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Ver día anteriorDomingo 19 de mayo de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desde otras ciudades

La prisión londinense donde puedes estar dos horas y tener unos tragos, si los puedes pagar

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Este singular bar prisión admite presidiarios todos los días, excepto los lunes, y la fianza para poder tener una celda en la que se incluyen tragos de contrabando es de 35 libras (unos 850 pesos). El tiempo que dura la sentencia es de aproximadamente dos horas y cuatro cócteles, la reservación es indispensable, dado el éxito.Foto Afp
¿Q

ué hacemos esta noche? ¿Y si fuéramos a la cárcel? Uniformes color naranja, células siniestras y sádicos guardianes, así es la penitenciaría de Alcotraz, un bar de cócteles londinense para romper con los típicos encuentros entre amigos en el bar de la esquina.

¡De espaldas a la pared!, grita un guardián a un grupo de treintañeros que iba a celebrar un cumpleaños. Los clientes obedecen, entre risas, y se visten con el uniforme naranja marcado con un número.

Durante dos horas dejarán de ser ellos mismos para convertirse en presidiarios. Y serán tratados como tales, sometidos brutalmente por el personal de Alcotraz, nombre inspirado en la antigua prisión en el famoso islote de la bahía de San Francisco y el evidente contenido alcohólico de la velada.

¡De pie, son lentos!, lanza el guardián que acompaña a los reclusos al interior del bar, formado por un serie de pequeñas celdas con rejas de metal, mal iluminadas y decoradas con supuestas pintas de ex presidiarios en las paredes.

El particular concepto es idea de Sam Shearman, un empresario de 27 años. “ Alcotraz es una combinación única de teatro de inmersión, con actores (que interpretan al personal penitenciario) y mixología”, el arte de hacer cócteles, explica.

El bar está inspirado en los ambientes carcelarios de películas como Shawshank Redemption (1994, Sueños de libertad o Cadena perpetua, según como la hayan titulado en cada país) o la serie de Netflix Orange is the new black, y no pretende “burlarse“ del funcionamiento de las cárceles reales.

Encerrados en sus celdas, los detenidos deben someterse a la implacable inspección de la directora de Alcotraz, la temible Carol-Ann Hooks-Johnson, una carcelera de acento sureño ataviada con un austero vestido y botas militares.

¿Qué te acabo de decir?, grita a un participante que ignora una de sus órdenes. Que se preparen los recalcitrantes, porque sufrirán innumerables humillaciones, como besar los zapatos de los otros presos.

Los clientes, sin embargo, se prestan a eso con buen humor y, entre dos copas, juegan a inventarse un pasado criminal.

Es un poco intimidante, pero te ríes mucho, dice uno de ellos, David Morgan, de 32 años, empleado en el sector de las finanzas. ¡Tienes que vivirlo al menos una vez en tu vida!

Afp