Opinión
Ver día anteriorLunes 16 de octubre de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Una megaurbe caótica y sísmica
¿S

e han cumplido, y mejorado, las medidas que las autoridades anunciaron para evitar nuevas tragedias como las que ocasionó el temblor de septiembre de 1985? ¿Se realiza, como prometieron, la revisión periódica de los inmuebles nuevos y antiguos que no sufrieron daño esa vez y, además, evitar modificaciones arquitectónicas que ponen en riesgo su estabilidad, como aumentar pisos sin reforzar adecuadamente los cimientos originales?

Los sismos recientes demuestran que no se cumplió lo prometido y el viernes pasado el doctor Miguel Ángel Mancera anunció que pronto habrá una nueva ley de construcción para Ciudad de México, elaborada por los mejores expertos en la materia. ¿Y cuándo para las entidades vecinas? ¿O para Oaxaca, Guerrero y Chiapas, donde tanto tiembla?

Esperemos que en esa nueva ley se tomen en cuenta otros factores de riesgo aparentemente olvidados por los funcionarios y que aquí he referido hasta el cansancio, igual que reconocidos especialistas. Hace dos años, el periodista Jorge Castañeda detalló en su acreditada publicación foroambiental.com.mx, dos de esos factores: 1) la explotación desmedida y peligrosa del acuífero de la cuenca de México y 2) que la megaurbe se levanta sobre la antigua zona lacustre de la Gran Tenochtitlán. Suelo gelatinoso, arcilloso y, por tanto, proclive a los efectos de los sismos. Castañeda y los expertos que entrevistó, muestran cómo las ondas sísmicas tienen en una amplia zona de Ciudad de México campo propicio para aumentar su amplitud por el movimiento colectivo de esas arcillas.

Uno de ellos, el doctor Jorge Flores Valdés, investigador emérito del Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México, sostiene que la tragedia de 1985 y la reciente habrían ocasionado menos daños si sus ondas sísmicas no hubieran tenido un aumento en su amplitud por el movimiento colectivo de las arcillas del subsuelo. En el foro que publica Castañeda, Flores Valdés también revela cómo los edificios que se colapsaron en 1985 estaban construidos sobre el lecho del antiguo lago de Tenochtitlán, en terrenos arcillosos, los más propicios para que las sondas sísmicas dejen sentir toda su fuerza. Mientras en las zonas montañosas que lo rodeaban o en terrenos firmes, nada se vino abajo.

¿Los atlas sobre sismos que en los recientes 30 años ordenaron levantar el gobierno federal y el de Ciudad de México contemplan todos estos factores clave? Si no, es una falla imperdonable. Y mucho más si los ignoraron. Agregaría otra: no atender la recomendación que por más de medio siglo han hecho académicos y funcionarios probos (como don Nabor Carrillo y Gerardo Cruickshank) sobre la urgente necesidad de recargar el acuífero de la cuenca con el agua de lluvia y otros sistemas de inyección del líquido. Y recuperar lo más posible la antigua zona lacustre.

Se ha hecho todo lo contrario: expansión de la mancha urbana en el oriente de la ciudad, donde estaba dicha zona; sobresaturar de nuevas construcciones áreas propensas a los sismos, como las colonias Condesa, Roma y Del Valle. La corrupción y la impunidad de funcionarios y de jueces permitieron a numerosas empresas construir viviendas sin cumplir los requisitos de seguridad. Las autoridades Ignoraron las protestas ciudadanas por las irregularidades. Se jactan de una reforma educativa, pero las escuelas públicas y privadas, por mal hechas, son trampa mortal para alumnos y maestros. Y esto tanto en las entidades que conforman la megaurbe, como en Oaxaca, Chiapas y Guerrero, donde el atlas de riesgos que presume el gobierno federal es letra muerta.

Algunos medios y editorialistas cercanos al poder dicen que ahora lo primordial es unir esfuerzos para la reconstrucción, en vez de insistir en que se haga justicia a las familias de los muertos y a los damnificados. Las constructoras, por su parte, se dicen ajenas a lo que pasó. Nuevamente, se quiere culpar de lo ocurrido a la naturaleza, cuando la responsabilidad mayor es de quienes tienen el deber de proteger a la población y el patrimonio nacional. Y ahora aprovechan la tragedia para fines electorales y hacer negocios.

Y volverá a temblar.