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Denuncias anónimas indignantes
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▲ La escritora Elena Poniatowska, en una imagen captada el pasado diciembre.Foto Roberto García Ortiz
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stamos viviendo una catarsis al sufrir el suicidio del roquero Armando Vega-Gil, del grupo Botellita de Jerez. Resultó muy importante la carta de Blanche Petrich en La Jornada diciéndonos su dolor por la muerte de Vega-Gil y su indignación contra denuncias anónimas y #MeToo. El primero de abril pudimos ver y escuchar una entrevista sumamente valiosa de Carmen Aristegui a la feminista y maestra del ITAM Marta Lamas, quien dirigió durante años la revista Debate Feminista.

#MeToo, fundado en 2017, le dio una fuerza colectiva a las quejas de las mujeres que pudieron darle nombre y cara a su denuncia y abrió la posibilidad de un proceso civilizatorio. Según Marta Lamas, es indispensable que se hagan denuncias equilibradas en todas las comunidades humanas: en fábricas, en universidades, en conjuntos habitacionales, en la calle y sobre todo en nuestros medios de transporte, tanto el Metro como el Metrobús.

Muchas mujeres han sido violentadas y agredidas, pero las denuncias tienen que ser legítimas y comprobadas. ¿Cómo hacemos justicia?–pregunta Marta Lamas, preocupada por el terrible significado de una reacción punitiva. La feminista recuerda que nuestras reglas sociales y nuestras conductas provienen del patriarcado y de los usos y costumbres milenarios y recuerda que hay susceptibilidades y que en una relación de pareja donde hubo amor puede haber odio. También se pregunta por la jerarquización en nuestro país y si tenemos un #MeToo de campesinas y de obreras.

Gran conocedora de los temas de sexualidad, ya que Lamas es antropóloga social, nos habla de los gestos de connotación sexual dentro de la sociedad en la que vivimos y por eso mismo nos pide definir lo que es un acoso. Cualquier chavita puede decirle a un muchacho: “Si me estás queriendo ligar, no me digas ‘sabrosa’ y mucho menos ‘buenota’”.

En su entrevista con Carmen Aristegui, Marta Lamas afirma que la denuncia es un arma de dos filos y nos cuenta de su libro Acoso: ¿denuncia legítima o victimización?, que detonó muchas reacciones críticas y otras favorables. Marta se pregunta si hay investigación de acoso laboral, también recuerda que la victimización tiene que ver con la clase social y la condición étnica. ¿Qué pasa, por ejemplo, con las obreras, con las campesinas, con las mujeres que trabajan cerca de las plataformas petroleras, con las constructoras de casas, con las taquilleras del metro, las meseras, las jardineras, las barrenderas, las vendedoras ambulantes, las placeras?

Para Lamas, finalmente, la sexualidad es un tema de poder y nos anuncia su próximo debate con Eve Gil, gran lectora, crítica de literatura y colaboradora de La Jornada Semanal, suplemento cultural de La Jornada. Blanche Petrich tiene razón al señalar que para ella el #MeToo mexicano se hundió, pero sería de toda justicia prever también el daño que puede hacérsele ahora mismo al movimiento #MeToo al usar el suicidio del botellito de jerez, como llama Blanche a Armando Vega-Gil, para desacreditar una indignación legítima, la de las mujeres acosadas.