Opinión
Ver día anteriorDomingo 11 de noviembre de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Por un hijo
L

a originalidad narrativa de Por un hijo (Jusqu’a la garde, 2017), primer largometraje del francés Xavier Legrand, se impone al espectador desde la primera secuencia de 10 minutos en la que una pareja plantea a una juez los motivos de su separación. Muy poco se revela de los verdaderos conflictos que conducen a dicha decisión, excepto una mención algo vaga a la violencia física que el rubicundo Antoine (Denis Ménochet), el padre de familia, habría ejercido sobre Josephine (Mathilde Auneveux), su hija de 18 años, o la referencia –más insistente– al acoso sicológico a que el hombre sometió a su esposa Miriam (Léa Drucker), una vez que ella optó por alejarse del marido en compañía de la joven agraviada y de Julien (Thomas Gloria), su hijo de 11 años.

La ambigüedad moral preside toda esa parte del relato. Las partes contendientes se aferran a sus argumentos de defensa, y en algún punto el propio Antoine parece ser víctima del encarnizamiento revanchista de la esposa que le endereza todo tipo de reclamos. La destreza de Legrand consiste en manejar muy bien esas zonas de incertidumbre y dejar que las autoridades judiciales dictaminen el fallo que habrá de generar conflictos todavía más grandes. La custodia de Julien, el hijo menor, será compartida. Antoine tendrá derecho a verlo una vez por semana. El problema es que el niño muestra una aversión desmedida hacia su padre.

En Justo antes de perderlo todo (2013), cortometraje anterior nominado al Óscar, el cineasta había abordado ya el tema de la violencia doméstica prefigurando así la trama que ahora desarrolla con maestría sorprendente. Hay un tono de naturalismo seco en las disputas familiares (de modo particular en los desencuentros entre Antoine y sus propios padres que le reprochan su carácter irascible –No es un azar que tu esposa y tus hijos ya no quieran verte), y sobre todo en la animosidad creciente entre el niño Julien y su padre, figura protectora pronto encaminada a la condición de verdugo. Ese tono tiene como posible referente al cine de Maurice Pialat (La infancia desnuda, 1968; A nuestros amores, 1983), aunque pronto Xavier Legrand muestra una estrategia narrativa más inquietante. Del drama familiar realista lentamente transita a una fórmula de suspenso. No hay manera de desentrañar el misterio que encarna el personaje de Antoine, hombre por momentos afable y cariñoso, luego súbitamente amenazador y autoritario. Su esposa e hijos soportan pacientemente los altibajos temperamentales del hombre con un aparente trastorno bipolar, y ese padre abandonado, casi apestado, llega a suscitar dosis parejas de suspicacia y simpatía. Denis Ménochet interpreta con brío a ese personaje complejo, muy al estilo del actor español Sergi López, radicado en Francia, que tanto sorprendió en la cinta popular Un amigo como Harry (Harry, un ami qui vous veut du bien, Dominik Moll, 2000). Sin embargo, la actuación que verdaderamente impacta aquí es la del niño Thomas Gloria, capaz de registros muy finos en la contención dramática que sugieren un acelerado tránsito emocional de la infancia a la edad adulta, sin el trámite formativo de un paréntesis adolescente.

Además de manejar con habilidad los climas de suspenso, Xavier Legrand dirige a sus actores con una solvencia digna del polaco Kieszlowski de la serie televisiva Decálogo (1988-90). Su negra parábola doméstica podría tener incluso como título secundario No mentirás, a tal punto la exigencia defensiva de la simulación cobra importancia en esta trama, obligando a cada personaje a recurrir a la mentira como manera de sobrevivir a la crisis de confianza que ha dinamitado por completo al núcleo familiar. Ningún espectador de Por un hijo sabe a ciencia cierta en qué momento ni por qué razones precisas se derrumbó el contrato de sinceridad que pudo mantener unida a la familia de Antoine, pero los efectos corrosivos de la quiebra afectiva están a la vista desde las primeras escenas. El recelo y la amargura contaminan todo el tejido familiar y los daños parecen irreparables. El realizador y también guionista se libra entonces a una minuciosa disección de las conductas en un medio rural francés de placidez engañosa, en un territorio plagado de convencionalismos e hipocresías sociales que consigue socavar la estabilidad afectiva de una familia al crear a un ser tan disruptivo e incontrolable como Antoine, ese ogro amoroso que destruye todo lo que toca y que por su misma irracionalidad e inconciencia termina siendo conmovedor y detestable a los ojos de sus propias víctimas. Un primer largometraje estupendo, premio al mejor director en el pasado festival de Venecia.

Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional a las 14:15 y 16:15 horas.

Twitter: @Carlos.Bonfil1