Opinión
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Mar de Historias

Las dos Azaleas

D

espués de avanzar por unas cuantas calles empinadas, la combi se detiene. Damnificados del l9 de septiembre bloquean la avenida Ocho y muestran pancartas donde se lee: ¿Cuánto tiempo más tendremos que esperar? Algunos pasajeros conceden la razón a los manifestantes; otros protestan por la demora y exigen al chofer que abra la puerta.

Remedios aún está muy cerca de su casa. Podría volver allá y pedirle a Fermín que le devuelva los siete mil pesos que acaba de prestarle. Juntó el dinero con la esperanza de realizar su ilusión: salir de vacaciones en Semana Santa.

Sus compañeras en Las dos Azaleas, Tula y Mercedes, cada año toman un autobús rumbo a Acapulco. Cuando regresan, despellejándose y con las tarjetas sobregiradas, le traen siempre algún regalito. Remedios lo agradece sin prestarles demasiada atención. Espera ansiosa que sus amigas le muestren las fotografías que se tomaron en Caleta, la Costera o bajo una palapa muy cerca del mar.

Remedios pensó que este año ella también sería protagonista de esa aventura, pero no podrá hacerlo. Su hermano la convenció de que le prestara sus ahorros para asociarse en un negocio de ropa usada. Fermín prometió devolverle el préstamos en cuanto obtenga sus primeras ganancias. Ella se conformaría con que cumpliera su palabra antes de un año. En la Semana Santa de 2019 quiere revivir una experiencia que hace muchos años no tiene: disfrutar, en silencio, de los atardeceres en la playa.

II

Después de media hora, los manifestantes liberan la avenida Ocho. La combi vuelve a circular. Una mujer lamenta haber perdido la cita que tenía con el doctor. Remedios le dice que otra vez llegará tarde a su trabajo, pero no cree que su patrona vaya a despedirla. La necesitará para que le ayude cuando Tula y Mercedes tomen sus vacaciones.

Al pensarlo no puede evitar cierto resentimiento hacia Tula y Mercedes: mientras ellas estarán divirtiéndose en la playa, ella tendrá que atender a uno que otro turista en bermudas, familias llegadas del interior y a los pocos trabajadores que harán guardia en las fábricas de los alrededores, entre ellos Carmelo Rocha. Desde que lo conoce él nunca ha tomado vacaciones. Según le dijo una vez, necesita quedarse para cuidar a su madre enferma.

Remedios siente gran simpatía por Carmelo. Aunque lo oculta, el hombre le agrada por su estatura, el tono grave de su voz, la amabilidad con que trata a sus amigos y la forma en que le da las gracias cuando ella le sirve.

III

Remedios baja de la combi. Le faltan cinco cuadras para llegar a Las dos Azaleas. Antes de la una el local estará atestado de comensales. No se queja. Prefiere ese barullo a la quietud de la Semana Mayor, polvorienta y triste.

Para Remedios los días santos se animan con la presencia de Carmelo. Llega temprano, pide el menú del día y mientras come lee el periódico que le regalan en la calle. A veces interrumpe la lectura para comentar con ella las noticias y termina haciendo bromas al respecto que la hacen reír.

El recuerdo de esos momentos le quita el fastidio. Al pasar frente a una panadería se mira en el espejo y nota su expresión malhumorada. Decide corregirla antes de llegar a la fonda: nadie tiene la culpa de que se haya dejado convencer por Fermín, ni de que por tonta y débil –como se califica– vaya a quedarse otra vez sin vacaciones.

IV

Después de escuchar el sermón de su patrona debido a su retraso, Remedios se apresura a tender los manteles y distribuir los cubiertos. Todo tiene que estar listo antes de que lleguen los comensales, en su mayoría obreros, clientes antiguos que tratan con familiaridad a las meseras: Tula, Mercedes y Remedios, a quien todos llaman Reme. Es baja de estatura, regordeta, pero en sus ojos hay vivacidad y conserva la piel firme y brillante: única herencia de su abuela.

Reme habla poco, no cree que a nadie le interese lo que pueda decir porque, según ella, en su vida no pasa nada. Sus únicas experiencias consisten en ir al trabajo y volver a la casa que comparte con Fermín, su esposa, sus dos hijos y Pachón: nombre que describe al perro.

V

Con la libreta de pedidos en la mano, Reme se acerca a la mesa que ocupa Carmelo y le ofrece el menú del día: caldo de habas, longaniza en salsa verde, frijoles y agua de melón. Él protesta: es lo mismo que le sirvieron el lunes. Reme trata de compensarlo diciéndole que para Semana Santa tendrán platillos nuevos, muy especiales.

“Y de seguro riquísimos –afirma Carmelo. –Lástima que no vaya a venir. El médico me autorizó a llevar a mi madre a Veracruz: le trae recuerdos...”

La noticia la toma por sorpresa y Reme no puede esconder su desencanto. Carmelo lo advierte y antes de que ella se aleje rumbo a la cocina le dice: Le mandaré una postal desde allá, aunque, como anda el correo, a lo mejor la recibe mucho después de que haya regresado de mis vacaciones.

La idea de que él piense enviarle una postal desde Veracruz ilusiona a Reme, pero se alegra más imaginando el día que Carmelo reaparezca en la fonda.