Opinión
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Infancia y sociedad

Los Patitos feos

E

xiste en muchas almas un callado Patito feo que anhela convertirse en Cisne. A veces lo logra, a veces no. Ese anhelo suele ser motor para alcanzar algún tipo de grandeza: la fama, la riqueza, el poder o –según la filósofa y sicoanalista sueca Alice Miller– la más sublime de todas las realizaciones: la obra de arte.

Nuestro íntimo Patito feo nace probablemente de miradas poderosas que en la infancia o en la adolescencia nos rechazaron o humillaron. Hay que escuchar entonces a Jung cuando dice: Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente su propia oscuridad.

El autor de la famosa historia, Hans Christian Andersen (1805-1875), siendo ya escritor consagrado, confesó a la pregunta de si pensaba escribir su biografía: “Ya lo hice. Escribí El patito feo”.

Se trata de uno de los cuentos más célebres que existen. Y lo mismo se dice de su autor, a cuya pluma se atribuyen más de 170 narraciones destinadas al público infantil: El soldadito de plomo, El nuevo traje del emperador, La sirenita, entre otros.

Si leemos cuidadosamente, vemos que en realidad el Patito feo no realiza ninguna hazaña ni lucha como los héroes de los cuentos. El protagonista es superior porque es de otro linaje, de una especie animal diferente a los patos de corral entre los que crece y lo maltratan. Es su naturaleza la que llegado el momento le confiere su belleza y su grandeza. Lamentablemente la lucha desesperada de algunos Patitos feos por volverse Cisnes a veces produce monstruos… como aplica aquí también el aguafuerte 43 de Goya: El sueño de la razón produce monstruos.

Andersen quiso ser cantante de ópera y actor, mas fue como poeta y escritor que triunfó, siendo sus libros de cuentos de hadas los que le hicieron alcanzar la gloria. El genial escritor danés fue hijo de un zapatero y una lavandera y tuvo una infancia complicada marcada por la pobreza, lo que no impidió su gusto por la lectura y el desarrollo de una imaginación extraordinaria.

Si puede obtenerse alguna moraleja del famoso relato es ésta: hay que ser muy cuidadosos con las miradas sobre los niños para no marcarlos como Patitos feos, tampoco imponerles tratar de ser el Cisne que no son. Ambas influencias son fatales porque pueden producir personalidades alteradas, desde obsesivas delirantes hasta paranoicas y esquizoides…