de etiquetado proponemos la diferenciación explícita de estos ingredientes, sobre todo porque actualmente el consumo de endulzantes es de 72 por ciento extraídos de la caña de azúcar y 28 por ciento de jarabe de maíz.

Porque, además, aseguran, en términos calóricos azúcar y fructosa están 1-1. Iguales.

¡Todos los consumos en exceso son malos, hasta el del agua!, se defienden con vehemencia integrantes de la Unión Nacional de Cañeros.

Reunidos la semana pasada en la Ciudad de México para analizar los principales problemas que los afectan, los productores no vacilan en identificarlos: las importaciones desleales de jarabe de maíz (fructosa) desde Estados Unidos y la inequitativa relación con las exportaciones mexicanas de azúcar a ese socio comercial; el trabajo permanente entre productores e ingenios para mantener y mejorar las relaciones internas a través de los contratos emanados de la Ley de Desarrollo de la Caña de Azúcar y, de forma primordial, los efectos por la satanización del producto en los temas de salud.

Los cañeros se han documentado. Por supuesto no se adueñan de conocimientos propios de médicos, químicos o nutriólogos porque lo suyo es cultivar caña. Pero sí distinguen que ambos se procesan de forma distinta: el azúcar se metaboliza por la vía digestiva, mientras la fructosa lo hace a través del hígado y sus potenciales daños al organismo son mayores.

Y precisan: el azúcar se obtiene naturalmente de la caña, la fructosa de maíz es resultado de un proceso enzimático con maíces (por lo general) producto de la manipulación genética.

Sobrepeso y obesidad son multifactoriales en su origen, y por ello, a la par de la exigencia de diferenciar en los etiquetados la procedencia de los edulcorantes usados, a los productores les preocupa que se imponga un enfoque de atención centralizado en bases impositivas bajo el supuesto de desalentar el consumo (de azúcar) a través de precios más altos a los consumidores, lo cual desencadene reformulaciones hacia ingredientes sintéticos u otros sustitutos que pueden tener una percepción confusa por parte de los consumidores y otros posibles riesgos a la salud.

El azúcar mexicana ha venido perdiendo espacio de consumo frente a la fructosa. Aunque la ingesta promedio nacional de edulcorantes se mantiene prácticamente invariable desde hace una década en 5.7 millones de toneladas, la demanda se satisface con 4.2 millones de toneladas de azúcar de caña nacional y 1.5 millones de fructosa de maíz importada y la producida en México, también con maíz comprado a Estados Unidos y elaborado por la misma compañía que la produce allá.

Así, indican los integrantes de la Unión Nacional de Cañeros, quienes tomen las decisiones en materia de etiquetado deberán diferenciar explícitamente a qué ingredientes de edulcorado se refieren, y analizar la correlación entre el uso intensivo de jarabes de maíz y la prevalencia de la obesidad.