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La mente (¿seudo?) criminal
Q

uiero hablar un poco de la vida de PD James (cuyas iniciales, me enteré tras superar mi antigua falta de interés en el género que ella practicó, corresponden a las de un nombre femenino, Phylis Dorothy James, Oxford, 1920-2014), pues, tras leer su fragmento de autobiografía, según ella misma se refiere a dicha obra, y cuyo título en español podría ser Hora de tomarse en serio, me pareció que sus novelas de detectives, con el fascinante y conmovedor protagonista, Adam Dalgliesh, que aparte de policía era poeta (no sé si el primero en el género, pero para mí insólito y muy grato), sencillamente no se relacionaban para nada con la autora, con la mujer, que ella fue, novelista y política.

Primero registro que el fragmento de autobiografía de esta escritora fue un deslumbrante descubrimiento para mí, técnica o estructuralmente hablando, pues lo plantea en forma de diario, con lo que me parece que inaugura un género en sí mismo. Comoquiera que sea, de este modo partió de la fecha de su cumpleaños, el domingo 3 de agosto de 1977 y, un año más tarde, lo concluyó el domingo 2 de agosto de 1998, a sus 78 años de edad. Así, a la vez que va registrando sus actividades diarias –familiares, profesionales, sociales– y sus aficiones personales –su amor a la Naturaleza, su apego al anglicanismo–, va desarrollando pasajes de su historia personal, como una especie de espontánea, o no preparada, asociación de ideas.

Relato que ese pasado suyo no fue fácil. Su mamá, durante la mayor parte de la infancia y adolescencia de la autora de quien hablo, a través y después de la Primera Guerra Mundial, la pasó internada en un siquiátrico, a donde su papá, un gris administrador de impuestos particularmente estricto, la llevaba a ella de visita una vez por semana por ser la mayor de sus tres hijos, los dos menores a oscuras de qué había sucedido de repente con su mamá y en dónde se encontraba. Años después, a la enfermedad mental de la mamá se le añadió el padecimiento del Mal de Parkinson, que fue la causa de su muerte. Por su lado el papá, aparte de su conducta fría y rígida hacia su familia, mantenía una obsesión por la botánica y los jardines, de modo que, además de cuidar su propio jardín, cuidaba el de sus compañeros de trabajo.

PD James se casó con un médico militar que regresó de la Segunda Guerra Mundial afectado por una enfermedad mental, lo que, en consecuencia y durante años, lo mantuvo entrando y saliendo de hospitales especializados. La pareja tuvo dos hijas. Llegó el momento en que PD James, aunque asistida por sus suegros, tuvo que buscar empleo para poder responsabilizarse por la manutención de toda la familia.

Como no estaba preparada para nada en especial –no tenía dinero, y su papá estaba en contra de la educación superior para la mujer– empezó trabajando como administradora de un teatro. Pronto, y a lo largo de los años, pasó de ser Administradora de varios hospitales sucesivos de la Seguridad Social a funcionaria pública del Ministerio del Interior, en el departamento de policía. Mientras tanto, tardíamente, empezó a escribir y, en cuanto sus libros comenzaron a rendirle las regalías suficientes para mantener a su familia, se jubiló y se dedicó exclusivamente a escribir sus novelas de suspenso, siempre con un éxito nacional e internacional inmediato, absoluto y en permanente aumento.

En su desarrollo como política, PD James fue integrante de la Cámara de los Lores, Consejera de la BBC, integrante de la Sociedad Real de Literatura y de la Sociedad Real de las Artes. Finalmente, fue investida del título de baronesa. Entre tanto, recibió innumerables doctorados honoris causa, así como premios literarios, nacionales e internacionales.

Viajó con frecuencia, ya fuera alrededor del Reino Unido, o a Estados Unidos y Canadá; incluso, llegó a conocer el Medio y el Lejano Oriente, lugares todos de los que aceptó invitaciones a dar pláticas y conferencias.

Su papel en la política llegó a ser tan importante que su firma fue una de las 200, en agosto de 2014, que se opusieron a la Independencia de Escocia. Todo esto, para decir que su obra, aparte de demostrar un amplio conocimiento de la lengua inglesa así como de las emociones humanas, no sólo no reflejan el mundo honorable en el que ella vivió y trabajó, sino que resultan en insospechadas situaciones en verdad macabras.