Opinión
Ver día anteriorLunes 13 de mayo de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Diagnóstico y solución
L

as sociedades democráticas parecen inmersas en una espiral de insatisfacción económica y de representación. De manera sintética pondría dos grandes factores sobre la mesa: la exacerbada desigualdad y las promesas incumplidas de la globalidad y la apertura.

No es casualidad que las dos décadas de la posguerra –1945 a 1965– sean el nuevo horizonte económico en los escaparates de la política: las economías del mundo se desarrollaron a gran velocidad, los países destruidos por la guerra vieron nuevamente la luz, se desarrolló la industria, la tecnología y se finca-ron las bases de las instituciones de seguridad social, particularmente en materia de salud. La añoranza es el nuevo futuro; ese periodo de la historia del siglo XX se ha convertido en la nueva utopía. Los pueblos comparan hoy lo que ganaba entonces el padre, el abuelo y lo que podían comprar con ello; con lo que tienen que ganar para pagar la renta. Esa percepción generalizada se confirma en series económicas: en los últimos 40 años el ingreso se ha hiper concentrado no en el uno por ciento de la población, sino en uno por ciento de ese uno por ciento, una finísima y espigada cima, para una pirámide que en su base guarda extensiones desproporcionadas, insostenibles.

Como Thomas Piketty retomó con total claridad en su multicomentada obra, el capital se ha concentrado y multiplicado a una velocidad imposible de alcanzar para el trabajo. Las sociedades son cada día más desiguales y lo manifiestan a una velocidad mayor. Las expresiones políticas –el único consenso global aparente hoy en día– es que esa realidad no puede ni debe seguir así. Eso obliga a reflexionar sobre el segundo factor del descontento: las promesas sociales incumplidas por la economía abierta.

Si bien la globalidad, la apertura de mercados y la ausencia de barreras co-merciales fue un mantra compartido en los últimos años, hay puntos que innegablemente, debilitaron al modelo de abajo hacia arriba: el rol del Estado en la regulación de mercados y redistribución de la riqueza; la conformación de un sistema que privilegia la utilidad vía movimientos financieros, antes que la generación de nuevas plantas de trabajo; la convivencia en las ciudades donde lo mismo vive el hombre más rico del mundo que el ciudadano más pobre; en suma, la absoluta miopía ante la inviabilidad del modelo económico con tales asimetrías sociales.

Si somos optimistas, la política ha sido el cauce para que esa insatisfacción social se desfogue de manera institucional. Hay –a pesar de todas nuestras diferencias– un consenso mínimo en que el curso de la historia, de ésta que he expuesto brevemente, no podía tener capítulos idénticos en el futuro inmediato. Existe un acuerdo tácito en el diagnóstico, pero aún no encontramos la fórmula para un acuerdo explíci-to para dar solución a la problemática de las sociedades modernas, México incluido.

El reto es mayúsculo, al final de la posguerra –que aquí vemos como el milagro mexicano– este país tenía prácticamente la mitad de la población que tiene hoy, la dinámica de seguridad y las amenazas para la gobernabilidad eran otras –más de tinte ideológico e internacional, que cotidianas, pulverizadas y complejas como hoy–, nuestra economía había sido cobijada por el Estado (la aportación de la iniciativa privada al PIB era pírrica comparada con 2019), y la interacción social era diametralmente diferente a la que tenemos hoy en día, con la brutal penetración digital en todas las capas de ingreso y lo que ello significa en la discusión pública a través de las redes sociales. Una añoranza global, un diagnóstico compartido, dos países distintos en el tiempo, un acuerdo nacional imprescindible para darle viabilidad económica al proyecto social mexicano del Siglo XXI. Todos coincidimos en que queremos un México más grande y exitoso, más libre y soberano en el más amplio de los términos. La posibilidad de ese México está atada al consenso básico del diagnóstico, pero también de las soluciones.