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La llave maestra del novelista es la libertad de crítica: Sergio Ramírez

El escritor presentó Ya nadie llora por mí, obra que marca el regreso del inspector Dolores Morales

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▲ El narrador nicaragüense Sergio Ramírez (Masatepe, 1942), en la librería Rosario Castellanos.Foto Yazmín Ortega Cortés
 
Periódico La Jornada
Jueves 30 de agosto de 2018, p. 3

Sergio Ramírez (Masatepe, 1942) y la novela policiaca. El Premio Cervantes y la realidad que se vive ahora en su país. El escritor nicaragüense y la libertad de la escritura y la creación de personajes. Ramírez sentado en el auditorio de la librería Rosario Castellanos para hablar de su nueva obra, Ya nadie llora por mí (Alfaguara), en la que retoma el personaje del ex inspector Dolores Morales de la novela El cielo llora por mí, convertido ahora en detective privado.

Al terminar la presentación, y antes de dedicarse a la firma de libros, Sergio Ramírez respondió a La Jornada por qué la novela de detectives sigue fascinando tanto a escritores como a lectores en momentos en que la violencia sobrepasa cualquier ficción. ‘‘El día que acabe eso vamos a pasar a otro tipo de literatura”.

En este género literario ‘‘examinamos el problema”, añadió el también periodista a quien el editor Ricardo Cayuela y el escritor Federico Reyes Heroles llamaron ‘‘conciencia latinoamericana”.

Cayuela, director editorial de Penguin Random House, dijo que Ramírez ‘‘no sólo es un grandísimo creador, sino que es congruente con lo que dice y hace. Tenía razón cuando luchó contra Somoza y se opuso a la dictadura en su país, tuvo razón cuando dejó el gobierno sandinista y tiene razón ahora cuando se opone a los excesos de Daniel Ortega, quien se está convirtiendo en una suerte de dictador”.

En esta nueva aventura del ex inspector Morales no queda fuera la historia de Nicaragua. ‘‘Escribo sobre un personaje que se llama Dolores Morales, un antiguo guerrillero que ahora es investigador privado y tiene una historia que se desarrolla en Nicaragua, que tiene sus propios relieves sociales, políticos, su propia atmósfera.

‘‘Si este personaje mío viviera en Dinamarca, Finlandia o Suecia tendría un perfil completamente distinto. No es que yo pretenda introducir a la fuerza la realidad política, social o económica en mi novela, no. Mi personaje vive en ese ambiente y por eso éste necesariamente va a aparecer.

‘‘No creo en la novela de compromiso, dar maneras de educar o de ideologizar, convencer a alguien de mis posiciones, eso siempre ha fracasado en la literatura. Aprendí desde muy temprano, leyendo a Dostoyevski, que la injusticia, la humillación, ofender a alguien, es el propio curso de la narración la que tiene que darse esa idea”, dijo a la presentadora Karla Iberia Sánchez.

Rescatar la ética

El ex vicepresidente de Nicaragua y crítico del gobierno dijo que ‘‘sobre el poder político no se puede escribir desde el poder; es un contrasentido. Cuando uno está dentro del poder asume un compromiso con éste. La verdad crítica uno sólo puede tenerla desde fuera, cuando uno defiende un proyecto de poder siempre está comprometido con el discurso de ese poder.

‘‘Desde esa perspectiva ni siquiera se puede ser novelista, porque la llave maestra de éste es la libertad, la libertad de crítica frente a sus propios personajes, la libertad de componerlos. No hay cosa más contradictoria que los personajes de una novela y, por tanto, el discurso oficial no sirve como elemento de una composición de ficción.”

Ricardo Cayuela dijo: ‘‘La novela, siendo estrictamente literatura, también es denuncia de una realidad pero no como un propósito de novela comprometida, sino simplemente porque esa realidad se refleja. En la primera, El cielo no llora por mí, el inspector Morales no deja de ser un integrante de la Policía Nacional, desencantado probablemente, pero que todavía cree en las instituciones emanadas de la revolución sandinista y lucha por defender a su país de los narcos colombianos, de la violencia ajena un poco a Nicaragua, y en Ya nadie llora por mí, ha dejado la policía, vive arrinconado como inspector privado. Ambas novelas reflejan esa decadencia de Nicaragua”.

El ideal de Morales, añadió Ramírez, ‘‘sigue siendo el mismo en todos los contextos; por eso él hubiera resultado un tanto fuera de moda por eso de la persistencia de la ética en un país donde la ética, hasta donde la novela llega, no ha sido rescatada. Creo que un personaje como el inspector Dolores Morales siempre es el efecto de una saga, y pienso que falta una tercera novela, que hable sobre lo que ocurre en Nicaragua cuando se ha producido ese estallido moral ausente en las dos novelas anteriores y que es un estallido ético, no político.

‘‘Vivo en un país donde las palabras han perdido sentido, porque hay que colocarlas frente a un espejo para saber qué quieren decir desde la perspectiva del lenguaje oficial. Cuando uno escucha una palabra en lenguaje oficial debe entender exactamente lo contrario.”

Así, frente a la palabra democracia aparece el vocablo dictadura. ‘‘Lo que quiere el país es vivir en libertad y democracia, ni siquiera hay un proyecto político ideológico; la gente ha salido a las calles a reclamar justicia, libertad, democracia, nadie propone un proyecto de país, cómo debe ser la economía, organizarse la sociedad. Son términos muy simples. Frente a eso lo que tenemos es una idea de poder absoluto y lo peor es que para siempre, lo cual no existe, porque la misma naturaleza niega la posibilidad del poder para siempre. Ante esos absolutos estamos entrampados en una situación terrible, que hace muy difícil encontrar una salida”.