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Cómo transformar sin violencia
¿C

ómo transformar sin violencia la transformación que se va convirtiendo en amenaza?

Para el gobernador Murat, de innegable estirpe priísta, el presidente López Obrador hará por Oaxaca más de lo que se ha hecho en los últimos cien años (Noticias, 20/12/18). Anuncia, pues, que la Revolución al fin hará justicia a la pobre Oaxaca; recibirá lo que le falte de la Tercera Transformación y además le caerá encima la Cuarta, cuando se realice en el Istmo de Tehuantepec el viejo sueño de Porfirio Díaz.

López Obrador criticó abucheos a Murat. “Exijo respeto a las autoridades –señaló. Ya chole con los pleitos, ¡ya!... Pasó la campaña; es tiempo de reconciliación” (Noticias, 24/12/18). El Corredor Multimodal Interocéanico va porque va, subrayó el mandatario, aunque no se hará nada sin consultar a las comunidades (La Jornada 24/12/18), ¿Cómo se resolverá esto? Muchos ya dijeron que no va…

Los anuncios del Presidente fueron muy celebrados. En los pueblos indios todas las personas de más de 65 años recibirán el doble de pensión y todos los jóvenes becas como aprendices o estudiantes. Se cumplirán así los propósitos de este diseño del Banco Mundial: individualizar lo comunal y educar en el consumo, ampliando el mercado interno.

Productores y empresarios también están contentos: habrá buen precio de garantía para maíz y frijol. Se intensificará así el turismo de granos, exportando lo que se produce en Oaxaca e importando de Sinaloa y Sonora lo que comen los oaxaqueños. La doble operación está en la lista de planes para el renovado puerto de Salina Cruz: exportar azúcar, polietileno y mármol e importar sal, trigo y minerales para las cementeras locales (La Jornada, 24/12/18).

Como dijo en su momento el general Cárdenas, a quien tanto admira AMLO, no se trata de indigenizar México, sino de mexicanizar a los indios. El desarrollo del sureste, el que podrá finalmente desindianizar a sus indios, empezará por encementar a los pueblos: se entregaron cheques para 50 de las 188 cabeceras municipales oaxaqueñas que construirán sus caminos con cemento hidráulico. Más cemento se usará en el libramiento de Matías Romero y en carreteras y autopistas.

Los intelectuales orgánicos del nuevo régimen celebran continuamente el triunfo de la lucha que empezaron desde adolescentes. En 2018 se habría dado el primer paso de una transformación esperada por mucho tiempo. Dicen que pugnaron siempre por la desaparición del sistema dominante y que lo conseguirá la Cuarta Transformación, pero no quieren que ésta sea definida o calificada dogmáticamente, con ideologías obsoletas. Para ellos, el sur profundo no rechaza el capitalismo; lo que quiere es abrirse al capitalismo norteño, donde los infiernos sociales se compensan porque hay empleo y la ilusión de un futuro mejor. Saben de los riesgos del Tren Maya, pero consideran que bastarán algunos controles para que lo aprovechen pequeñas empresas de turismo alternativo y se respete el ambiente.

En su canción, los chalecos amarillos dicen que hubo un tiempo en que creyeron como idiotas la promesa de que en el régimen dominante podría haber justicia, igualdad y fraternidad. Pero despertaron; no aceptan ya capitalismo, patriarcado o sistema de representación.

Tal promesa no tenía el mismo eco entre nosotros. Desconfiamos siempre de lo que llamaban democracia, de sus procedimientos y de sus resultados. Las desastrosas experiencias de los gobiernos progresistas de Sudamérica, que usaron el mismo discurso desarrollista de la Cuarta Transformación para justificar su matrimonio con el capital, fortalecieron nuestro antiguo rechazo de todas las formas de patriarcado capitalista.

La lucha de los pueblos, la que se libra desde abajo, la que se basa en la dignidad, sabe bien que no hay acomodo posible con un régimen cuya fiebre autodestructiva arrasa todo a su paso. Su camino es muy otro. Lo marcan jóvenes que defienden vida y territorio desde la comunidad, como los de Ixhuatán, en el Istmo, que sembraron paz al plantar los cuerpos de sus compañeros asesinados el 16 de diciembre. Nada le piden a los gobiernos. Se saben en medio de la inmensa violencia que anticipa grandes desarrollos. Están decididos a seguir su camino, aunque el corazón duela aún y las lágrimas broten.

En pequeño, sin pretensiones, haciendo lo que falta, resistiendo siempre, sin acomodarse a los vientos de arriba –aunque lleguen vestidos de seda–, sin convertir en enemigos a quienes fueron alguna vez compañeros de lucha, los de abajo están de pie. Aprendieron del Encuentro de Redes de Resistencia y Rebeldía, que se realizó en estos días. Dondequiera que estén, celebrarán el 25 aniversario del inicio de la guerra contra el olvido, cuya conmemoración empezó hoy en tierras zapatistas. Con pueblos y comunidades seguirán alimentando la esperanza que nació el primero de enero de 1994 y es hoy más vigente que nunca.