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Nostalgia
E

sta crónica la publiqué en 2002 y me pareció que es un buen momento para recordarla.

Es curioso darse cuenta de que en todas las épocas la gente suele pensar que todo tiempo pasado fue mejor. Esto se comprueba al leer a antiguos cronistas que vivieron en periodos que ahora pensamos maravillosos y que a ellos les parecieron, en muchos sentidos, de una modernidad decadente.

Ese es el caso de las deliciosas reseñas de don José María Álvarez, quien escribe sus extraordinarias Añoranzas a principios del siglo XX, nostálgico de los tiempos de su infancia en las últimas décadas decimonónicas.

Recuerda don José María las fiestas decembrinas: “En nuestros actuales días las posadas, que antes eran actos meramente religiosos, se han transformado en fiestas profanas donde se charla, se bailan exóticas danzas al descompás de escandalosas radiolas y se liba sin tasa, terminándose muchas veces en verdaderas batallas campales en que abundan los golpes y aun los disparos de armas de fuego.

“Eran bien diferentes en aquellos tiempos de mi mocedad: se cantaba ineludiblemente la Letanía lauretana, formando los concurrentes un largo desfile a cuya cabeza marchaban, llevando en sus andas a los santos peregrinos, y todos los asistentes, al compás de alguien que rasgueaba en la guitarra los sagrados cantos rituales Turris ebúrnea, Consolatrix aflictorum y Regina virginum, que todos coreaban unciosamente con el Ora pro nobis.

Tras la detallada descripción de la velada, con gran erudición nos platica el origen de las posadas, que sólo se celebran en nuestro país y se originaron en las pequeñas piezas religiosas llamadas autos, que los misioneros componían en lengua mexicana. Uno de los primeros 12 franciscanos, fray Luis Fuensalida, escribió en náhuatl los Coloquios entre la Virgen María y el Arcángel san Gabriel.

También nos comenta –con sorna– de la cada día más popular costumbre del árbol de Navidad y Santaclós: “En los tiempos antañones no se introducía aún la costumbre de poner el árbol de Navidad, ni se habían importado a nuestro país copias exóticas del extranjero Pere Noel, como se dice en Francia, Wottan en Alemania, o Santa Claus, nombre híbrido con el que se le designa en Estados Unidos y que es una corrupción de San Nicolás, que fue un santo griego que se volvió leyenda en Rusia.

“Esto explica su atuendo, que es parecido al de un mujick, con el blusón atado a la cintura, pantalón bombacho y botas. El rojo del atuendo se atribuye a que San Nicolás era obispo y éstos usan la vestimenta de ese color; el trineo tirado por renos era el transporte usual durante el gélido invierno en ese país.”

De la tradición del árbol de Navidad, nos comenta don José María que proviene de los países nórdicos de Europa, donde existe una leyenda cristiana que alude a un monje llamado Colomban, quien reunió a sus correligionarios en lo alto de una colina, en torno a un sabino venerado por los habitantes, para fijar en sus ramas, justamente la noche de Navidad, antorchas en forma de cruz que iluminan por su resplandor. En México introdujeron la costumbre extranjeros que pronto fueron copiados por la aristocracia local y finalmente por los habitantes de las ciudades.

Y aquí terminamos porque ya es hora de comer y nos vamos a agasajar con un festín navideño en uno de los mejores restaurantes de comida mexicana: El Bajío, situado en la avenida Cuitláhuac 2709, por los rumbos del bello Azcapotzalco.

Dos entradas imprescindibles: tacos de jaiba al vapor, envueltos en hoja de plátano, con salsa negra y roja, típicos de Jalapa, y gordas infladas rellenas de frijol o requesón. Ahora sí ya estamos listos para el bacalao y los romeritos con sus clásicas tortitas de camarón. El postre: nieve de zapote, guanábana o mamey y un aromático café de Coatepec. Si tiene suerte y está Titita, su adorable dueña y chef, no deje de saludarla; su plática es tan sabrosa como su comida.