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19/S: El dolor y la esperanza

Por el sismo su casa cayó cuando salía con su hija, quien murió

Nunca dejé de hablar y gritar, para que supieran que estaba viva: sobreviviente
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 22 de septiembre de 2017, p. 16

Jojutla, Mor.

Leodegaria Comonfort Ramírez, de 49 años de edad, estaría muerta a causa del temblor de magnitud 7.1 ocurrido el pasado martes si sus vecinos y familiares hubieran hecho caso a los policías municipales y estatales, quienes no les permitían el paso a los rescatistas ciudadanos e insistían que esperaran por las brigadas de expertos.

Ella fue rescatada dos horas después del terremoto, pero su hija Dalia no, ya que murió minutos después de que les cayó la casa encima.

Dalia es una de las 22 personas, incluidos tres niños, que murieron en la zona surponiente del estado, donde se encuentra Jojutla. La cifra oficial de muertos en toda la entidad se mantuvo este jueves en 73, pero la Fiscalía General del Estado asevera que levantó e identificó a 43 cadáveres, entre ellos seis menores de edad. Los cuerpos, dijo, ya fueron entregados a sus familias e incluso ya fueron enterrados.

Leodegaria contó el horror que vivió bajo los escombros. Yo nunca dejé de hablar y gritar, para que supieran que estaba viva; yo pedía que me sacaran. Desde adentro tocaba con una piedra la lámina de las dos puertas donde quedé prensada. Escuché que mis vecinos y mis hijos se pelearon con los policías para poder rescatarme. Gracias a Dios y a ellos estoy viva, narró esta vendedora de gelatinas.

Este jueves, dos días después del movimiento de tierra, los expertos que enviarían los gobiernos no han llegado; tampoco las máquinas pesadas para remover los escombros de la calle donde Leodegaria tenía su vivienda.

La mujer tiene varios golpes en el cuerpo, la cabeza y la cara, y una fractura en la clavícula. Contó que ella estaba en la cocina con uno de sus nietos cuando comenzó el temblor; sólo alcanzó a pasarle a su hija los dos niños y ella se los pasó a su esposo para que los sacara. Dalia regresó a decirle a su madre que saliera; iban hacia afuera cuando les cayó la casa encima.

Luego de ser liberada, la mujer fue llevada a un centro de salud para una revisión, pero no tardó allí porque había muchos pacientes. Ahora tiene que cuidar a los dos nietos que le dejó su hija, a quien debe velar y enterrar.

Casi todas las casas de la colonia Emiliano Zapata sufrieron algún daño. Unas quedaron derribadas totalmente, otras ladeadas y a las que mejor les fue sólo tienen grietas. Hasta las calles están agrietadas.

Otra zona muy afectada es el centro de Jojutla. Allí, la sociedad civil ha rebasado por mucho a las autoridades estatales y federales, ya que han conseguido hasta plantas potabilizadoras de agua, comida, cobijas y colchonetas.

En este pueblo del sur de Morelos, de unos 50 mil habitantes, cientos de familias duermen en las calles para cuidar sus pertenencias; otros emprendieron el éxodo a municipios o comunidades vecinas, ya que perdieron todo.

Las calles de Jojutla, de por sí angostas, ahora lo están más por los escombros, tiendas de campaña, muebles, colchones y aparatos electrodomésticos acumulados en las banquetas.

Las madres amamantan a sus hijos y los niños comen y juegan en esas calles, pues la mayoría de familias, aun las que tienen sus casas intactas, temen regresar a ellas ante el temor de otro temblor o una réplica.

Es, en suma, zona de desastre.