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Falleció la escritora y periodista María Luisa La China Mendoza

María Cristina García Cepeda, titular de la Secretaría de Cultura federal, anuncia homenaje a la autora

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▲ María Luisa La China Mendoza (1930-2018).Foto archivo personal de la escritora y periodista
 
Periódico La Jornada
Sábado 30 de junio de 2018, p. 6

La periodista y escritora María Luisa La China Mendoza, quien falleció en la madrugada de ayer a los 88 años de edad en Ciudad de México, se definía como ‘‘una insólita aurora boreal plagada de estrellas” y algo que siempre criticó fue que el mundo de la literatura mexicana la ‘‘ninguneara” a pesar de la solidez de su trayectoria y obra.

La titular de la Secretaría de Cultura federal, María Cristina García Cepeda, anunció ayer que se rendirá un homenaje a María Luisa La China Mendoza, en fecha aún en convenir con la familia de la escritora, así como con el gobierno de Guanajuato, su estado natal.

La funcionaria federal llegó a la funeraria alrededor de las 18:15 horas, acompañada por la directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes, Lidia Camacho Camacho.

‘‘Vamos a platicar con los familiares para organizarle un reconocimiento. Desde luego le haremos un homenaje; es una mujer que lo merece, pero lo organizaremos con todo detenimiento, pues una mujer como ella no se merece que se hagan las cosas de manera inmediata”, dijo García Cepeda.

Destacó que ‘‘México pierde a una extraordinaria y original escritora que con sus palabras era siempre una caja de resonancia, de sorpresa; una mujer con una gran inteligencia que no sólo escribió novela y cuento, sino periodismo. Ganó el Premio Nacional de Periodismo. Fue una mujer que vivió intensamente la cultura, pero además entregó su obra a la cultura de México”.

Añadió: ‘‘Fue una mujer que amó la vida y vivió intensamente; que amó a su estado de Guanajuato, por eso participó en política; le agradezco que me haya brindado su amistad. México le debe mucho a esta gran mujer.”

Entre los asistentes al funeral estaban la pintora Carmen Parra, acompañada por su hijo, el también artista Emiliano Gironella Parra.

Carmen Parra refirió a La Jornada que conoció a la escritora con Héctor Azar, cuando fundó el teatro de Coapa y que desde entonces se hicieron amigas.

‘‘La China escribió el primer texto sobre la matanza en Tlatelolco, pues vivía en aquel entonces en esa unidad habitacional; hay que recordarlo ahora que se cumplen 50 años de esos hechos. Me presentó y me casé con el maestro Alberto Gironella, con quien tuve un hijo, Emiliano. Y siempre vacilábamos que también era su hijo”, recordó.

‘‘Fuimos cómplices de toda la vida, de los problemas y las alegrías, y de todos los amigos de la política. Le gustaba mucho la pintura. Era una gran lectora de pintura. Siempre que pintaba un cuadro me hablaba. Hasta en silla de ruedas llegó a ver mis cuadros. Algo muy conmovedor. La recuerdo con una gran alegría de vivir. Era una mujer que gozaba la vida cada instante.

‘‘Como periodista conoció a muchos políticos mexicanos. Como era muy juguetona, la gente no sabía a veces qué hacer con ella. Sólo era seria en los momentos serios. La recordaremos como una gran creadora y artista. Lo que nos deja son sus obras, su vitalidad y su extraño lenguaje que a veces inventaba.”

Complicidad de toda la vida con Carmen Parra

El apodo La China lo recibió desde muy pequeña, de su padre, por los cerrados caireles que la caracterizaban, y si de algo se jactaba es de que fue periodista de tiempo completo y de que la escritura era la razón de su existencia, oficio al que dedicó más de seis décadas de forma ininterrumpida.

‘‘Escribir me es natural, como hacer mi cama, jugar con mi perro y enamorarme neciamente. A mí no me hace falta anunciar: ‘voy a escribir la gran novela’. Ya la escribí, sin el final feliz operístico. Creo lo que me enseñaron; todo creo entre mis innúmeros tercos tatuajes. Católicos, nacionalistas, de justicia social –y así y todo– no merecí ni siquiera el premio Villaurrutia, negándoseme con la obscena crueldad de los enemigos inmerecidos”, sostuvo en 2010 con motivo de un homenaje que se le rindió en el Palacio de Bellas Artes.

De acuerdo con Viviana Mendoza, sobrina y asistente de la escritora, La China ‘‘no dejó pendientes; todavía el pasado miércoles me dictó su columna periodística de este sábado, y espero que muchas personas la lean, porque yo sentí que se estaba despidiendo.

‘‘Siempre le insistí que hiciera su biografía, pero me contestaba: ‘quién va a leerme’, ‘a quién le van interesar mis cosas’, y la verdad es que sí tenía infinidad de cosas interesantes que contar. Me platicaba historias de sus viajes y amigos, así como cosas de mi familia de las que jamás me había enterado.”

‘‘Últimamente, mi tía estaba muy cansada, pues en ocasiones decía: ‘ya no quiero escribir la columna’ y al día siguiente: ‘No. Ahora sí vamos a escribir la columna’. Ya no escribía directo en la computadora, como a le gustaba, porque su vista comenzó a mermar, por lo que entonces me dictaba y lo pasaba al periódico.

‘‘Ella era aún muy creativa. De pronto me decía: ‘¡Me quedó fabulosa la columna!” Tenía muchas ganas de vivir. De repente también me decía: ‘No me quiero morir’.’’

Dispuso que sus cenizas reposen en Guanajuato

Viviana Mendoza fue asistente de la escritora por más de cinco años. ‘‘Su temperamento –prosigue– era fuerte y al mismo tiempo cariñoso. Era muy amorosa. Uno sentía como que lo regañaba, pero el regaño era desparramando miel y amor. Así era ella. A todas las personas adoraba. Como decía: ‘Soy muy amante’.

‘‘Al final de sus días, aún muy fuerte, tenía una sosegada rutina. No quería que se le ayudara y que nadie la asistiera, a menos que ya de plano no pudiera. Salía de bañarse, se arreglaba, iba a su estudio a trabajar sobre su columna. Leía dos o tres periódicos a diario. Eso jamás lo dejó de hacer. Como a las dos de la tarde se sentaba en su estudio a tomar su copita de tequila, que nunca faltó, junto con sus arbolitos verdes. Era su rutina. Vivió a plenitud, muy contenta. Hizo todo lo que deseó.”

El deceso de la escritora nacida en 1930 acaeció en el Hospital de Nutrición, al cual fue ingresada el pasado lunes debido a un paro cardiorrespiratorio, informó a La Jornada la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

Sus restos fueron velados en la funeraria Gayosso de Félix Cuevas y hoy se tiene programado cremarlos y las cenizas serán depositadas en su natal Guanajuato, como dispuso y su acervo será donado.

Entre sus libros figuran El perro de la escribana, Ojos de papel volando, Con Él, conmigo, con nosotros tres y De amor y lujo, este último la hizo merecedora al Premio Nacional de Novela José Rubén Romero.

De su obra y trayectoria, la autora describía: ‘‘Me califican de barroca; es cierto; el nacimiento en el cuadriculado, polifónico, laberíntico Guanajuato me preparó para la falta de mesura y lo demás lo intuyeron; entonces fue el demonio del ser con la demencialidad de la alegría, el vencimiento con el Sol y la Luna y las ganas de contar tal cual lo que pasaba debajo de mis balcones. Así fui lo que soy: esta mezcla de siciliana y carmelita descalza. Ahora, de vez en vez, me enfrento a tales disyuntivas: o Dios o Diablo; por eso lo escrito por mí es un estallido de luz con sus tormentas de lágrimas”.