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Ver día anteriorMartes 13 de noviembre de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿Tiene remedio el tema de los migrantes y/o refugiados?
N

o. No en el actual sistema mundo capitalista, dice Slavoj Zizek.

Los mexicanos mirábamos el fenómeno migratorio (migración económica) como país expulsor… Las clases medias urbanas veíamos los toros desde la barrera, sin terminar de ser conscientes de que sin las remesas de millones de mexicanos, muchísimos de ellos ilegales, nuestra economía ya se habría ido a pique y no tendríamos las comodidades de que gozamos. Pero yo, criado en un barrio popular de Celaya, Guanajuato, tengo amigos de la infancia que viven en Estados Unidos y desde allá mantienen a sus familias. Todos tienen un pariente, un amigo en esa situación.

De pronto, veo aparecer entre esa clase media una explosión virulenta de xenofobia ante el cruce de unos pocos miles de migrantes hondureños y salvadoreños, a quienes el gobierno mexicano quiso impedir el paso y tratar colectivamente como los ha tratado individualmente desde hace años.

Esa xenofobia, ese miedo al otro, esa tontería de nos van a quitar nuestro trabajo, primero atendamos a nuestros pobres son los lineamientos básicos del populismo de derecha, como lo define Slavoj Zizek, quien ha dado vida al trumpismo en el país vecino (cuyas voces repiten como ecos esos sectores clasemedieros mexicanos) y el neofascismo europeo.

Porque en la raíz del fascismo (como en la del populismo de derecha definido por Zizek) está el miedo artificial al otro y la transpolación de la lucha de clases. El obrero o el agricultor de clase media baja, blanco anglosajón y protestante que votó por Trump porque lo han convencido de que el enemigo es el liberal que a través de intervenciones federales socava el verdadero modo de vida estadunidense; y el migrante latino, que amenaza sus empleos, y la verdadera “raza americana”. Ese obrero o granjero conservador vota por mantener los privilegios de la oligarquía y en favor de su propia ruina económica.

Las soluciones fascistas o de derecha a la migración pretenden mantener el sistema imperante, y con ello, el saqueo y la opresión de los países y regiones que expulsan a sus crecientes remanentes humanos, sobrantes, a los pretendidos paraísos donde la opresión va disfrazada. Las soluciones liberales son también un callejón sin salida: sin la prohibición de la libre circulación de las personas en este mundo donde circulan libremente las mercancías, desaparecerían sus paraísos donde la realidad brutal de la explotación y la dominación violenta, pasea disfrazada de lo opuesto, de libertad, igualdad y democracia.

¿Qué hacer? Mientras no se rompa este modelo económico, cualquier solución es cosmética. La única manera de evitar las grandes corrientes migratorias y el llamado choque de civilizaciones, consiste en emprender un cambio económico radical que elimine las condiciones que crean refugiados, es decir, “el capitalismo global actual… y sus juegos geopolíticos”.

¿Cómo? Buscando de manera organizada el bien común.

Cuando yo era joven, el intento organizado de regular el bien común se llamaba comunismo. Quizá deberíamos reinventarlo. Dentro del capitalismo realmente existente hay cuatro antagonismos ineludibles: la amenaza de una catástrofe ecológica; el fracaso de la propiedad privada para integrar a su funcionamiento la llamada propiedad intelectual; las implicaciones socioéticas de los avances tecnológicos, y por supuesto, “las nuevas formas de apartheid, los nuevos muros y los nuevos suburbios”.

Contra la exclusión y frente a estos desafíos que en el modelo capitalista son para Zizek callejones sin salida, ¿cómo entender hoy el bien común?

“El bien común de la cultura… El bien común de la naturaleza exterior… El bien común de la naturaleza interior.”

Las luchas para defender estos bienes comunes comparten la conciencia del potencial destructivo del capitalismo, quizá hasta el punto de la autodestrucción de la propia humanidad.

Lo que hay que recuperar, pues, es la lucha de clases, y la única manera de hacerlo es insistir en la solidaridad global con los explotados y oprimidos. Un día después de los atentados de París en 2015, un refugiado comentó: “Imagine… que el estado de tensión que impera hoy aquí sea una característica permanente de la vida cotidiana”.

Quizá la solidaridad global sea una utopía, pero si no luchamos por ella, entonces estamos realmente perdidos y merecemos estar perdidos.

Slavoj Zizek, La nueva lucha de clases: los refugiados y el terror: la nueva lucha de clases. Barcelona, Anagrama, 2016.

Twitter: @HistoriaPedro