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¿La fiesta en paz?

Gabino Aguilar, torero internacional,recibió la Medalla Presidencial al Mérito Ganadero

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▲ El toro bravo avisa cuando va a embestir, y un becerro recién nacido que apenas se sostiene en pie, también; es el misterio de la genética, dice Gabino Aguilar (centro).Foto archivo
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al vez en su fuero interno el entonces matador tlaxcalteca Gabino Aguilar, triunfador en los principales cosos del mundo, soñaba en que algún día pudiese criar reses bravas como las que tantos éxitos le habían dado vestido de luces. Pero lo que seguramente nunca imaginó es que, luego de 35 largos y fatigosos años como criador de toros de lidia en su ganadería El Batán, recibiría la Medalla Presidencial al Mérito Ganadero, a propuesta del comité directivo de la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia, durante la Convención Nacional 2019 de la Confederación Nacional de Organizaciones Ganaderas, el pasado 3 de mayo en la ciudad de Oaxaca.

“No sé si ese reconocimiento sea merecido, sólo sé que toda mi vida la he dedicado en cuerpo y alma a la fiesta de los toros, primero 20 años como torero y después 35 como ganadero –comenta emocionado Gabino Aguilar León–; es ya más de medio siglo de procurar honrar con mi trabajo la dignidad animal del toro y la dignidad ética y cultural de la fiesta brava. Tan difícil una actividad como la otra, pero en el caso del ganadero los animales comen diario y además se deben cuidar mil y un detalles cada día: agua, tuberías, alfalfa, cercas, prevenir enfermedades, curar de mordeduras e incluso de cornadas, sobre todo cuando los toros son adultos, pues se pelean mucho y no puedes tener más de tres en un corral. Si esto no es amor y dedicación a los toros no sé qué pueda serlo.”

“Como todo en la vida, el toro ha evolucionado y la fiesta ha cambiado –añade uno de los pocos mexicanos con alternativa en la plaza de Las Ventas–. Ahora abundan las escuelas taurinas y por consiguiente la similitud en los procedimientos, pero en los años 50 y 60 aprendíamos sobre la marcha. Entrenábamos de salón, en vacadas, festejos modestos y algunas tientas, pero suplíamos la falta de técnica con valor espartano, no con faenas adecuadas. Dos ejemplos que para mí fueron referentes de voluntad y entrega: Rafael Rodríguez y Antonio Velázquez; tenían la convicción de ir a la guerra sin dudar y dispuestos al azar, a lo desconocido, y así fue como se hicieron figuras de verdadero arrastre. Y luego tentadores magistrales como Fermín Rivera, El Ranchero Aguilar o Juan Silveti, cuyos capotazos y muletazos precisos eran auténticas lecciones. Ello se los daba el sitio que tenían a partir de la experiencia adquirida.

“Hoy el toro es más predecible, pero siempre debe transmitir sensación de peligro, de amenaza verdadera al lado de su buena embestida –agrega quien también salió a hombros en la Maestranza de Sevilla–. Cuando estoy en el tendido, si me sudan las manos es que hay peligro, si no, pues no. Mi formación como ganadero es añeja. Aparte de que toreé mucho en España, vi muchas corridas como espectador y escuché con atención a ganaderos, compañeros y conocedores, por lo que aprendí bastante de encastes, igual en México que en Sudamérica. Había menos exigencias de las figuras. La convivencia con ganaderos es fundamental, pero más importante es mantener una bravura que dé espectáculo.

“Se necesita mucha suerte junto con el trabajo previo y las circunstancias en la plaza, por eso esto no funciona si no hay suficiente afición y si no es una actividad que realmente gozas. ‘Para que un ganadero dé una vuelta al ruedo, antes debe dar mil vueltas al potrero’, dice un viejo dicho. Y sí, hay un trabajo tremendo cada día, acompañado de cariño antes que de negocio”, remata Gabino Aguilar.