Opinión
Ver día anteriorDomingo 9 de septiembre de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Mercy Street Profunda
L

legué desafiante y a la vez curiosa a la lectura de la memoria de Anne Sexton escrita por su hija, Linda Gray Sexton. Quería comprobar qué tanto había de rectitud en la autora, para mí desconocida hasta este momento, y qué tanto había en ella de abuso, al querer hacerse un nombre como escritora a expensas de su mamá, la gran poeta del siglo XX, indispensable en la literatura de Estados Unidos.

Al adentrarme en las páginas del libro descarté la idea del abuso, pues me parece que el tema central de En busca de Mercy Street es, precisamente, la persecución de reconocimiento independiente de la hija de una escritora famosa. En el camino, he advertido y admirado una característica extraordinaria y a la vez inquietante de la factura de esta memoria. Ya que, aun cuando no se trate de una biografía, la escritura es objetiva, y, aunque tampoco se trate de una autobiografía, la escritura es, necesariamente, subjetiva. Es decir, el trabajo combina estas dos aproximaciones que se esperaría que en una misma obra no se dieran juntas. De modo que el tono resulta equilibrado, por más que inquietante. Me pregunto cómo habrá conseguido Linda Gray Sexton esta combinación, en especial al haber abordado un género literario no sólo difícil en sí mismo, por lo que implica de honestidad en quien lo afronte y emprenda, sino en este caso, sumamente delicado, al consistir en la memoria de Anne Sexton, la mamá de la autora.

La autora practica a profundidad la introspección, tratamiento que aumenta su valentía, pues no deja recuerdo ni asunto sin examinar desde toda posible perspectiva. Y hay que tener presente que una memoria sin introspección equivale a una botella echada al mar vacía, sin mensaje lanzado, a la deriva.

Sin embargo, objetiva, subjetiva, introspectiva, según se conduce la autora, honesta y correcta como es, ahora lo que me pregunto es si tiene o no derecho a revelar todo, absolutamente todo y hasta más acerca de su mamá, una mujer, aun cuando reconocida y famosa, tan conflictiva que, alcohólica, vivió entre medicamentos, intentos de suicidio, salas de urgencias, sanatorios siquiátricos y consultorios de siquiatras, conducta inestable y violenta en casa, extravagante en sociedad, disoluta, desenfrenada. Pienso que un escritor que pretenda registrar una verdad por el valor de la verdad en sí, y no por la finalidad sensacionalista que esa verdad conllevara, debería ser un escritor recto. De lo que se desprendería sin mayor controversia que la rectitud incluye respeto, prudencia, tacto, discreción. Es decir, esto es así, o debe ser así, en un escritor que aborde los géneros de la memoria o de la biografía. Pues, si ha de escribir autobiografía o cualquier otro género y entonces trate su material con herramientas literarias, con las que, además de registrar alguna verdad, aspire a alcanzarla de una forma bella, puede ser todo lo irrespetuoso, imprudente, indiscreto y falto de tacto que quiera ser, o sepa ser, o necesite ser, o aparente ser, con tal de registrar una verdad, solamente que sin profanarla.

Pero si cuestiono, aunque no sin inseguridad, la rectitud de Linda Gray Sexton cuando escribe y publica En busca de Mercy Street, no sólo cuestiono, sino que denuncio, la conducta de los siquiatras de Anne Sexton que cedieron a Linda Gray Sexton el material de sus expedientes. En semejante profesión, esta falta de respeto, prudencia, tacto y discreción me alarma de manera contundente. Hasta ahora que encuentro este delito en la lectura de En busca de Mercy Street creí que en especial el mundo de la siquiatría se regía por el principio del secreto profesional y que, cuando los siquiatras se veían obligados a quebrantar este principio, siempre era por razones extremas y específicas y, sobre todo, siempre en beneficio de aquellos a quienes representaban y, por tanto, protegían. Me resisto a aceptar que esto no sea así y que pase sin castigo. Pero supongo que soy ignorante, ingenua, o que estoy equivocada.