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Elecciones: dudas y certezas
L

as elecciones del 4 de junio son históricas, sea que se reconozcan o no formalmente los triunfos de Morena, este partido derrotó al PRI en su nido, en el bastión de su poderío y donde el oficial, como se le llamaba antes, contó con todo; el poder central le proporcionó ayuda sin límite y las autoridades locales estuvieron incondicionales en su apoyo, incluida la fuerza de la policía.

Morena demostró que el pueblo organizado, aun con recursos reducidos, puede ganar las elecciones si hay vigilancia electoral e interés por el cambio; quedó patente que Morena no es sólo López Obrador, que alrededor de este líder indiscutible, han surgido dirigentes locales, grupos organizados, jóvenes capaces de mantener los principios de juego limpio, no mentir, no robar, no traicionar y se demostró que se pueden superar las explicables diferencias, presentes en toda convivencia humana sujeta a fuertes presiones, como sucede en un proceso electoral.

Se luchó por una causa sin esperar en lo personal nada a cambio, se acreditó en los hechos que no todos los políticos están cortados por la misma tijera, que el convencimiento y los ideales pueden ser suficientes para mover a la acción; quienes participaron en el proceso, en los estados en los que hubo elecciones, en especial el de México, y quienes llegamos de fuera a poner poco o mucho para seguir avanzando, lo hicimos con el convencimiento de que, de lograrse el éxito, éste sería de la gente, del pueblo; un triunfo de la justicia social, de la política generosa y desinteresada y la derrota de la desprestigiada política del ­sistema.

El partido oficial demostró que no es nada si no cuenta con todos los recursos de los poderes, económico y político; quedó claro que ese partido ya no puede dar un paso sin las muletas de la dádiva a los votantes y la complicidad del árbitro, se demostró que en realidad es nada, tan sólo un aparato burocrático más del régimen, que vive aún, pero, como alguien dijo, agonizante y con vida artificial.

El pueblo en el estado de México, en varias partes de Veracruz, en Coahuila y Nayarit, demostró que está harto, que su voluntad se inclina hacia una forma distinta de hacer política y que el cambio verdadero y de fondo está cercano.

Los partidos que fueron de oposición, pero que se dejaron seducir por el poder y el dinero, los que se incorporaron al Pacto por México y con ello vendieron primogenitura, libertad y dignidad, al menos en el estado de México, quedaron borrados, fuera de competencia. El PAN pasó a cuarto lugar y el PRD con todo y de que fue apoyado con recursos económicos cuantiosos, publicidad y aliento artificial, no logró el objetivo de desfondar a Morena.

Ahora comparto con mis eventuales lectores un par de consideraciones personales; la primera, mi grata experiencia en las visitas que hice el día de las elecciones por el oriente del estado, a los municipios que se encuentran en las estribaciones de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl y, por otra parte, una interrogante al candidato del PRI que puede ser reconocido por el tribunal que califica las elecciones, pero que no podrá decir que fue elegido en buena lid.

En mi recorrido encontré mucha gente buena, jóvenes, parejas que cuidaban casillas cercanas, maestros de escuela en los recuentos de los votos, amas de casa en el escrutinio y pude confirmar que hay grupos de primera, en los cuales los recién llegados luchan codo con codo junto a los más antiguos que se incorporaron hace unos años a lo que fue el gobierno legítimo. Gran alegría cuando temprano supimos que tres casillas de Ozumba, que terminaron pronto el cómputo, fueron para Morena.

Ya al atardecer y en medio de paisajes que me recordaron andanzas juveniles de montañista, participé en la cuenta de los votos de Atlautla de Victoria; la votación estuvo muy pareja y si Morena no ganó en las tres casillas instaladas en la escuela Justo Sierra fue, lo supimos de viva voz, porque muchos votantes pobres fueron llevados temprano a votar a cambio de tarjetas previamente entregadas; estuvo también presente la policía que cuidaba el orden y, de paso, a los que verificaban que los comprometidos cumplieran. Supe también de un Centro de Educación y Reencuentro Comunitario AC, que se ocupa de llevar a cabo gestoría en favor de los vecinos y sostiene una escuela para los excluidos de la educación oficial. La experiencia fue alentadora y, ya noche, de regreso a la ciudad, no disminuyó el buen sabor de boca la tendenciosa noticia del árbitro que contradecía lo que estábamos testificando directamente.

Finalmente, al candidato del partido oficial una pregunta; sé que su familia y él mismo quizás, están relacionados con alguna organización religiosa de inspiración cristiana. ¿Cómo puede compaginarse esa militancia con las conductas reprobables cometidas en su favor, con la propaganda mentirosa, con la compra de votos y con el apoyo ilegal del Ejecutivo federal?