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Ver día anteriorDomingo 10 de marzo de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Mar de Historias
C

armita escucha a un vecino que, al pasar frente a su puerta, le dice a su mujer: Vamos tardísimo, son las doce. Consciente de la hora, suspende su trabajo en la cocina, se quita los guantes de plástico y observa sus manos: gracias a la crema que le regaló Mercedes ya no se ven tan ásperas. Si no me apuro no llegaré a tiempo –dice, fiel a su costumbre de hablar sola.

De prisa se dirige a su recámara. En cuanto abre la puerta ve, colgadas en la pared, su falda de holanes, la camisa con encajes, la fajilla y el rebozo: el atuendo que lleva a los ensayos generales. Piensa emocionada en el próximo concurso, del que esperan salir vencedoras tanto ella como sus compañeras: Mercedes, Soledad, Abigaíl y Eustolia. Desde hace un año, poco después de conocerse en el Centro Comunitario de Desarrollo Artístico, las cinco integran el conjunto de baile Siemprevivas.

II

Carmita observa las prendas, ya dobladas, sobre la cama. Algo la inquieta y se interroga: ¿Qué me falta? Ah, sí, ¡las trenzas! Se acerca al clóset, las saca del cajón donde acostumbra guardarlas y se queda mirándolas. Son negras, de estambre. Le recuerdan los festivales escolares, a Sergio –su pareja de baile– y los primeros besos. Éramos unos bárbaros. Si nos hubieran cachado, ¡ya me imagino..!

El timbre del teléfono la sobresalta. De seguro la está llamando Eustolia, la mandamás entre las Siemprevivas para recriminarle su demora. Descuelga y habla sin pausa: “Perdón, se me hizo tardísimo. Llego en veinte minutos. Si quieren comiencen el ensayo sin mí. ¿Cómo que hoy no ensayaremos? Imposible: piensa que el concurso es dentro de quince días. Es que estoy nerviosa. Está bien: habla tú. No grites, no estoy sorda. ¿Cómo que cerraron el Centro? ¿Por cuánto tiempo? ¿Cierre definitivo? No podemos permitirlo. Tenemos que hablar con el licenciado. ¿Ya lo hicieron? ¿Y qué les respondió? Siente mucho que vayamos a salir perjudicadas con el cierre, pero no hay marcha atrás, ¡qué bonita explicación! Tola: no te imaginas cuánto, cuánto, lo siento. Estaba muy encariñada con el Centro y me duele que desaparezca. Claro que somos amigas y podremos seguir viéndonos, pero ya no concursaremos. Era tan emocionante, tan bonito: sentía como si fuera a casarme. Palabra que no estoy llorando. La que llora eres tú. También siento feo de que se deshaga el grupo: para mí ustedes, más que compañeras de baile, son mi familia. Tola, perdona: está sonando el timbre. Luego te hablo.

III

Carmita lleva minutos contemplando el atuendo. Verlo ya inútil, doblado sobre la cama, agrava su decepción y su tristeza. Será mejor guardarlo. Al inclinarse para tomar las prendas se le ocurre un juego: ponerlas en el orden que tendrían si las llevara puestas una mujer, ella.

Fiel a su costumbre, habla en voz alta: Primero la blusa, después la falda, luego, la fajilla.

Cumplida la tarea, se aleja para ver el efecto del cambio. Logró su propósito: ataviar el vacío; pero falta algo más: el rebozo. Lo despliega sobre la blusa, como si cubriera los hombros de alguien: ella. Para que la ilusión sea perfecta acomoda las trenzas en derredor de un cojín e imagina que enmarcan su rostro y caen sobre su pecho.

Carmita reconoce que su juego fue una buena solución para disminuir su tristeza. Le gustaría que fuera posible hacer lo mismo con su vida: cambiar el orden de las piezas, reconstruirla, tener fuerzas para perseguir otros sueños y compartirlos con sus amigas: las Siemprevivas. Estarán, como ella, preguntándose cómo van a reorganizarse. Hasta hace muy poco tenían un destino inmediato, dónde reunirse, tareas precisas, proyectos, metas.

Una muy importante: ganar los concursos de baile interdelegacionales. Carmita se corrige: ¿Interalcaldiales? ¡Suena horrible! –dice, e imagina lo mucho que se reirían de su ocurrencia Mercedes, Soledad, Abigaíl y Eustolia. Sí, quiere oír que se rían, como hacían en el Centro Comunitario de Desarrollo Artístico.

IV

Se incorporó a él por sugerencia de Luz, la doctora que, una vez por semana, le toma la presión en la farmacia. Del trato regular nació una amistad limitada que deja espacio a la confianza y la sinceridad. Una mañana Carmita le confesó a Luz su desánimo: Con decirle que hay veces que ni siquiera me visto. ¿Para qué? Salgo muy poco, ya no tengo amistades y mis hijos cada vez me visitan menos. Me siento abandonada.

Luz pagó la confianza con una leve indiscreción: Doña Abigaíl, otra de mis pacientitas, estaba igual que usted: desganada, triste. Hasta que un domingo, de casualidad, pasó frente al Centro Comunitario de Desarrollo Artístico. Entró a conocerlo. Le gustó tanto que ese mismo día se inscribió y al siguiente tomó su primera clase de baile. ¡No se imagina qué cambio! Desde entonces parece otra: anda animada, tiene amigas, vive llena de compromisos y se ha puesto muy guapa ¡a los ochenta! ¿Por qué no hace la prueba? Si no le gusta el centro, lo deja. No pierde nada: las clases son gratuitas. Si quiere le doy el teléfono de doña Abi para que ella le explique bien cómo está la cosa.

Antes de una semana Carmita se convirtió en asistente regular al centro. Abigaíl se encargó de presentarla con sus compañeras en la clase de baile: Eustolia, Soledad y Mercedes. (Mucho gusto). Por exigencias del programa de estudios pronto formaron el grupo Siemprevivas. Aparte de asistir lunes y viernes a clases, los fines de semana se reunían para ensayar en la casa de alguna de las cinco. La velada terminaba con una comida leve, una que otra copita, confesiones –jamás me lo hubiera imaginado de ti– y chismorreos que las hacían reír hasta las lágrimas.

La noción de que todo eso terminará porque a alguien se le ocurrió cerrar el Centro de Capacitación Artística enfurece a Carmita. Con movimientos bruscos revuelve las prendas y las tira al suelo.

Al mirar el amasijo de telas piensa en que así de revuelta está su vida. De pronto ve, aún tendidas sobre la almohada, las trenzas de estambre. Las toma, se las encaja en el pelo y sonríe. Otra vez le recuerdan los festivales escolares, a Sergio –su pareja de baile– y los primeros besos.