Editorial
Ver día anteriorLunes 29 de abril de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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España: fracaso de las derechas
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la luz de los resultados de las elecciones celebradas ayer en España, los datos más significativos son el avance del socialdemócrata Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que encabeza el actual presidente del gobierno, Pedro Sánchez, así como el hundimiento del Partido Popular (PP), la tradicional derecha que se acomodó en el escenario político posdictatorial surgido en 1976, que gobernó dos veces (1996-2004 y 2011-2018) y en años recientes vio menguar su apoyo electoral, debido a la vasta corrupción en la que incurrieron sus dirigencias y al surgimiento de un partido derechista más moderno, Ciudadanos, encabezado por Albert Rivera. Aunque conserva el segundo lugar como fuerza política, el PP perdió en los comicios de ayer más de la mitad de sus escaños en el Congreso de los Diputados con respecto de las votaciones de 2016, al pasar de 137 a 66.

En cambio, el PSOE se convirtió, por mucho, en la primera fuerza parlamentaria, con 123 diputados, 38 más que los que consiguió en 2016, lo que otorga a Sánchez la certeza de mantenerse al frente del gobierno por un nuevo periodo. Igualmente destacable es que, por primera vez en mucho tiempo, el PSOE logró hacerse con una holgada mayoría absoluta en el Senado y derrotar al PP en su tradicional plaza fuerte: Galicia. Por añadidura, los resultados de ayer permiten al político madrileño la posibilidad de sacudirse la influencia de los cacicazgos históricos dentro de su partido, empezando por el que representa el ex presidente Felipe González.

Otro aspecto por demás relevante –y alarmante– del mapa político que se conformó ayer en las urnas es el ingreso a la escena parlamentaria de la ultraderecha abiertamente franquista, representada por el partido Vox, el cual captó más de 10 por ciento de los sufragios y tendrá una representación parlamentaria de 24 asientos. El virulento discurso de los dirigentes de esa formación, que saltó a la relevancia en las elecciones locales de Andalucía de diciembre del año pasado, se caracteriza por el más añejo conservadurismo en lo social, la intolerancia, la xenofobia, la misoginia, una exaltación españolista obsesiva y casi imperial y la descalificación rotunda de cualquier expresión de los nacionalismos vasco y catalán.

La derecha pragmática de Ciudadanos, por su parte, experimentó un avance relevante, al pasar de 32 a 57 escaños, con lo que desplaza del tercer sitio a la formación de izquierda Unidas Podemos, que agobiada por sus recientes disputas internas experimentó un retroceso de 71 a 42 diputados. Paradójicamente, ni Vox ni Ciudadanos pudieron festejar anoche sus respectivos triunfos, pues ambas fuerzas se habían hecho expectativas de victorias espectaculares e inesperadas que a la postre no se concretaron. Y mientras los dirigentes de Vox soñaban con colocarse al menos como el segundo partido en el bando de la derecha, Rivera esperaba un triunfo de tal magnitud que hiciera obligatoria la inclusión de su partido en cualquier coalición de gobierno, lo que no ocurrió. En lo inmediato, las derechas españolas –PP, Ciudadanos y Vox– no logran reunir los votos parlamentarios requeridos para gobernar y el único partido capaz de conformar una coalición para tal efecto es el PSOE. Queda abierta la duda de si el político socialdemócrata optará por una alianza con Ciudadanos –sumando sus diputados, ambas fuerzas reunirían la mayoría absoluta del Congreso– o si se decantará por una coalición con Unidas Podemos y algunos de los partidos independentistas catalanes y vascos.

La primera de esas posibilidades es sumamente improbable, no sólo por el rechazo a tal posibilidad, expresado de manera reiterada por Rivera durante la campaña, sino también por la aversión que produce Ciudadanos entre las bases del PSOE, repulsión que se manifestó ayer mismo durante la celebración del triunfo, cuando miles de militantes corearon: ¡Con Rivera, no!

La segunda, en cambio, abre la posibilidad de un gobierno capaz de atenuar o corregir algunos de los aspectos más atrasados del Estado español y del orden constitucional surgido en 1978. El propio Sánchez ha decidido esperar a los resultados de las elecciones municipales previstos para finales del mes próximo a fin de tomar la decisión. Cabe esperar, por el bien de los españoles y de los otros pueblos que habitan la Península Ibérica, que seleccione la opción correcta, sensata y necesaria, que es a todas luces la segunda.