Opinión
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Los de abajo

Dos preguntas

“¿P

rogreso para quién?”, se preguntaba en voz alta Samir Flores, el defensor del territorio nahua y comunicador comunitario asesinado en Amilcingo en el contexto de su oposición a la termoeléctrica de Huexca. ¿Progreso para qué?, insistía en las asambleas. ¿Qué significa el progreso para nuestras comunidades?, le espetó al Presidente el 10 de febrero en Cuautla, apenas diez días antes de que dos balas acabaran con su vida.

La aparente sencillez de sus preguntas tienen como respuesta las razones de los megaproyectos que se imponen sobre los territorios de los pueblos indígenas, para quienes implica, literal, su desaparición, como en el caso de la comunidad de Huexca, Morelos, que se se opone al proyecto energético porque le va la vida en ello.

Minas, carreteras, hidroeléctricas, acueductos, trenes, gasoductos, centros turísticos, aeropuertos y un largo etcétera atropellan el tejido comunitario, la flora y fauna, cultivos, ríos, manantiales y mares, zonas arqueológicas y bosques. Se trata de la continuidad de un plan neoliberal que se instaló en México hace tres décadas, y que tiene hoy uno de sus momentos más álgidos.

Mal se hará si se desprecia la voz de los pueblos que rechazan su aniquilamiento. Los herederos de Zapata anuncian movilizaciones que inician el 7 de abril en Morelos. Se prevén actos en Amilcingo y en la ex Hacienda de Chinameca, lugar en el que hace 100 años asesinaron al general revolucionario y donde se tiene prevista una conmemoración oficial que, advierten los pobladores nahuas, no permitirán.

Dos días antes de la consulta para imponer la termoeléctrica asesinaron a Samir Flores. Por un momento se pensó en estas tierras que habría sensibilidad institucional para no llevar a cabo el cuestionado procedimiento. No fue así. Todo parece indicar que de nuevo se impondrá la sinrazón el 10 de abril, fecha que les pertenece a las comunidades indígenas y campesinas, a quienes se les sigue enviando mensajes adversos,

Han declarado persona no grata al Presidente en comunidades en las que se votó por él. No son priístas ni panistas. Confiaron en su palabra empeñada en 2014 y hoy se dicen traicionados. Hay que escucharlos.

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