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En detención preventiva, líderes cristianos ortodoxos implicados en hechos violentos

Radicales religiosos atacan cines en Rusia para prohibir Matilda

El filme narra la intensa relación amorosa de Nikolai II con una bailarina polaca, antes de su matrimonio y coronación como monarca de los Romanov

Aberrante, que el emperador, elevado a santo por los fundamentalistas, sea protagonista de una cinta pornográfica

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El autodenominado Estado Cristiano comenzó a bombardear los cines de toda Rusia con cartas que exigían no proyectar el filme, porque ofende los sentimientos de los creyentes. Arriba, fotograma del filme de Aleksei Uchitel
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 22 de septiembre de 2017, p. 6

Moscú.

Lo que faltaba en este país: la irrupción en la escena política de un grupo de cristianos ortodoxos –de perfil fundamentalista y, por si fuera poco, adeptos a posiciones ultranacionalistas–, dispuestos a recurrir a la violencia para acallar a cualquiera que no piense como ellos.

Aunque desde extremos antagónicos, se inspiran en el nombre que adoptan los islamitas radicales y éstos se hacen llamar aquí Estado Cristiano-Rusia Sagrada.

Su máximo líder, Aleksandr Kalinin, junto con su hermano y otros tres seguidores, acabaron ayer en prisión preventiva tras ser identificados por la policía como presuntos autores de varios hechos violentos relacionados con el próximo estreno de la película Matilda, que por supuesto no han visto, pero quieren impedir a cualquier precio.

El filme, del premiado director Aleksei Uchitel, narra la intensa relación amorosa que mantuvo, a finales del siglo XIX, el futuro zar de Rusia, Nikolai II, con la bailarina polaca Matilda Kshesinskaya, antes de su matrimonio y coronación como último monarca de la dinastía Romanov.

Igual que la diputada de la Duma, Natalia Poklonskaya, quien tampoco ha visto la película y se basa sólo en el breve corto promocional, los militantes del Estado Cristiano consideran aberrante que el emperador, elevado a categoría de santo por la Iglesia ortodoxa, sea protagonista de una cinta pornográfica.

La provocativa escena

Tal vez se refieren a la inocente escena que Uchitel se negó a censurar, en la cual el joven Nikolai, disfrutando de un ballet clásico desde el palco principal, queda obsesionado con la bella bailarina cuando en plena función se le rompe un tirante que dejó al descubierto un seno, mientras ella sigue moviéndose con soberbia elegancia al compás de la música.

El caso es que el Estado Cristiano comenzó a bombardear los cines de toda Rusia con cartas que exigían no proyectar el filme, ya que éste, a su inapelable juicio, ofende los sentimientos de los creyentes.

Las autoridades pensaron que se trataba de una especie de copia del grupo Voluntad Divina, de Dimitri Enteo, que se hizo famoso por armar alboroto en la inauguración de exposiciones de arte moderno contrarias a la moral cristiana ortodoxa, sin agredir a nadie por ello.

Cambiaron de opinión cuando, a comienzos de septiembre, durante el festival de cine de los Urales, en la ciudad de Ekaterimburgo hubo un intento de prender fuego a la sala donde se iba a estrenar Matilda, al tiempo que en las oficina, de Uchitel en San Petersburgo cayó, en una reciente madrugada, una lluvia de cocteles molotov.

Ante las insistentes amenazas, dos de las principales cadenas de salas de cine se negaron a exhibir la película en Rusia, en tanto varios automóviles aparecieron calcinados junto al despacho de Konstantín Dobrynin, abogado de Uchitel.

La policía –tras encontrar varios bidones de combustible y volantes que decían “Arderán por Matilda”– no tardó en detener a Kalinin y sus seguidores, quienes ya confesaron haber participado en esos hechos.

Entretanto, su aliada espiritual, la diputada Poklonskaya, sigue insistiendo en que se prohíba la película. Como tesis principal de su alegato, afirma: No se puede tocar a los santos. No se les puede mostrar teniendo sexo, porque eso nos ofende a los creyentes.

En la víspera del Centenario de la Revolución Socialista que puso fin a su imperio, Nikolai el sangriento –como llamaban en la antigua Unión Soviética al zar que mandó masacrar a cientos de trabajadores en una manifestación pacífica– ahora es santo, por obra y gracia de la Iglesia Ortodoxa Rusa, que no dudó en declararlo primero mártir, y tiene fervientes defensores en el Parlamento federal.