Opinión
Ver día anteriorSábado 16 de marzo de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La importancia de la educación especial
E

n la semana pasada tuve la oportunidad de asistir a una reunión en la que un grupo de maestros de la Escuela Normal de Puebla, describió un método orientado a lograr que niños con deficiencias auditivas pudiesen hablar y comunicarse en el lenguaje español gracias a la utilización de aparatos auditivos complementados con una metodología orientada a recuperar su capacidad de comunicación con otros seres humanos utilizando algún lenguaje natural, percatándome de la importancia que tiene esta metodología en la solución de uno de los problemas más serios que enfrenta la educación actualmente. Es probable que para los padres cuyos hijos no tienen afortunadamente ninguna discapacidad, les cueste trabajo comprender las dimensiones del problema, ello explica por qué la sociedad mexicana le dio tan poca importancia a la decisión gubernamental de desaparecer las escuelas de educación especial, así como los programas de preparación de los maestros que debían laborar en ese tipo de escuelas.

¿Qué sucede a los niños que no escuchan, o que presentan problemas con la vista al ingresar al sistema educativo? En algunos casos, en los que la familia cuenta con recursos económicos, el problema es resuelto desde los primeros años, de manera que la mayor parte de esos niños se incorporan pronto a las escuelas a las que asiste el resto de los niños y niñas normales. Pero en los otros casos, los niños que requieren atención especial no cuentan hoy con esta opción, como consecuencia de la decisión del gobierno anterior de desaparecer las escuelas de educación especial con el argumento de que la totalidad de las escuelas públicas y privadas no debieran ser excluyentes para quienes soliciten su ingreso en ellas. La política establecida, pareciendo tener un respaldo sólido en la misma Constitución de la República, no toma en cuenta que los maestros de educación básica no están preparados para atender a los niños con discapacidades y que requieren atención especial.

Como en la mayor parte del mundo, en nuestro país un porcentaje significativo, del orden de 10 por ciento o quizás mayor de los niños, nacen con alguna discapacidad o característica que los hace diferentes a los demás, siendo los principales problemas el de la sordera total o parcial, el síndrome de Down, el autismo, las dificultades visuales incluyendo la ceguera, el hiperactivismo y en algunos casos las fallas en el funcionamiento del cerebro o del sistema nervioso central, lo que hace necesaria la presencia y participación de profesionistas preparados para atenderlos. Tomemos como ejemplo el caso de un niño o de una niña que por alguna razón nacieron con una deficiencia auditiva grave, a partir de la cual han sido incapaces de aprender a hablar. En una escuela para niños normales es difícil que el maestro pueda detectar su problema, por lo que es posible que los caracterice simplemente como niños tontos o incapaces de concentrar su atención en el tema que está enseñando; por lo que lo más que podemos esperar de él es que busque a los padres y les informe que su hijo o hija se distrae mucho y que no hace las tareas ni los ejercicios que son realizados en la clase.

¿Pero, qué es lo sucede entonces con estos niños? Si tomamos en cuenta que para pensar o reflexionar en torno a cualquier tema utilizamos el lenguaje para hablar con nosotros mismos, podemos concluir que para estos pequeños, la ausencia del lenguaje se traduce en la incapacidad para pensar, en tanto el pensamiento se expresa por medio del lenguaje, habilidad ésta que es característica sólo de la especie humana; adicionalmente resulta imposible que ellos puedan recordar a otras personas incluyendo a sus padres, en la medida que no tienen vocablos como mamá, papá, o como los nombres propios de ellos para etiquetarlos y asociarlos a esas palabras, de manera que sólo al verlos nuevamente podrán reconocerlos, lo cual nos indica que estos niños, al igual que para los animales, el pasado no existe y el futuro tampoco, sólo el presente, de manera que la supuesta justificación de evitar la exclusión, se ha convertido en la mayor de las exclusiones: La que condena a ese conjunto de seres humanos a la mayor exclusión posible como si fuese un casigo, al limitarles su vida futura a la condición de vivir ajenos al conocimiento y a la mayor parte de las experiencias propias de los seres humanos, las cuales son adquiridas por medio del lenguaje.

Una de las habilidades más importantes que lo maestros de las escuelas de educación especial podían lograr eran el aprendizaje del lenguaje mediante señas realizadas con las manos, que entre muchas otras posibilidades permite también en un tiempo posterior, el dominio de la lectura y del lenguaje escrito. Actualmente los avances tecnológicos están abriendo otras posibilidades, incluyendo el desarrollo de aparatos que permiten eliminar la sordera y lograr que los niños incapaces de oír sonido alguno puedan escuchar las palabras y llegar a lograr el dominio del lenguaje con el apoyo de los maestros especializados, con los que sí contaban las escuelas de educación especial.

Pero este es sólo un ejemplo de algunos de los niños que requieren de la educación especial y de los docentes que pueden y debieran seguir siendo preparados en las escuelas normales de maestros, así como en las universidades pedagógicas; existen otros niños que requieren también de otras estrategias y métodos que permitan integrarlos al sistema educativo, como es el caso de los niños que carecen de capacidad visual o que presentan el síndrome de Down, asegurando la posibilidad de integrarse a este importante Sistema de Educación Especial y cumplir con ello el mandato constitucional de ofrecer a todos los niños y adultos la educación necesaria para su desarrollo como seres humanos. Las escuelas de educación especial debieran volver a funcionar para enmendar el error cometido por la pasada administración.

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