Opinión
Ver día anteriorViernes 8 de marzo de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Del diagnóstico al pronóstico
U

n alto funcionario del gobierno federal actual, refiriéndose a la violencia, hace meses dijo: México está sobrediagnosticado, sabemos todo lo que pasa y qué se debe hacer. Creo que el señor acertaba, el panorama de la violencia en la superficie parecía más que conocido, no así sus movimientos telúricos. En días, la lente del observador público, como caleidoscopio, saltó de los cárteles al huachicol y ahora a actos de violencia múltiples y cotidianos. Parto de que el funcionario tenía información precisa de ese día y el juicio que hacía basado en ella era razonable.

Cada día fluyen malas noticias, voces alarmantes, estadísticas negativas, escenas crueles que indican que seguimos en una vorágine delictiva a la que no se ve el inicio de una declinación tranquilizadora. Cien días de esfuerzo es nada ante el deterioro de 20 años.

En seis meses, tres o cinco años, que son términos usados por el hoy gobierno, no habrá declinado la violencia ni se habrá iniciado el proceso de pacificación y mientras, seguimos en discusiones poco informadas, anuncios intrascendentes, precipitaciones, contradicciones y preocupantes espacios vacíos de creatividad y acción.

Lo que parece recomendable es dejarse de diagnósticos, que es hurgar en el pasado, y con rigor lograr anticipar el futuro que sería la estupenda tarea predictora de un aparato de inteligencia. Hoy deberíamos ser capaces de vislumbrar sensatamente qué nos espera a seis meses, a tres o cinco años y no lo somos.

Hay que aceptar que el plan del gobierno contiene modelos innovadores de prevención y persecución del delito, como el fraccionamiento del territorio nacional en regiones de características criminógenas propias y con respuesta oficial específica. Sin embargo, la falta de información detallada sobre qué son, qué infraestructura los apoya y cómo operan, salvo que habrá presencia policial proporcional, abre espacios al escepticismo. Más inquietante aún es que no se sepan los logros ni fallas ni de esas regiones.

Y no es esto una crítica simplona, no, no sería constructivo. Los delitos siguen multiplicándose, sus huellas del pasado siguen presentes. La conclusión es que estamos lejos de ver un algo alentador. El problema de la violencia es mayúsculo y sorprendente en su capacidad de transformación y fortalecimiento.

Si seguimos diagnosticando el presente, el futuro inclemente seguirá arrastrándonos. Ver al futuro no es tarea de taumaturgos. Es un ejercicio científico en sus insumos, en sus métodos y en sus conclusiones, en este caso sociopolíticas, contorno que no se ha estimado suficientemente. Pareciera ser que lo urgente empieza a dominar. (reforma al artículo 19). Las precipitaciones que pronto veremos respecto a la Guardia Nacional serán ejemplo del hacer público basado en el poder, no en principios de derecho, eficiencia y método.

Muy difícil sugerir algo consistente. La grave situación de hoy será gravísima mañana, pero lo que es evidente es que la acción cotidiana actual no responde al futuro. Tómese como ejemplo el tráfico de armas. Por encima de la personalidad de Trump, la verdad es que no hay un plan sólido para enfrentar el problema. Nunca habrá un momento fácil en la relación con Estados Unidos. La lucha contra el tráfico de armas empieza en Washington y no necesariamente con alterar la Segunda Enmienda.

El tema de los grandes fabricantes, importadores y distribuidores estadunidenses, sus conexiones dentro de aquel territorio, sus flujos financieros, su corrupción oficial, no tienen suficiente presencia en nuestras estructuras de impedimento. Tráfico de armas y lavado de dinero son claves y no son una prioridad en los hechos.

Todos los días se anuncian remplazamientos de miles de tropas atendiendo misiones emergentes. ¿De dónde salen esas tropas, no tenían ya una misión? Empieza a invadirnos la búsqueda de la solución inmediata y empezamos a olvidar los propósitos integrales, aunque de respuesta pausada: Qué pasó con la Universidad Nacional de Seguridad Pública (se han usado varios nombres) de la campaña. ¿Dónde se están formando los miles de especialistas necesarios, no los policías que se están reclutando?

Las innovaciones tan anunciadas tienen un enemigo: están diseñadas para problemas actuales sin vocación de futuro. En numerosas ocasiones el Presidente ha hablado de privilegiar la profesionalización e inteligencia criminal sobre el uso de la fuerza. Hoy la inteligencia criminal, en sus actores y diversidades, está más desarticulada que nunca y el uso de la fuerza está privilegiando su efectismo.