Opinión
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Alarma amarilla
E

l coro del sistema de comunicación establecido lleva varias semanas con las alarmas encendidas. El color es todavía amarillo pero, está más que presto a cambiarlo por rojo ante cualquier signo de peligro adicional. Los motivos de su alta preocupación son las señales, que ya ven como autoritarias, calificadas de retrógradas y por demás concentradoras del dúo Morena-Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Reconocen, aunque a duras penas, el mandato recibido en las urnas recién pasadas: un tajante finiquito a la usanza de los gobiernos divididos. La voluntad del electorado no admite dobleces, silencios y equívocos, 53 por ciento del total de los votantes lo asentó en actas. Pero, ¿los balances y controles dónde han quedado? Es la pregunta-argumento que surge, con tonos de angustia revestida de razón colectiva, entre las élites todavía en funciones. Clamor que cae lejos de ser una cuestión esparcida, menos aún dominante, entre la población.

La conformación de las dos cámaras del Legislativo, con su nueva mayoría, despierta temores e incertidumbres por una supuesta vuelta al pasado de partido hegemónico estilo priísta. Poco se repara en los fenómenos recientes donde el indebido avasallamiento de poderes fue la tonalidad prevaleciente. El Ejecutivo federal se encaramó, en repetidas ocasiones y muy a pesar de su cuestionada –endeble al menos– legitimidad, sobre las demás instituciones y poderes. Las reformas del peñismo fueron claro ejemplo de acuerdos logrados al vapor de malabares cómplices, todavía alardeados como maniobras de negociación. La uniformidad de voces celebrando, tanto la habilidad concertadora del Presidente como la sustancia de las mismas, no las hace menos dudosas en su forma y fondo. Son, estas reformas, pruebas irrefutables de una clase de quehacer político separado del sentir y las necesidades populares. Es por ello que, al sondear la opinión ciudadana, se les califica, sin titubeos, como los errores destacables de ese peñismo de neoliberal gabinete. El rechazo recibido en las urnas por el modelo vigente conlleva mucho de ese impositivo proceder sistémico. La opinocracia, empero, todavía desgrana toda su capacidad de analítico elogio, tanto por la materia de las reformas como por la manera de concertarlas. Ahora que, una a una, se documentan sus fallidas promesas de acelerar el crecimiento (PIB) insisten en achacar sus garrafales desatinos sólo a la errónea manera de llevarlas a la práctica. La validez de las mismas sigue, según las voces y plumas del aparato propagandístico, vigente sin aceptar el contrariado sentimiento mayoritario.

Pero la atención de los conductores de la llamada opinión expresada no agota su arsenal ni se da por vencida. Se ha ido encadenando un sinfín de pronósticos de retorno a un pasado caracterizado por los atropellos a las aspiraciones de vida democrática de la nación, insertos, por supuesto alegado, en las propuestas del nuevo gobierno. Por eso es indispensable pelear, en la arena colectiva, por todos los difundidos avances, programas, proyectos y cambios venideros.

La independiente fiscalía se mantiene como objetivo crucial a conseguir por analistas y otras voces de la sociedad civil. Un tanto parecido al concierto en pos de la doble vuelta electoral o la relección de legisladores. No habrá, en cierta opinión expresada, balance alguno si no se legisla de acuerdo con ciertos principios y métodos exigidos desde la, insistentemente llamada, sociedad civil. Tal expresión la elabora, en realidad, un conjunto de actores establecidos e incrustados en los medios de comunicación y que, con frecuencia inusitada, responden a los actuales poderes hegemónicos de dentro y fuera. No sólo la fiscalía ha sido causa de trifulcas difusivas y juicios perentorios de condena. El fideicomiso para ayudar a los damnificados que integró un conjunto de morenos fue otra piedra de toque para escándalo. Según los opinadores, este hecho derribaba la pretendida honestidad de AMLO y también de Morena. Sería el obstáculo permanente a su credibilidad. El silencio posterior a la sentencia exculpatoria del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación es, por decir algo suave, oneroso. Por ahí circulan otros puntos de controversia: el aeropuerto de Texcoco y, en particular la consulta popular propuesta. Esta última concentra toda una oposición, casi irreductible, del mundo difusivo y de sus estelares personajes.

Es aceptable que se discuta y analice todo lo que provenga del gobierno, el actual pero sobre todo del venidero, para informar mejor a una sociedad que pretende ser abierta y democrática. Pero los afanes condenatorios que hoy se presentan como esfuerzos de balance y control desde la sociedad civil sobrepasan, con mucho, esos objetivos justificatorios. Será preciso encontrar las formas, procedimientos e instrumentos para introducir equilibrios en el hoy deforme aparato de comunicación por demás inclinado a defender la instaurada como visión única.