Opinión
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Ruta sonora

Por un #MeTooMúsicosMexicanos menos irresponsable

C

omo un acto responsable, este espacio retoma el tema tocado la semana pasada (https://bit.ly/2uDqHjR), esto es, la aparición en redes del fenómeno #MeTooMúsicosMexicanos, el cual (en medio de otros que delataban violencia de género en distintas disciplinas) dio nombres y describió acciones presuntamente cometidas por personajes de la escena musical local a partir de denuncias firmadas y anónimas. Por tratarse de denuncias sin pruebas, las cuales hallaron cabida en Twitter, a razón de que son denostadas en las instancias judiciales donde revictimizan a las denunciantes, o sucedieron hace mucho, o no tipifican como delito (piropos o insinuaciones que nunca pasaron a los hechos), quien escribe apuntó que se veía más como una ventana de focos rojos, una oportunidad para visibilizar conductas machistas normalizadas que las mujeres ya no estamos dispuestas a tolerar, que como un foro de condena, con todo y que la consigna ante las denuncias fuera #YoTeCreo.

Este espacio no dio por ciertas las denuncias ni incitó al linchamiento. Simplemente dio cuenta de su existencia de forma periodística, sin dejar de afirmar que era preciso tomarlas con prudencia y distancia. Sin embargo, lo que empezó como luz reveladora, fue dando también cabida a revanchas, calumnias, narraciones inconsistentes. Por dichas fallas (no así en #MeTooEscritoresMexicanos, un tanto más ordenado, y con peticiones puntuales de equidad a la industria editorial), y dado que surgió como algo no muy planeado, se pensó que no tendría larga vida, a menos que las acusaciones por su lado fueran llevadas a algún Ministerio Público o se vieran sustentadas por pruebas más contundentes. Y es que una de sus fallas más fuertes fue no emplear filtros acordes al nivel de gravedad de las acusaciones. Esto es: se dio igual tratamiento a señalamientos por abuso sexual (con los que se debió tener más cautela, exigir más detalles, coherencia lógica, testigos, etcétera) que a piropeos e insinuaciones: no es que esto sea menor, pero hay un abismo de diferencia.

Y como es ya por todos sabido, la tragedia alcanzó a este oleaje espontáneo, de inicio justo y legítimo, pero finalmente rebasado y desbordado. La madrugada del lunes primero de abril, el escritor (autor de 32 libros) y músico Armando Vega-Gil, conocido sobre todo como integrante fundador del influyente grupo Botellita de Jerez, ganador de seis premios literarios, guionista, fotógrafo, se suicidó aduciendo mediante una carta en su cuenta de Twitter (https://bit.ly/2HTBezS), que una de las acusaciones en #MeToo, que lo implican como acosador de una niña de 13 años, lo cual afirmó es falso, detendrían su carrera, ya que mucho de lo que llevaba a cabo como creador era material literario y musical para niños, por lo cual su credibilidad quedaba en entredicho. Con todo, reconoció el derecho de las mujeres a denunciar abusos, lo cual hacía de tiempo atrás (https://bit.ly/2Khx0UG).

Si bien no es posible culpar a #MeToo de su muerte, ya que es probable que Vega-Gil padeciera de una fuerte depresión y esto sólo fuera un detonante, fue muy insensible, por no decir miserable, que la cuenta @metoomusicamx no tomara en serio la carta de suicidio del músico: dijeron que era un chantaje mediático para limpiar su imagen (https://bit.ly/2uMbvAU). Y aunque después corrigieron: Nuestra reacción inicial no fue la adecuada y por ello extendemos una disculpa a sus allegados (https://bit.ly/2CUfOP6), sin tacto alguno publicaron más supuestas denuncias contra aquél (ninguna, ni la primera, le acusa de abuso físico, sólo de presuntas insinuaciones) para decir repetidamente que la muerte de aquél no era su culpa (lo dijeron tanto, que sí parecían sentirse culpables).

Con esta falta de empatía, #MeTooMúsicosMexicanos perdió fuerza y credibilidad. Una actitud seria, implicaría mostrar algo de humanidad y evaluar en qué grado tuvieron algo de responsabilidad; emitir quizá una reflexión sobre cómo este tipo de información sensible puede afectar a personas que se hallen en sus cinco minutos de debilidad emocional. Se esperaría un cambio de actitud que prometiera verificar mejor, en adelante, las denuncias más delicadas y replantear protocolos. Pero nada. Soberbia infantil montada en su macho, sin una pizca de esa igualdad y respeto a los derechos humanos a los que tanto se adscriben. Sin tomar en cuenta declaraciones de familiares, allegados y personajes de autoridad como Lydia Cacho, Elena Poniatowska o Rafael Barajas El Fisgón, sobre la probidad y honor de Vega-Gil, le negaron cualquier presunción de inocencia; prácticamente han bailado sobre su cadáver. Así que aunque esta labor de denuncia contra personajes abusivos de la industria musical sigue siendo necesaria, y debe seguirse ejerciendo, quizá sea preciso hacerlo desde otras plataformas más cuidadosas, respetuosas y responsables, y retirar apoyo a una cuenta que no parece tener brújula y pareciera más estar buscando venganza que justicia (eventos).

Twitter: patipenaloza