Opinión
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Mejor un buen pleito que un mal arreglo
E

l temor al pleito es un pésimo consejero, como lo es buscar pelea sin más motivo que desahogar un exceso de energía. La renegociación del TLCAN plantea para México el riesgo de que, con tal de no enfrentar la insolencia de los interlocutores, aceptemos un mal arreglo que haría del acuerdo un adefesio y tres países descontentos. La relación entre México y Estados Unidos está poblada por un sinnúmero de negociaciones, acuerdos, componendas y parches, todo ello ad hoc, uno de cuyos propósitos es evitar la confrontación.

A principio de los años 90, muchos vimos con enorme desconfianza la firma del TLCAN, y contrariamente a lo que se esperaba, en Estados Unidos la oposición al acuerdo fue mucho más amplia que en México. Incluso el PRD de entonces modificó su plataforma de gobierno y en lugar de oponerse de manera absoluta al TLC, lo tomó como un presupuesto de la relación bilateral. Este cambio fue probablemente resultado de una evaluación ponderada de las ventajas de la apertura de fronteras, que efectivamente nos ha beneficiado a mexicanos, canadienses y estadunidenses, de la misma manera que ha tenido costos elevados para los tres signatarios del acuerdo. En nuestro caso, la agricultura ha sufrido los efectos negativos de la liberalización; asimismo, puede atribuírsele la profundización de la brecha que separa las regiones ricas de las regiones pobres y la agudización de la desigualdad.

Uno de los argumentos más poderosos en favor de la liberalización comercial en América del Norte era que pondría orden en una relación prexistente, rica, diversa y compleja, que requería de reglas para consolidarse. El objetivo real no era fomentar los intercambios comerciales, se trataba de organizarlos, en todo caso, para acrecentar sus beneficios. Por consiguiente, era un error hablar de liberalización, una palabra que evoca supresión de obstáculos. Más bien se buscaban normas, reglas pero para los liberales obcecados esto es una aberración. Como si nunca se les hubiera ocurrido mirar a la Unión Europea y a la legislación que han generado los temas comerciales que fácilmente ocupa una amplia biblioteca

De todas maneras, pertenezco a una generación que fue educada en la desconfianza del poderosísimo vecino, y mi desconsuelo ante la inminencia del TLCAN era muy grande. El profesor canadiense Richard Lipsey, que visitaba El Colegio de México para hablar justamente del TLCAN, se conmovió y buscó aliviar mi ansiedad con el siguiente argumento: Mire usted, la economía de mi país, como la del suyo, es muy chica frente a la de Estados Unidos. Es probable que el acuerdo les beneficie a ellos más que a nosotros, pero sacaremos una gran ventaja si logramos introducir unas reglas que comprometan al socio más grande a respetar los intereses del más chico. Seguramente los estadunidenses violarán esas reglas, pero nosotros tendremos la posibilidad de denunciar sus abusos en el marco de un arreglo institucional. Parece pobre justificación, pero Lipsey me reconcilió con la decisión del gobierno mexicano de entonces de firmar el acuerdo.

Los adversarios del TLCAN en Estados Unidos han adoptado en la renegociación un tono muy agresivo hacia los mexicanos. Nos tratan de bribones, como si los hubiéramos engañado y nos hubiéramos aprovechado de su ingenuidad para despojarlos de su riqueza. Esta imagen, si reflejara la realidad, justificaría la eliminación de reglas y normas que, a juicio de los negociadores estadunidenses les han resultado tan costosas. El peligro para nosotros estaría en aceptar sustituirlas con otras más vagas, confusas o equívocas, impuestas por los negociadores estadunidenses, y asumirlas a como dé lugar porque con los estadunidenses no hay que pelearse. Entonces, con adiciones y recortes el TLCAN pasaría de acuerdo a Diktat.

La tentación aislacionista, que es una fantasía cuando de un imperio hablamos, no pondrá fin a los flujos comerciales entre México y Estados Unidos, con y sin muro. Lo que sí favorece es el desorden cercano a la anarquía, y prácticas y oficios, que creíamos superados. Sin embargo, los representantes de Estados Unidos en la renegociación del TLCAN deben saber que el futuro de sus propuestas es incierto porque podrán someter a los mexicanos, pero a la geografía, ¿cuándo?