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La gesta estudiantil ‘‘radicalizó a mi hermano Cutberto, muchacho de Tepito’’

Mucho le costó hablar de su experiencia, pero lo marcó y creo que también a México, refiere Greco Hernández en entrevista con La Jornada

 
Periódico La Jornada
Sábado 15 de septiembre de 2018, p. 3

En su libro La noche interminable: Tlatelolco, Greco Hernández Ramírez recoge el relato de su hermano Cutberto, participante en la gesta del 68, quien le contó que cuando estuvo preso en Santa Martha Acatitla nunca lo golpearon. ‘‘Me trataron bien celadores, reos y funcionarios del reclusorio. Lo que sí, sólo comíamos frijoles. No me voy a quejar, nunca nos golpearon”.

Los celadores abrieron una crujía nueva en Santa Martha Acatitla, en la que habían encarcelado a dos grandes líderes del movimiento ferrocarrilero, Valentín Campa y Demetrio Vallejo, para recibir a ‘‘los estudiantes revoltosos”. A los chavos, en los interrogatorios tampoco los trataron mal.

–Greco, ¿piensa usted que en el movimiento estudiantil se crearon héroes por default como ahora suele decirse a pesar de las fotografías de muchachos ensangrentados, humillados, con los brazos en alto en la noche del 2 de octubre, como vimos en fotografías a Florencio Sánchez Osuna publicadas en la revista Proceso?

–Mi hermano dice saber que a muchos los maltrataron en el Campo Militar número 1, los torturaron. Mi tío Guillermo, quien conservó su uniforme militar y por eso ayudó a mi madre a buscar a mi hermano Cutberto, cuenta que había hornos en el Campo Militar número uno.

Militantes de un izquierdismo activo

A 50 años de la gesta del 68 y la matanza de la noche de Tlatelolco, me pregunto qué le sucede a una familia después de luchar en un movimiento estudiantil que termina en una masacre y cómo los marca. Greco Hernández cuenta que a Cutberto, su hermano mayor, el movimiento estudiantil lo radicalizó y se fue a la revolución a Nicaragua, donde combatió tres años.

En 1971, cuando ‘‘el halconazo”, otro de sus hermanos, Efrén, participó sin ser aprehendido. Sus hermanas también se inclinaron por un ‘‘izquierdismo activo”. Cutberto tiene ahora 70 años y vive en Sinaloa, se casó, tiene una hija y se calmó. ‘‘Cuando tienes familia le bajas a tu ritmo vertiginoso”.

‘‘Mi madre siempre nos dijo que si queríamos salir de Tepito, teníamos que estudiar y dio su vida para apoyarnos y por ella lo logramos. La tragedia de barrios como Tepito –existen muchos en la ciudad– es que ahí adentro tu destino lo traza la falta de oportunidades. La gran mayoría de mis amigos de primaria están en la cárcel o muertos.

‘‘En Tepito es muy duro romper ciertas reglas y la única manera es estudiar. Soy el penúltimo de la familia de los Hernández Ramírez y a los más chicos nos fue mejor. Para comer le ayudé a una chava a vender pantalones de mezclilla; los sacaba yo en la mañana y los metía en la noche; hacía cuentas, recibía mercancía, la dueña me pagaba 100 pesos al día. Después de armar el puesto me quedaba ahí todo el santo día vendiendo.

‘‘Fue tan grande la lucha de mi madre por que estudiáramos que entramos a una escuela de paga, la Activa Paidós. Creo que fue la primera de educación alternativa reconocida por la Secretaría de Educación Pública, mitad Montessori, mitad Freinet, mitad Freire, mitad Piaget; los maestros recurrían a elementos teóricos para forjar al supuesto hombre del futuro.

‘‘Por ser niños de Tepito pagábamos bien poquito; éramos la excepción, entre puros güeritos Acabé la primaria y me inscribieron en el Centro Activo Siddhartha, en la colonia Del Valle; de ahí me fui al CCH Oriente, de la UNAM, que se fundó como una opción a la prepa tradicional de esa casa de estudios. Estudié biología en la Facultad de Ciencias en Ciudad Universitaria, vendí mi coche y conseguí una beca en Madrid para jóvenes tecnólogos iberoamericanos; luego el Conacyt me dio una para el posgrado. Hice el doctorado en Ciencias, en biología molecular y me fui a Alemania al posdoctorado. Sabía inglés, pero aprendí alemán. Casi todo lo que se estudia en biología, bioquímica, está en inglés. Pasaron seis años y me fui a Berna, Zúrich, Basilea durante más de dos años. Me gustó mucho el frío, se vive rebien allá, mejor que aquí. De ahí salí a McGill, Canadá, y ahí sí sentí frío. Decidí regresar a México y ahora soy investigador en ciencias médicas en el Instituto Nacional de Cancerología. Viví 20 años en el extranjero y jamás me caló la soledad, al contrario. Durante esos 20 años, tuve parejas, muchos amigos. Mi madre siempre nos apoyó, aunque fuera de lejos.

‘‘La petición de mi mamá de ‘estudien, estudien’ repercutió en el ámbito familiar y se lo debemos al movimiento estudiantil de 1968. Mis hermanos viajaron mucho cuando yo estuve en Europa más de dos décadas; Grecia, Noruega, Turquía, Moscú. Ganaba bien.’’

–Ahora se dice que lo del movimiento estudiantil y su horrible desenlace fue una jalada de muchachos que se querían hacer los interesantes.

–Pienso que no. A mi hermano Cutberto lo marcó muchísimo y le costó años hablarlo. Si tanto le dolió era porque fue impactante y afectó a toda una generación. ‘‘Cutberto –le dije a mi hermano– antes de que se olvide, antes de que todos mueran, tienes que contármelo”. Creo que el 68 marcó a México.