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Nick Cave y sus semillas hicieron explotar los espíritus con su vitalidad

En el Pepsi Center homenajearon a las víctimas de los sucesos del 68

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▲ Nick Cave se dejó agasajar por cientos de fanáticos. Se situó en medio del escenario para el mayor goce los que estaban cerca y que cantaron las rolas junto al músico.Foto Notimex
 
Periódico La Jornada
Jueves 4 de octubre de 2018, p. 7

La aparición de la apacible figura de Nick Cave en el escenario transmutó en una explosión de sonidos que vagaron entre lo delicado a lo descomunal, de lo generoso a lo grandioso, de la moderación a la maravilla de lo inconmensurable.

El martes por la noche, para ser más precisos el 2 de octubre y en su segunda presentación en Ciudad de México, el músico australiano y su banda, The Bad Seeds, golpearon el centro neurálgico de los Nick’s Bad Fans, que se reunieron en el Pepsi Center para escuchar el homenaje a las víctimas de los sucesos de 1968 con la sutil Into my Arms, con un embarque hacia Jubilee Street, de ahí a los Rings of Saturn y a From her To Eternity, con bifurcaciones iniciadas con Jesus Alone, de ahí a la City of Refuge, hasta llegar al Skeleton Tree y al Higgs Boson Blues, o sea, un blues a la partícula del mismísimo Dios.

Fueron cantos lacerando la dermis y resonancias vulnerando la corteza cerebral, subyugada al embrujo transformador de la música en vivo, el impresionante tañido de Nick Cave y compañía irrigando sonidos acompasados con la corriente sanguínea y el latido del corazón.

Nick Cave se dejó agasajar en sus innumerables ataques al escenario por sus fanáticos. Yo también los amo, respondió al grito anónimo del te amo proveniente de la masa. Se situó en medio del escenario para el mayor goce sonoro/estético/táctil de los fans que estaban a medio salón, que no perdieron la oportunidad de cantar a lo alto y fuerte las rolas con Cave, cerca de sus ojos, a unos metros de sus manos y a nada de su mente.

Regresó, pasó de la interpelación/convivio con el público a ejecutar el piano a dos y a cuatro manos con uno de sus músicos y, de ahí, otra vez a la maravilla inquietante de acompañar con su canto el arsenal de sonidos de los Bad Seeds.

Gritos incomprensibles/irracionales de quienes se pensaban en el concierto de un ídolo pop, así como diálogos ininteligibles de personas que no sabían a quién tenían enfrente.

Sin embargo, eso, aunque molesto, fue lo de menos ante el vital despliegue musical y escenográfico que Nick Cave hizo por todos los rincones del escenario.

Semillas sonoras que el granjero Nick Cave hizo germinar/migrar en semillas iniciáticas, lúdicas, alocadas, trepidantes, irritantes, explosivas, plantadas en cada uno de los asistentes para hacerlas brotar/explotar en sus espíritus, para que las atesoraran en lo más profundo de sus corazones.

Fueron 23 rolas en el concierto, que en el primer acto tuvo la parte más nutrida y que acabó con el público encaramado en el escenario, coreando el ritmo que Cave y Las Malas Semillas le marcaron, bailando desasosegados en todo el proscenio. Luego regresaron y acecharon en el segundo acto con tres temas agitados y concluir una cuarteta del corte fino de su repertorio.

Al final el público quería más, porque, como se sabe, con artistas formidables como Nick Cave, una, dos o ene veces veces nunca serán suficientes.