Opinión
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Ciudad Perdida

El reto de los partidos

Una alianza extraviada

¿Más mercado o más gobierno?

C

ualquiera podría jurar que después de las tragedias que ha sufrido la ciudad los partidos políticos que buscan representar a su gente en algo, o en mucho, tuvieron que sensibilizarse para entender que los requerimientos de esta ciudadanía van mucho más allá del engañoso pacto de los desiguales y exige algo nuevo y no otro parche a la muy desinflada llanta de los partidos políticos.

Si partimos del hecho incontrovertible del requerimiento de una nueva forma de enfrentar, desde la política, las urgencias de una población cada vez más pobre, cada vez más marginada y cada vez más harta de las organizaciones de la política mercantil, es decir, de los partidos políticos y sus cúpulas, no es posible pensar que los mismos, pero revueltos, sean la solución.

La sentencia es clara en este como en muchos otros momentos de la historia reciente de la Ciudad de México: pluralidad, en una sola expresión política, sólo significa confusión, pérdida de rumbo, extravío, y eso no se puede proponer como posibilidad de gobierno a una comunidad como la de la capital del país.

Esa propuesta, la del extravío como agente de cambio, parecía desvanecerse luego de la sacudida que impuso la naturaleza, pero no, los partidos políticos, todos, no sintieron el sismo. Ni acompañaron a la gente en la desgracia, ni tomaron las riendas de la orientación frente a los cuestionamientos que han surgido de la desgracia, ni han sido lo suficientemente generosos, y menos aún, inteligentes, para crear una nueva forma de ir junto con los ciudadanos en las inéditas etapas que hoy se vienen en la ciudad.

También resulta claro que junto, el voto duro del PAN, del PRD y de MC no alcanza para ganar la elección, pero si hacen una alcancía entre los tres, sí tendrán dinero suficiente para comprar los sufragios que eventualmente pudieran darles el triunfo. De eso se trata la alianza tanto en el ámbito local como en el nacional.

Por eso no les importa el rumbo ni la necesidad de la gente; se trata de un negocio, sólo de un negocio en el que ellos son los comerciantes y miran por su beneficio personal.

La discusión que no se quiere dar dentro del pacto de los mercaderes es la que aún pesa sobre la vida de la gente: ¿qué se quiere, más gobierno o más mercado? La respuesta, hoy que el gobierno no es más que otra tienda en el mercado, sería hasta obscena, pero si lo que se demanda es el cambio, porque todo ha fallado, parece inútil mirar la brújula, porque ya se sabe hacia dónde marca. Ese es el horizonte.

Y eso que parece tan fácil es lo que no alcanza a observarse desde las dirigencias partidistas, que en su delirio de poder han olvidado que el eslabón perdido para lograrlo con toda legitimidad es la gente, el ciudadano, el voto limpio.

De pasadita

Qué cosa tan terrible es la guerra entre partidos políticos. Ahora resulta que para la jefa delegacional de Tlalpan hay algo muy parecido a un ataque constante para tumbarla del lugar que ha alcanzado entre la gente, y nada mejor que acusarla por el asunto del colegio Rébsamen. Pero son tan desiguales esos partidos que al delegado de Cuauhtémoc nadie lo culpa por el suceso en Álvaro Obregón 286, donde murieron 49 personas, por ejemplo, o al de Benito Juárez, delegación que tiene edificios colapsados en cuando menos siete colonias. ¿Será que contra ellos nos hay denuncias porque son miembros del pacto de los mercaderes, es decir, de la alianza partidista?

Una última. Es muy probable que no exista forma de parar al grupo de empresarios que busca hacerse del negocio de la reconstrucción, y los gobiernos parecen estar de acuerdo. Lo malo, para ellos, es que la gente se va a pronunciar en contra, eso es seguro.