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Sin literatura lo importante y urgente quedaría en silencio, sostiene Andrés Neuman

El escritor argentino presentó en México su nueva novela, Fractura, metáfora sobre sociedades rotas y resiliencia; publica Alfaguara

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▲ El autor en una imagen de 2017.Foto Guillermo Sologuren
 
Periódico La Jornada
Domingo 2 de septiembre de 2018, p. 3

La literatura, como discurso colectivo, nos ayuda a nombrar eso que nos daba miedo, o a contar aquello que no sabíamos cómo decir; sin ella todo lo importante y urgente quedaría en silencio, dice el escritor Andrés Neuman, quien presentó en México su nueva novela, Fractura.

Este nuevo libro, publicado por Alfaguara, es la historia de un hombre que sobrevive de niño a las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, y que ya al final de sus días vive el terremoto del 11 de marzo de 2011 y el accidente en la planta nuclear de Fukushima.

Y así como la onda expansiva de una explosión o las que crean las piedras al chocar con el agua, los temas de la novela se van ampliando: desde la vejez, el amor, los desastres naturales y los provocados por el ser humano, el feminismo, la fractura como metáfora de las sociedades rotas y el kintsugi, arte japonés de reparar cerámica uniendo cada pieza con una mezcla de oro para resaltar las grietas.

En la historia del señor Watanabe son cuatro mujeres las que le dan forma a ese personaje roto y que amaron. Son el oro que une sus piezas.

–¿Podrá verse como una metáfora de nuestras sociedades rotas?

–Sí, es una novela que, aunque no aborde el tema de forma explícita, porque eso sería faltar el respeto a los lectores, es sobre la resiliencia. Lejos de regodearse en la fractura es pensar qué hacemos con nuestros pedazos, cómo los unimos y, sobre todo, qué implica compartir esas cicatrices, hasta qué punto éstas no son también, primero, un patrimonio personal, y hasta qué punto es una huella en común cuando se trata de sociedades. 

Y los distintos personajes de la novela y las cuatro voces féminas que narran la historia a su manera tienen distintas posturas respecto de qué hacer con una cicatriz o con un pedazo. Y las posturas, como en la vida misma, van desde proponer maneras de suturar hasta negar que exista esa herida.

Si bien el kintsugi se aplica a cerámica rota, aquí los objetos son cuerpos, son sociedades. “Hay una especie de metonimias, de partes por el todo, un pequeño detalle termina siendo el mundo. Algo parecido ocurrió con el terremoto de Japón en 2011: hubo una pequeña ruptura en el cuerpo del mundo y se pudo sentir en el planeta entero.

Me conmovió leer que el eje del planeta se había movido 10 centímetros. Del mismo modo que una falla, una ruptura, en un lugar del planeta hace que nos estremezcamos todos un plato roto puede terminar siendo el problema de un país. Me interesaba partir del detalle artesanal e ir poco a poco en círculos concéntricos hasta abarcar el cuerpo de quien toma el plato, la familia de quien toma el plato, del país al que pertenece esa familia, del mismo modo que en las ondas concéntricas se expande una explosión, un temblor y, sobre todo, una emoción.

Neuman (Buenos Aires, 1977) tardó siete años en escribir Fractura. El personaje principal está basado en Tsutomu Yamaguchi, sobreviviente de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, quien vivió 100 años. Debe ser lo más parecido a un ser inmortal, agrega el narrador y poeta. Luego la noticia del terremoto de 2011, el accidente en Fukushima “y también cuando vi cómo las cuestiones de la energía, como las del amor o las del dinero no tienen territorio, sino que circulan por todos ellos, fui pensando que la manera más efectiva de narrar esta historia era mostrar que incluso lo más lejano, lo que parece en las antípodas, remotísimo de nuestra cultura, de nuestros afectos, por ejemplo el lejano Oriente, termina a través del mar impregnando todas las costas. 

“Me interesaba que la novela se moviese igual que el agua, por eso termina con el movimiento del agua; no es spoiler, sólo es una imagen metafórica. Termina en el agua porque es ahí donde empezamos, y porque el agua en realidad no tiene patria: uno piensa en las costas de su país y no se es consciente de que esas aguas están tocando la costa opuesta en este mismo momento, en el fondo uno se está bañando en la costa opuesta, y es la misma agua.

La novela trata de eso, exactamente. Es una narración que intenta hacer de las aguas de un territorio una única agua, que es en la que nadamos y la que contaminamos y la que bebemos y la que compone 85 por ciento de nuestro organismo.

–Se ha calificado como la mejor novela que ha escrito. ¿Qué se hace después de eso?

–¿Retirarse dignamente?, pregunta entre risas.

“Es verdad que se ha dicho eso; me abstengo, porque no tengo perspectiva, deberían pasar unos cuantos años para yo poder contemplar esta novela con la distancia con la que contemplo las anteriores, no sería honesto de mi parte; uno siempre cree que la última es la mejor. 

“Sin embargo, creo que puede ser muy pernicioso para cualquier escritor o escritora plantear su obra como una progresión; eso es muy paralizante. Me gusta pensar que todos los libros son el primero y el último: el primero, porque hay un proceso de aprendizaje; es decir, lo anterior no te sirve; en cada novela me gustaría pensar que aprendo a escribir de nuevo y, por tanto, vuelvo con la ignorancia, porque el libro que voy a tratar de escribir no es igual que el anterior, y también pensar que es el último, porque creo que es bueno escribir con cierta desesperación, como nos enseñó a hacer Bolaño: sabiendo que podemos morir mañana, esa evidencia, que es elemental, pero hacemos todo lo posible por olvidar.

Escribir le da a esa novela la necesidad de unas últimas palabras. Y si uno piensa que todos los libros son el primero y el último dejan de competir entre sí, y es como me gusta sentirlo.

Fractura se presentó el miércoles pasado en la librería Mauricio Achar, que se ubica en avenida Miguel Ángel de Quevedo 121, en la colonia Chimalistac.