Opinión
Ver día anteriorMiércoles 10 de abril de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Retroceso y crisis
L

a crítica que se expresa en medios, partidos de oposición, organismos externos, no pocos académicos y demás opinadores, amplían y, también, estrechan el cerco sobre la marcha de la 4T. Para ellos no parece haber alternativa: se conserva lo bueno, establecido en regímenes anteriores o sobrevendrá la inestabilidad, el caos, la temida cuan pronosticada crisis. Las comunes alusiones al desastre, tras cualquier decisión del presidente López Obrador, han sido constantes, ardientes, machaconas, terminales. Sus programas se tornan, para los opositores, incomprensibles, torpes, costosos o faltos de sustento conceptual y administrativo. La esperanza y el apoyo multitudinario de los ciudadanos parece haber sido ilusorio, vano, inocente y, finalmente, endeble. Según la oposición crítica, se transita a empujones, alardes e improvisaciones por una ruta que no conduce al cambio predicado. El retroceso a tiempos pasados, –ya idos, por fortuna– del neoliberalismo oficialista, se insiste en catalogar como indispensable. El optimismo de AMLO, afirman con firmeza, no basta para inculcar eficacia al aparato público, tardo y perezoso, ya rezagado ante la euforia ejecutiva. Los perdones, en lugar de acudir ante el Ministerio Público, siguen lanzándose con alarmante desparpajo y contra toda lógica de respeto jurídico a derechos establecidos. Concluyen, de manera por demás frecuente, que se ha formado, en las mañaneras, un tribunal de alzada que sólo conduce a la polarización de la sociedad. En fin, no se escatima insidia para tratar de sitiar, sin aparente salida, el cambio solicitado por la mayoría.

Críticos continuos, galardonados con premios y toda clase de reconocimientos, predican el desastre con duro acento y pasmosa seguridad. Su maestría la muestran, paso a paso y sin titubeos, plagada de citas y, más frecuente que raro, cayendo en lugares comunes. Luis Rubio, por ejemplo, hace constantes alusiones a los peligros contra la estabilidad que introduce este gobierno. AMLO, se ha puesto de moda afirmar hasta el agotamiento, concentra el poder. Sin embargo, otros reconocen, no sin pelar dientes, que no se relegirá. Pero la mayoría es incapaz de aceptar su talante democrático. La pormenorizada búsqueda de la justicia social y el bienestar se achica o, de plano, se ignora entre la comentocracia. Los planes contra la corrupción se predican corrosivos para la eficiencia burocrática y el buen gobierno. Los ahorros se aprecian insuficientes para financiar ambiciosos programas sociales antes negados. Con la supresión de las guarderías se hizo un escándalo monumental sin atender a la canalización de mayores recursos a padres y madres que requieren esa ayuda. Similar despliegue de enojos y descontones se vertieron por el insidioso rumor que afirmaba la cancelación de los refugios para mujeres maltratadas. Intención que nunca se trató de llevar a término. Rubio es implacable en su predicción: Cuando se rompen los equilibrios fiscales [que no han sido rotos], políticos [algunos, los cruciales] y de la civilización [ninguno], las crisis no tardan en llegar. Tan, tan.

Agustín Basave se ha especializado, según él, en lo que llama la deconstrucción de AMLO. Le ha dedicado bastante seso a la tarea. Y no ha caído lejos de aceptables precisiones, pero se ha engolosinado y, por tanto, yerra en el grueso de sus alegatos. Sobre todo los últimos que publica en Proceso, donde lo aprecia incubado de enconos y con inaceptables alianzas. En lugar de cooptar rivales, como Peña Nieto, los empobrece para debilitarlos. Considera Basave que los equilibrios federales le sobran. Y lo peor, tiene una secreta aspiración de fincar su maximato y se ha embarcado en una justa épica que terminará en un mal épico. ¡Grandilocuencia al por mayor en frases altisonantes! Hay un chorro de otros enjuiciamientos y condenas como los lanzados, con trucada cadencia reglamentaria, por Denise Dresser en sus cotidianas apariciones. Su foco de atención, hoy día, es el manipuleo y ambiciones controladoras de la Suprema Corte que pretende AMLO. Las profundidades alcanzadas por Silva Herzog no pueden ser igualadas con facilidad. Llegan a niveles de interiores sicológicos y alturas filosóficas de teórico sin par en el espacio público mexicano y, tal vez, mundial. Condensa al Presidente en sermones y chequera, es decir, púlpito y transferencias finiquita. Sin duda les cuecen las visiones éticas y la atención preferente a los necesitados de ayuda urgente.

En medio de tales y tantas condenas y fumarolas de catástrofes inminentes, se tendrá que ir hacia delante. Además, hay, en la realidad, duros obstáculos que superar para trazar el horizonte adecuado. Los tropiezos, inevitables, harán las delicias de aquellos que desean modular el cambio a sus gustos o intereses. Retroceder es imposible y, predicar la tragedia por aquí y por allá, sólo es molesto.