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FICG 34: resumen
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▲ David Romay, director de Detrás de la montaña, ganador del premio Guerrero de la Prensa.Foto cortesía del certamen
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on excepción de un enésimo cambio de mandos –Estrella Araiza entró en lugar de Iván Trujillo– y una añadida competencia internacional de animación, no hubo mayores sobresaltos en la 34 edición del festival más viejo de México. Aun cuando la sede principal, el Conjunto de Artes Escénicas, está retirada de lo que antes era la zona del certamen, los acreditados estuvieron dispuestos a echarse el viaje, mientras el Cine Foro y el conjunto Cinemex Sania registraron la usual asistencia.

Para no variar, la selección de documentales fue más sólida que la de ficciones en lo que corresponde al cine mexicano. No deja de resultar irónico que, en un festival capaz de premiar a Mariachi gringo, se premie ahora a un cineasta gringo, Luke Lorentzen. Ganadora del Mezcal a mejor película y mejor director, Midnight Family es un viaje al infierno nocturno de Ciudad de México a bordo de una ambulancia particular, la de la familia Ochoa, que recoge a los accidentados cuando no lo puede hacer una oficial.

En una réplica chilanga al Bringing Out the Dead (1999), de Scorsese, el intenso documental es una exploración de la lucha por mantener vivo a un ser humano en circunstancias imposibles. Lorentzen enfoca su cámara de manera que no explota el morbo de las situaciones, sino que nos enfrenta a la dinámica urgente de los rescatistas, tratando de ganarle a la competencia, lidiando con policías corruptos y, en general, llevándose entre sí a mentadas de madre. Producida por Daniela Alatorre y Elena Fortes, programadoras de documentales en festivales, es de desear que Midnight Family halle pronto su lugar en nuestra cartelera.

Otro apremiante documental sobre la violenta realidad nacional –inexplicablemente ausente de la competencia Mezcal– fue Disparos, de Rodrigo Hernández Tejero y Elpida Nikou, que sigue la trayectoria del premiado fotógrafo Jair Cabrera –colaborador de este diario–, quien se inició registrando la violencia de su entorno en Iztapalapa y fue rebasado emocionalmente por las circunstancias del país cuando intentaba testimoniar la actividad del narco en Guerrero. El documental concluye con el deseo frustrado de Cabrera de conseguir residencia en España.

En otro registro se pudo comprobar la estupenda mano de Emilio Maillé para construir un despliegue visual contundente. Poetas del cielo es el recuento de diversos expertos en fuegos artificiales en el mundo. Ya sea en China, Brasil, Japón, España y, claro, México, la lente del cineasta nos muestra despliegues que llegan a ser conmovedores en su estética belleza. Aunque no es el enfoque del documental, Maillé toca de paso las tragedias que ocurren en Tultepec, por ejemplo, porque hay un contraste entre la manufactura casi científica de los japoneses y la muy informal –por decirlo de alguna manera– de los paisanos que ponen en juego su vida.

Entre las ficciones, dos títulos me parecieron sobresalientes: Detrás de la montaña, de David R. Romay, que narra la venganza a largo plazo de un hijo (el premiado Benny Emmanuel) hacia el padre (Gustavo Sánchez Parra) que lo abandonó, con una estructura de western a lo Anthony Mann. De factura impecable y una gran honestidad emocional, la película marca el debut de un cineasta más que promisorio. Por su lado, Marioneta, segundo largometraje de Álvaro Curiel de Icaza, parte con acierto de una intrigante premisa: un grupo de falsos mendigos controlado por un gángster local (Juan Manuel Bernal, propiamente torvo), es entrenado en su mendicidad por un actor cubano desempleado. Aunque la conclusión es algo precipitada y no del todo convincente, la película tiene su peso dramático (y ganó el premio de la Fipresci).