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La Sonata de Troya
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Periódico La Jornada
Sábado 15 de junio de 2019, p. a12

¡Oh, dioses del Olimpo! ‘‘Canta, oh diosa, la cólera del Pélida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves –cumplíase la voluntad de Zeus– desde que se separaron disputando el atrida, rey de hombres y el divino Aquiles.’’

La Ilíada. Homero.

El nuevo disco de Fazil Say pone en sonidos y silencios ese texto clásico. Se titula Troy Sonata. Su atractivo sonoro radica en las atmósferas, sonidos, entraña, piel y energía de la música turca, con inflexiones griegas, por supuesto, pero en una simbiosis fascinante.

Fazil Say (Ankara, 1970) mantiene actividad incesante. Apenas el primero de diciembre pasado reseñamos aquí su hermoso disco dedicado a los Preludios del Libro Uno de Debussy, y las Gnosedias y Gimnopedias de Satie.

Su prestigio como pianista es descomunal, así como su aspecto físico, del tipo ‘‘el profesor distraído”.

Su actividad como compositor puebla el disco que ahora nos ocupa: Troy Sonata, composición en 10 partes que narra en música la gesta que contó en bellas palabras el ciego Homero: La Ilíada.

Las saetas silbando por los aires y sonando a campanas tubulares cuando caen sobre los escudos metálicos, los cascos, las pezuñas de los corceles, la polvareda en medio de las batallas, el cielo que se oscurece cuando es tal la cantidad de flechas volando hacia su fatal destino que la vista se nubla, la adrenalina fluye, los gritos se abalanzan como aves extrañas, de otros mundos.

La alucinación que vio y así narró el ciego Homero puso en trance a Fazil Say, quien entabló una partitura monumental, 40 minutos de tensión con situaciones hirsutas por igual, que hay lugar para la belleza a pesar del horror: los pasajes íntimos que dedica el compositor a Helena de Troya.

Los capítulos de Homero, Cantos, se convierten en los siguientes títulos en la obra de Say: Homero, El bardo narra; Vientos ageos; Héroes de Troya; Esparta/Helena, Amor; Troya; Aquiles; La guerra; El caballo de Troya; Epílogo.

Los guerreros se mueven parecidos a la noche, flotan las hermosas grebas de los aqueos, tremolan los cascos, esplendenlos níveos brazos de Helena frente a los aqueos de broncíneas corazas. Todo lo observa Zeus, el que amontona las nubes.

La obra de Fazil Say ondula en arpegios, tremola en fortissimi, rechina cuando el pianista activa el arpa interior del piano con la mano izquierda mientras la derecha ahoga las teclas blanquinegras. Hay momentos de gran belleza en esta obra.

Homero: Entonces Palas Atenea infundió a Diomedes Tidida de valor y audacia para que brillara entre todos los argivos y alcanzase inmensa gloria, hizo salir de su casco y de su escudo una incesante llama parecida al astro que en otoño luce y centellea después de bañarse en el Océano. Tal resplandor despedían la cabeza y los hombros del héroe cuando Atenea lo llevó al centro de la batalla, allí donde era mayor el número de guerreros que tumultuosamente se agitaban.

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Las páginas del ciego Homero, tan preñadas de sangre oscura, gemidos de dolor y de placer, pues las diosas coptan coitos con mortales en mitad del bosque por igual que Zeus se agandalla a las doncellas mientras la batalla continúa. Coitos y campos de batalla.

Las páginas pautadas de Fazil Say, tan envueltas en gasas, sedas, alhelíes, sonidos ominosos, tremor de teclas.

La lerda humanidad de Fazil Say se cierne sobre el teclado. Salen chispas. Vuelan las saetas, ‘‘fue Antíloco quien primeramente mató a un guerrero troyano, a Equipolo Talisíada, que peleaba valerosamente en la vanguardia: hirió en la cimera del penachudo casco y la broncilínea lanza, clavándose en la frente, atravesó el hueso, las tinieblas cubrieron los ojos del guerrero y éste cayó como una torre en el duro combate”.

Narra Homero: ‘‘Hera, la de hermosa cabellera, relampaguea cuando prepara una lluvia torrencial, el granizo o una nevada que cubra los campos, o quiere abrir en alguna parte la boca inmensa de la amarga guerra; así, tan frecuentemente, se escapaban del pecho de Agamenón los suspiros, que salían de lo más hondo de su corazón, e interiormente le temblaban las entrañas.”

Narra Fazil Say: arpegios, notas graves, secuencias melódicas en suspense acompasado. Hay pasajes de antología, cuando suena música eminentemente turca entreverada con otros aires. Mesopotamia.

Esta obra la escribió Fazil Say en el transcurso de seis meses y la estrenó en agosto pasado en lo que fue la antigua ciudad de Troya.

El disco que hoy nos ocupa continúa con otra partitura compuesta por este pianista formidable: The Moving Mansion (Yürüyen Kösk), opus 72, ‘‘Homage to Atatürk”. Concert rhapsody for piano.

El estilo rapsódico es lo propio de Fazil Say, autor de tres sinfonías, cuyos títulos son explícitos: Sinfonía 1, Estambul; Sinfonía 2, Mesopotamia; Sinfonía 3, Universo.

The Moving Mansion narra en sonidos la gesta del gobernante Mustafa Kemal Atatürk (1881-1938), quien construyó su casa junto a un hermoso árbol que al crecer comenzó a penetrar las ventanas y empujar las paredes.

Lo típico: recomendaron al monarca destrozar el árbol para cuidar su casa, ante lo que Atatürk decidió mover su casa 40 metros, mediante sofisticado sistema de rieles, para dejar su espacio al árbol. (Ejemplo para los vecinos de hoy día que arremeten sin piedad contra los árboles junto a sus ventanales, y se quejan de que el mundo está tan mal…).

Completan el disco que hoy recomendamos dos pasajes del Opus 66 de Fazil Say: Art of Piano.

El final es ad hoc: Winter Morning in Istanbul.

Culminan así 62.26 minutos de espléndida música turca con inflexiones griegas, las gestas que vio el ciego Homero y el furor de Mesopotamia.

Canta, oh musa…

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