Opinión
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Ciudad perdida

Pedir perdón, acto obligado

L

uego de escuchar a Alejandro Encinas y saber del dolor de tantos; de mirar los números de la economía y estar claros de que se vive una emergencia financiera derivada principalmente de la corrupción, es decir, de mirar de cerca las condiciones generales del país, lo único que podríamos exigir a los partidos políticos que ya han gobernado es que suplicaran el perdón de la mayor parte de los pobladores del país.

Y es que, sin duda, México requiere escuchar de la voz de los representantes del PAN y del PRI, cuando menos, su arrepentimiento por las atrocidades cometidas en contra de los habitantes del país, por los muertos, por la corrupción de las instituciones, por la perversidad de la justicia. Por eso, y por más, antes que fabricar reclamos deberían pedir públicamente que México los perdone.

Bueno, eso en caso de que quieran ganar un poco de credibilidad frente a una población que puede o no estar de acuerdo con el gobierno actual, pero que a ellos los condena por todos esos hechos que han llevado a la desgracia de miles de mexicanos.

Los partidos políticos viven de la confianza que les otorga la gente; en otras palabras, de la credibilidad que logren crear a partir de sus acciones, de su historia, de su rumbo político, y cuando menos en estos tres renglones, azules y tricolores ya no tienen nada. Han destruido su historia, han divagado en el rumbo y sus acciones sólo hablan de desgracias para el país.

No tenemos la seguridad de que la gente perdone y con ello navegue rumbo al olvido, pero, primero, los actores de la desgracia deberían ponerse de pie frente al país y admitir el tamaño de sus culpas, mientras eso no suceda, difícilmente podrán tener la confianza de quienes alguna vez los llevaron al poder.

Y es que hoy por hoy la críticas que levantan unos y otros en contra del gobierno de López Obrador huelen a odio, suenan a venganza y sólo hacen ruido, y cuando eso sucede, cuando ya no pueden permear en el ánimo de la gente, la oposición se vuelve inútil, inservible.

El país requiere de una oposición que sea escuchada y creíble, que no busque en sus vocingleros de micrófono las justificaciones injustificables a las acciones que los han dejado en el desamparo político. Urge transitar a nuevos horizontes partidistas que propongan diseños de gobierno alejados de las fórmulas del fracaso que ya han utilizado. Por eso, urge que pidan el perdón de México, esa es la condición.

Para muchos esa acción, la de aceptar que su quehacer como gobierno y como partido fue un fracaso, es inaceptable porque se considera como una debilidad; no obstante, insistimos, sólo cuando acepten sus culpas podrán recomponer su destino, ese destino que hoy se mira hueco, enfermizo.

Por lo pronto, esos dos partidos, alguna vez hegemónicos, seguirán arando en las mismas tierras yermas que han explotado hasta dejarlas estériles. Resulta necesario tener una oposición fuerte, pero no esas organizaciones que abandonaron la política para tirarse en brazos del mercado, esas sólo podrán existir con el perdón de la gente. Sólo así.

De pasadita

Que nadie crea que la 4T está llena de santos. En ese campo los inútiles y los extraviados son un lastre para el buen desarrollo de la idea.

Les comento esto porque en el Instituto de Vivienda de esta ciudad, ese al que se conoce como Invi, existe un funcionario que tal vez por odio de clase, o tal vez porque no entiende nada, ha despedido a trabajadores del organismo por una causal que seguramente se olvidó en las nuevas leyes del trabajo, y él explica de manera tajante antes de enviar al desempleo a la gente: No eres del equipo de Claudia. Te vas. Eso, aunque existan constancias de que esos trabajadores siempre colaboraron con Morena.

El funcionario se llama Rodrigo Chávez y es director operativo del Invi, quien seguramente buscará que en los nuevos reglamentos se incluya su odio y resentimiento como causal de despido; pero además como él sabe hacer: sin liquidar y sin compensar a los trabajadores. ¡Que viva la 4T!