Opinión
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No sólo de pan...

De información, comprensión y lucha

C

ontinúo mi entrega anterior explicando por qué escribí que el hambre es un invento humano como la guerra. El antropólogo físico Santiago Genovés realizó para los Juegos Olímpicos de 1968 el documental Pax, donde demuestra que la guerra es un invento de los hombres. Siguiendo su razonamiento, podemos decir que los humanos, siendo naturalmente parte de la cadena alimenticia, debido a nuestra capacidad única de imaginar, nombrar y conjurar la muerte, rompimos desde tiempos remotos dicha cadena, retirando púdicamente los cuerpos de nuestros semejantes fallecidos, de su reciclaje natural en nuevas formas de vida, mismas que a su vez se transformaban en nutrientes que serían aprovechados por generaciones sucesivas. Nada desaparece, todo se transforma, solía decirse con la esperanza de devenir algo mejor, pero en la realidad los inventos humanos comenzaron a ir en sentido contrario a la naturaleza, diseñados para una vida útil corta pero resistentes a la degradación y transformación, con lo que enfermaron a nuestro Planeta, es decir a nuestro origen, nuestra posibilidad de ser y nuestro futuro como especie.

La naturaleza perdió su perfecto equilibrio, no cuando hubo y hay movimientos naturales de las capas terrestres o inversión de climas que en distintas latitudes dieron lugar a nuevos territorios y mares, sino cuando los hombres la vieron como a una enemiga que debían domeñar, sacándola de sus leyes y su ámbito. Es decir, cuando algunos hombres negaron a Natura y decidieron verla desde un afuera imposible. Porque ha habido y hay comunidades humanas que vivieron y siguen viviendo en armonía con ella, pueblos que, por cierto, no conocían el hambre. Hasta que llegaron otros que, sintiéndose dioses, creyeron reinventarla y se sorprendieron de sufrir en carne propia las consecuencias de su soberbia e ignorancia sobre la tal Natura. Ejemplos concretos de esto último cubren al menos el milenio pasado, pero para no ir tan lejos, en el siglo anterior, las iniciativas humanas sobre el entorno habían arrojado al hambre, ya en 2010, a mil millones de congéneres.

Quienes inventaron el hambre, y la mantienen celosamente, no aceptan su obra como resultado de haber separado Natura del ser humano, reafirmando el espejismo de su superioridad porque han podido alterar las cadenas alimenticias, la retroalimentación del agua, la salud de la tierra y de los bosques, destruir los policultivos milenarios en África, Asia y América, vivir como parásitos de lo que estos continentes aún producen y darles a cambio chatarra. Son hombres con dudoso derecho a usar este sustantivo cuando afirman que todo es mercancía y creen seriamente que a todo hay que sacarle un beneficio monetario para tener un valor ellos mismos. Mientras nosotros, los espectadores boquiabiertos de siempre, todavía creemos que con sus tecnologías van a erradicar el hambre. ¡Válganos Señor!