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Salario mínimo, en el sótano // Poder adquisitivo inexistente

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odos opinan al respecto, unos en favor y otros en contra, pero ahora que está en boga el tema de los altísimos salarios y prestaciones de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en particular, y de la burocracia dorada del Poder Judicial, en general, vale subrayar que nadie ha abordado el otro lado de la moneda, es decir, el deterioro del ingreso de la mayoría de los mexicanos, el cual acumula una brutal pérdida de poder adquisitivo.

Como bien advierte el Centro de Análisis Macroeconómico de la Universidad Nacional Autónoma de México en su más reciente análisis –del que se toman los siguientes pasajes–, el tamaño del despojo de que hemos sido sujetos como trabajadores implica necesariamente relacionarlo con el poder adquisitivo del salario y el tiempo de trabajo necesario destinado para comprar la canasta alimenticia recomendable (CAR).

Para entender la dimensión del deterioro es necesario asociar varios elementos sobre los niveles de ingreso y consumo de la clase trabajadora: la correlación entre el salario mínimo nominal general y el precio de la CAR demuestra que durante el neoliberalismo (1982-2018), producto de las políticas salariales del Estado mexicano, se haya generado como saldo un aumento del salario mínimo de 24 mil 274 por ciento, mientras el precio de la citada canasta alimentaria se incrementó 215 mil 75 por ciento.

Lo anterior demuestra que el incremento salarial acumulado en 36 años significó para la clase trabajadora que por cada peso que aumentaba el salario mínimo el precio de la CAR crecía 10 pesos, lo cual fue consecuencia de la nula regulación e intervención del Estado sobre los precios de los productos básicos en complicidad con el capital, no así con el salario mínimo, mismo que ha sido controlado y regulado con las políticas salariales del Estado mexicano durante la fase del neoliberalismo.

Del punto anterior se desprende la importancia de un indicador como el poder adquisitivo del salario, herramienta con la cual la clase trabajadora puede saber el tamaño del despojo que ha enfrentado y al que ha sido sujeta, teniendo como consecuencia el empobrecimiento generalizado y sistemático de los trabajadores mexicanos. El saldo del primero de enero de 1982 al 26 de octubre de 2018 arroja una pérdida acumulada del poder adquisitivo del salario de 88.71 por ciento, utilizando como referencia el precio de la CAR.

El tamaño del despojo es gigantesco, pues equivale a tener hoy un poder de compra en términos reales de sólo 11 centavos de un peso de 1982. ¿Quién se quedó, y por qué, con los 89 centavos restantes?

Para el primero de enero de 1982, con un salario mínimo general se podían comprar prácticamente tres canastas alimentarias; para el mismo año, con sólo cuatro horas trabajo, se podía generar el salario suficiente para comprar una CAR. Sin embargo, para el 26 de octubre de 2018 con un salario mínimo general sólo se podía comprar un tercio (33 por ciento) de esa misma canasta y ahora, en 2018, se requiere laborar 23 horas con 58 minutos para poder adquirirla.

Como se ejemplifica en la gráfica que acompaña a este texto, la sostenida pérdida de poder adquisitivo se traduce en un deterioro sistemático en la dieta de la mayoría de los mexicanos, amén de que han quedado fuera de su alcance infinidad de productos y servicios.

Enrique Peña Nieto afirmó que durante su estancia en Los Pinos, el salario mínimo general acumuló una recuperación del poder adquisitivo de 17 por ciento, la más alta para un periodo similar en las pasadas siete administraciones, lo cual resulta completamente falso.

Las rebanadas del pastel

Tras 27 años al frente de la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos, por fin Basilio González mordió el polvo. Este nefasto personaje, nombrado por Carlos Salinas en 1991, fue el verdugo de millones de trabajadores. Enhorabuena su salida, y el nuevo titular, Andrés Peñaloza Méndez, tiene frente a sí la obligación de recuperar el poder adquisitivo de los mexicanos.

Twitter: @cafevega