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Nosotros ya no somos los mismos

Trabajo escolar: entrevistar a un columnista

El reparto inmoral de la riqueza socialmente producida

La historia del empeñoso Venancio

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La Secretaría de Desarrollo Social ha aceptado la existencia de 20 millones de pobres. En la imagen, la Bolsa Mexicana de Valores (al centro), sobre Paseo de la Reforma, en febrero pasadoFoto Carlos Ramos Mamahua
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l sábado antepasado, en mi casa, hubo un verdadero jolgorio, una fiesta como hace tiempo no sucedía: una reunión de risa, rosa y regocijo. Resplandecía mi sala, retozaba en ella el desenfado y reinaba el recreo. Yo rogaba que no acabara la ronda y se repitiera, regularmente, este regocijante rendezvous.

Abrasadas por el sol que se concentra en los ductos de escape llamados viaductos, periféricos, segundos y terceros pisos y después de cruzar la antes conocida como la selva de asfalto (en la actualidad creo que los baches de tierra, agua y lodo ganaron los espacios y ya rebasan el escaso pavimento) y perforar la densa cortina del smog, cada día más sólido que gaseoso, arribó a mi puerta (60 años tarde) un ramo de rosas rojas (¿no les digo que el calor era infernal? Seguramente cuando salieron de la hermana república de Cuautitlán tenían un colorcito menos intenso del que lucían a su llegada).

Se llaman Ailén Carrasco, Leslie Daniela Soto, Zuri Grace García, Sandra Moreno Silva y un fiel escudero, dispuesto a todo en defensa del honor de las doncellas, el arquitecto Jorge Jesús Hernández. Leven el foso –se dio la orden– y la caravana partió hacia el Lejano Sur. El objetivo, como parte de su trabajo escolar, era entrevistar a un columnista de cualquier diario nacional. Tengo entendido que estos jóvenes perdieron la rifa y les toqué yo. Al final relataré los gratos pormenores de ésta mi inmerecida lotería.

Refrescarse en la renovación generacional es un regodeo, lo cual no justifica mi proceder. Ellos hicieron un largo trayecto para formularme una serie de inquietudes y cuestionamientos y yo abusé y, groseramente cambié los roles. Les pregunté de todo y no me arrepiento: en dos horas aprendí más que en curso completo en la Libre de Derecha. Hago público mi agradecimiento y las conmino a cumplir su compromiso: copias de sus cuentos, novelas, poemas e invitaciones a verlas actuar, bailar o echar piruetas y, por supuesto, enterarse cada lunes por qué ya no somos los mismos.

En columnetas pasadas di datos sobre el reparto crematístico e inmoral de la riqueza socialmente producida: los 10 hombres más ricos del país y las cuantiosas fortunas que detentan los 227 mil inversionistas de la Bolsa Mexicana de Valores que detentan 45 por ciento del producto interno bruto (PIB).

Para ser parejos, mostremos la otra cara de la medalla, pero recordemos de nuevo el objetivo de estos cientos de renglones: cuestionar la posibilidad de la unidad nacional en un país donde la idea, la representación, el sentimiento y la vivencia de patria es, inevitablemente, controvertido.

En México, dice Patricia E. Muñoz, “el empleo se ha precarizado […] De cada 100 empleados, 53 no ganan lo suficiente para adquirir alimentos, vivienda y salud […] La masa salarial, como porcentaje del PIB, ha disminuido 8 puntos porcentuales; 500 mil jóvenes no tienen acceso cada año al mercado laboral”. En una radiografía que nos comparte la radióloga social Muñoz se ve claramente: 28.8 millones de mexicanos están en la informalidad; 31.1 no tienen seguridad social; 13.8 trabajan más de lo establecido en la jornada legal y, gravísimo: 4.6 por ciento de los asalariados cobran por honorarios; 7.8 millones ganan apenas un salario mínimo. El sueldo promedio de un trabajador mexicano es de 4 mil 365 pesos mensuales, aunque, obviamente, el de las mujeres, es 30 por ciento menor. El Centro de Investigación y Asesoría Sindical hace notar, además, que el trabajador mexicano es el que, en promedio, más tiempo labora: 2 mil 246 horas al año.

No podía faltar Roberto González Amador, quien con su acostumbrado escalpelo láser nos informa que dos de cada tres trabajadores no tienen acceso a instituciones de salud y seis de cada 10 se encuentran en situación vulnerable. En cuanto al salario hay que señalar que 46 de cada 100 hombres no ganan más de dos salarios mínimos al día y, por supuesto, las mujeres, están por debajo de esa calificación. El propio Inegi declaró que 62.5 por ciento de la población ocupada no tiene acceso a las instituciones de salud. Tan sólo 19.2 por ciento de los ocupados son derechohabientes. Y que 57.4 por ciento, casi seis de cada 10, está en una precaria situación.

Con toda razón, la Secretaría de Desarrollo Social ha aceptado la existencia de 20 millones de pobres, pero no sólo se detectó esa apreciable proporción, sino que, además la especi­ficó: de esos millones, 85 por ciento son pobres en el nivel alimentario extremo.

Un pequeño inconveniente, Alma Muñoz nos cuenta que en el foro sobre derechos sociales, Luis Iñaki Alberro, director general de Geoestadística, recordó que el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) aceptó que existían 6 mil 751 programas de desarrollo social en los tres ámbitos de gobierno. Como ven, avanzamos: pronto tendremos un programa por cada sector vulnerable. ¿Exagero? La información agrega que el padrón único de beneficiarios concentra hasta hoy más de 251 padrones de 12 dependencias federales y 22 ­entidades.

Agreguemos el reporte que nos proporciona Susana González sobre la Protección social en América Latina: la desigualdad en el banquillo, cuya autoría corresponde a Ana Sojo, y cuenta con el apoyo de la Cepal y de la Agencia Alemana de Cooperación Internacional. La información de Susana es muy amplia y documentada. Por ejemplo: La suma de asalariados de 15 o más años subió a 55.7 por ciento en la región, de 2002 a 2013 y en cambio, en México el número de los pensionados bajó de 41 por ciento a 39.8, en 10 años. Por eso de casi 20 naciones estudiadas, México fue una de las que sufrieron descenso en el número de sus afiliados a cualquier sistema de pensiones. Como era de esperarse las mujeres, los jóvenes y los estratos ubicados en la académica categoría de la jodencia son los que cuentan con menor número de afiliados a cualquier sistema de pensiones. La diferencia entre nuestro país y el resto de los de la re­gión en la quinta parte de la población más pobre se torna realmente trágica: sólo 9.9 por ciento de los asalariados mexicanos cuenta con un sistema de pensiones. En América Latina el promedio es 24.5 y en Chile, 70 por ciento. ¿Alguna opinión en contrario del púlpito oficial?

Tal vez es un abuso pero, antes que alguien cuestione las anteriores informaciones, me permito un seco descontón a cargo de González Amador. Dice él que Fitch Ratings advierte que si López Obrador gana la contienda presidencial, inevitablemente aumentará la volatilidad. Esta es una cuestión que importa porque genera el riesgo de tensión política. Pero luego añade que el riesgo mencionado se debe a la caída del ingreso por habitante, no por la decisión política resultado de una elección. “Las perspectivas del desempeño del PIB son de menos de 2 por ciento […] Eso importa porque crea riesgos y tensiones políticas…” ¿Sapiencia, prevenciones, advertencia? (Y sobre ésta no hay engaño.)

Y unas últimas perlas (a cargo de González Amador), que deberían ser los titulares de todos los diarios: aumentaron 31.4 por ciento las utilidades de la banca en el primer trimestre: 35 mil 300 millones de pesos en un trimestre, 31.4 por ciento que en el mismo tiempo en 2016. O sea que las ganancias crecieron a una tasa 12 veces la del PIB. Y, el cinismo o la confesión de parte: el aumento en crecimiento se acredita en el incremento de la intermediación: la diferencia entre los intereses cobrados a los deudores y los pagados a los ahorradores. ¡La banca al servicio del desarrollo nacional!

Dos o tres notitas más y nos va­mos. El Centro, de Estudios del Sector Privado, nos lo confió Susana González, vaticina que este año se deteriorará el poder adquisitivo de los mexicanos. Destaca que la población en pobreza subió de 45.5 por ciento, en 2012, a 46.2 por ciento, en 2014. O sea, se sumaron 2 millones de mexicanos a ese nivel de jodencia.

Por si fuera poco, científicos de siete países consideran que los bajos ingresos pueden conducir a la muerte prematura. Pues no sé que tan científicos sean los de estos países, pero en mi pueblo (y supongo que en muchos más) se cuenta la historia de Venancio, el baturro local (las más de las veces espléndida persona que, precisamente por eso, no le fue también como a los de OHL y miles de gachupines más… Me refiero por supuesto a Hernán Cortés y Rodrigo de Triana (¡tierra, tierra!). Pero sabemos que Venancio se empeñó en enseñar al jumento que le alivianaba sus tareas a vivir sin comer. Necio(s) como era(n) el asno estaba ya acostumbrándose, pero, ¡chin! que se murió. Una colita de esta historia queda pendiente.

Twitter: @ortiztejeda