Opinión
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Una particularidad personal de 2018
A

unque puedo escribir sin que ningún editor ni nadie me lo pida, y así se publique lo que escriba o quede en espera en la pista de despegue, también soy capaz de escribir cuando un editor o un coordinador de algún proyecto editorial me invita a colaborar con un escrito en determinado plan. Incluso diría que la buena disposición con la que atiendo estas solicitudes son un estímulo que me favorece. En todo caso, y de manera insólitamente sucesiva, fue lo que experimenté este año por lo que hace a mi trabajo de escritora.

Así fue como, a lo largo del año, escribí y se fueron publicando diferentes escritos míos, la mayoría de los cuales, de no haberme sido solicitados, probablemente no habría escrito.

En enero, cuando Claudio Lomnitz, a solicitud de Jorge Volpi y para el Departamento de Publicaciones de Difusión Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), coordinó una antología en conmemoración de los 50 años del movimiento estudiantil de 1968, con un peculiar sistema de rifar los 50 años entre los 50 autores invitados a participar en el proyecto, de modo que lo que fuera que el escritor invitado escribiera incluyera la mención a algún acontecimiento específico del año que le hubiera tocado en la rifa y que de algún modo se pudiera relacionar con el movimiento estudiantil de 1968, escribí Abrirle la jaula al canario.

En marzo, Amanda de la Garza, curadora adjunta, y Ekaterina Álvarez, editora del Departamento de Publicaciones, del Museo Universitario Arte Contemporáneo, de la UNAM, me pidieron que escribiera mis impresiones personales de Alcira Soust Scaffo, para el catálogo de una exposición que prepararon sobre la poeta y artista con motivo de los 50 años del movimiento estudiantil de 1968, escribí Alcira Soust Scaffo: la deshabitada.

En abril, a petición de Julio Eutiquio Sarabia, para el número de julio/agosto de la revista Crítica, que él dirige, desde la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, escribí La época horizontal de Bárbara, un testimonio de la experiencia entre la vida y la muerte que atravesé a lo largo del año pasado.

Asimismo, en abril, en nombre de la revista Perspectiva Interdisciplinaria del Laboratorio de Creación Musical, Julio Estrada, su director editorial, me invitó a escribir un artículo sobre la relación del músico estadunidense-mexicano Conlon Nancarrow con la Brigada Lincoln, para un número de la publicación dedicado a él, y escribí Conlon Nancarrow, la compañía del silencio.

En agosto, para celebrar el 30 aniversario de la segunda época de la revista Artes de México, a solicitud de Diego Iván Vicente Almaguer, asistente de redacción, que coordinó un número conmemorativo de alebrijes, y que envió a los poetas y escritores invitados imágenes con los diferentes temas que la revista ha tratado para que, entre ellas, cada quien eligiera una y la transformara en caligrama, yo elegí la imagen de México bajo la lluvia , de Vicente Rojo, y compuse el caligrama correspondiente.

En octubre, cuando Armando Colina, director de la Galería Arvil, me pidió un breve recuerdo de mi experiencia con la galería, para una publicación que conmemora su 50 zniversario, escribí Arvil que conocí.

Y en noviembre, Avelino Sordo Vilchis me invitó a participar con un escrito, no mayor de 21 mil palabras, ni menor de 18 mil, en un curioso proyecto con el que, desde hace dos décadas, celebra el Día Mundial del Libro. Un autor por año, con un escrito en el que de algún modo el autor celebre, en conjunto o en alguna combinación determinada, al libro, la lectura y los lectores, que se publica el 23 de abril y cuyo tiraje, de entre mil y 3 mil ejemplares, se distribuye completo, de forma gratuita, específicamente ese día, en la cadena de librerías Gonvill de Guadalajara. En estas líneas no incluyo el título de la autobiografía intelectual con la que voy a participar, pues no se ha publicado, pero escribirla fue el cumplimiento de un sueño largamente acariciado.