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Eduardo de la Vega explora la censura al filme El brazo fuerte, de Korporaal

Era una abierta crítica a la clase política mexicana de los años 60

Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Viernes 21 de diciembre de 2018, p. 5

A finales de los años 60, una película independiente –que ya anunciaba el recambio generacional– que rompió con el control de la industria cinematográfica mexicana, se formó como un caso particularísimo en la larga historia de la censura gubernamental. Se trata de El brazo fuerte (México, 1958), del holandés Giovanni Korporaal, pues debido a su abierta crítica al sistema caciquil –sustento del régimen priísta– fue prohibida en las salas cinematográficas, justo entre dos periodos presidenciales, el de Adolfo Ruiz Cortines y el de Adolfo López Mateos. De paso, demostró la falsedad de que tales fueran gobiernos modernos, críticos y democráticos.

“El problema que los censores ven en la película es que muestra que los políticos oficialistas son prácticamente analfabetas, incapaces de gobernar, corruptos, ambiciosos y, además, eran generales ex revolucionarios.

Lo interesante es que el régimen está sostenido en el caciquismo y en el cacicazgo, y en esa época resultaba mucho más evidente por todo el país, pero a la vez era muy soterrado. Se inició en el campo, pero luego el fenómeno se trasladó a la ciudad, y todavía hoy existe hasta en el medio cultural y el cinematográfico, plantea el investigador e historiador Eduardo de la Vega Alfaro.

El expediente de la censura cinematográfica a la que estuvo sometida la película desde la Secretaría de Gobernación se encuentra registrado y analizado en su libro más reciente: Cine, política y censura en la era del Milagro Mexicano (CUCSH-Universidad de Guadalajara, 2017), en el que también escudriña los casos de Espaldas mojadas (México, 1953), de Alejandro Galindo; El impostor (México, 1956), de Emilio Indio Fernández, y Rosa blanca (México, 1961), de Roberto Gavaldón.

El libro se presentó ayer en la Cineteca Nacional y, posteriormente, se exhibió la versión restaurada de El brazo fuerte así como varios cortometrajes en los que el holandés colaboró para la empresa Teleproducciones, de Manuel Barbachano Ponce.

Cuando Reco Films, empresa fundada ex profeso por una pareja de estadunidenses, el pintor Norman Millet Thomas y su esposa –devenida productora del filme–, Rebeca Salinas de Duff, sometió esta película marginal a la Dirección General de Cinematografía, ocurrió una doble censura, plantea de la Vega: primero, los supervisores la denunciaron por retratar a los políticos mexicanos como corruptos, arribistas, impreparados, relata el investigador y biógrafo.

Pero, además, el director Roberto Gavaldón –cuya Rosa Blanca (México, 1961) paradójicamente sería censurada posteriormente–, líder en ese momento del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC), la denunció y prohibió en las pantallas comerciales hasta que se pagaran los derechos de los trabajadores afiliados que no fueron empleados en la producción, en cumplimiento del bando establecido por Manuel Ávila Camacho. Finalmente, se llegó a un acuerdo en el que participó Rodolfo Echeverría Álvarez, secretario general de la Asociación Nacional de Actores, en el que los productores cedían los derechos de exhibición para América Latina, esperanzados en triunfar en festivales y salas de Europa.

García Riera, defensor

Empero, la cinta volvió a ser detenida en Gobernación: “Otra vez la censuraron con la idea de que está poniendo en irrisión al sistema político mexicano, lo que no obsta para que esta cinta fuera más vista, porque, al ser independiente, fue programada en cineclubes, donde muchos críticos la vieron y escribieron de ella, sobre todo Emilio García Riera, uno de sus más acérrimos defensores, con un texto muy largo y elogioso, aunque le pone reparos.

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▲ Eduardo de la Vega presentó ayer su libro Cine, política y censura en la era del Milagro Mexicano.Foto Pedro González Castillo

El grupo Nuevo Cine se puso del lado de la película porque les resulta inconcebible que la libertad de expresión sea vulnerada cuando se supone que el régimen mexicano ya maduró y puede ser receptáculo de críticas para mejorar lo que ya estaba siendo mejorado en el sistema político mexicano, explica el autor de La Revolución traicionada: dos ensayos sobre cine, literatura y censura (CUEC-UNAM, 2012), sobre la censura a El compadre Mendoza (México, 1933), de Juan Bustillo Oro, y La sombra del Caudillo (México, 1960), de Julio Bracho, que complementan su investigación sobre censura.

El matrimonio encomendó al escritor campechano Juan de la Cabada y al fotógrafo alemán exiliado Walter Reuter –ambos abiertos izquierdistas–, para producir un filme fuera de la industria, es decir, del hegemónico STPC, apoyados por el Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica –autorizado solamente a hacer cortometrajes y noticiarios–, para realizar una relectura de El inspector (1836), la gran obra satírica contra el burocratismo y el caciquismo del ruso Nicolai Gogol –cuya adaptación previa de Fernando de Fuentes, El jefe máximo (México, 1940), era favorable al cardenismo–, para oponerse al caciquismo que, implícitamente, sustentaba a la comedia ranchera.

“Yo lo planteo como hipótesis; obviamente, Juan de la Cabada habrá leído la obra de Gogol, pero por fechas, año y generación, muy probablemente vio El jefe máximo, elaboró un guion y buscó quien lo dirigiera. Escogió a un cineasta sui generis, Giovanni Corporal, holandés de origen e hijo del dueño de salas de cine en La Haya, quien era un apasionado del cine y rebotó en México”.

Según datos hasta ahora desconocidos –descubiertos por Gabriele Angelo Perrone, del Laboratorio de Restauración Digital de la Cineteca–, Korporaal cursó estudios de cinematografía en el Centro Sperimentale de Cinematografía di Roma, por lo que fue discípulo de los neorrealistas italianos y asistente de Vittorio de Sica, aunque sin crédito, en Ladrón de bicicletas (Italia, 1948) e Indiscreciones de una esposa (Italia, 1953). Luego, arribó a México para dirigir un western en Durango de producción estadunidense, que acabaría filmando años después, El diabólico (México, 1977), “western fantástico, fantasmagórico”.

Oasis de surrealistas

La película fue filmada en el pueblo de Erongarícuaro, Michoacán, favorito de varios surrealistas como Gordon Olson Ford, Alice Rahon, Remedios Varo –quien lo describió como una isla suspendida en la luz–, Jacqueline Lamba (ex esposa de Breton), y lo adoptaron como oasis para crear obras e inspirarse en sus sobresalientes artesanías.

Y sería estrenada hasta 1974, durante la aparente apertura echeverrista: Creo que sólo la demanda y la presión fuerte de las sociedades o de los sectores respectivos a los que concierne, permiten censurar a la censura. Prohibir que se prohíba, como decían en el Mayo Francés y abrir archivos para que, investigando hacia atrás, encuentres parte del sentido del presente. Y para evitar volver a caer en eso, concluye el coordinador del libro Historia de la producción cinematográfica mexicana, 1977-2000.