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Ser periodista o líder ambiental en México
M

i artículo del 3 de abril finalizaba con la pregunta de quién sería el próximo periodista ultimado, luego de que mataron de ocho balazos a Miroslava Breach en la ciudad de Chihuahua. El viernes pasado asesinaron a Max Rodríguez, en La Paz, Baja California Sur. Trabajaba para el portal de noticias Colectivo Pericú. Se confirma así que en México ejercer el periodismo es una actividad muy peligrosa, mortal. La mayoría de las víctimas sufrieron asesinatos selectivos y los responsables de esos crímenes raramente han sido juzgados, reina la impunidad. Reporteros sin Fronteras califica a nuestro país como el más peligroso para el ejercicio del periodismo en América Latina. Además, en la reunión que en 2016 tuvo el Consejo de Derechos Humanos de la Organizacion de las Naciones Unidas en Ginebra, se denunció que era tanto como en Siria, Pakistán, Irak, Libia, Turquía, Afganistán y Somalia, donde hay conflictos bélicos alentados por los intereses de las grandes potencias.

En lo que va del siglo, en México han perdido la vida 104 comunicadores. El mes pasado también mataron a Cecilio Pineda, en Guerrero, y Ricardo Monlui Cabrera, en Veracruz. Es en esta entidad donde ha habido más asesinatos de periodistas: 20 hasta hoy. Buena parte durante el mandato de Javier Duarte, detenido el sábado en Guatemala. Con justa razón Reporteros sin Fronteras elaboró el informe Veracruz, los periodistas frente al estado de miedo, por ser el más peligroso para ejercer el periodismo en América. Esto ocurre en un país donde sus autoridades presumen de que reina la seguridad, donde el gobierno puso en marcha en 2006 una estrategia fallida contra el crimen organizado que deja ya más de 100 mil muertos y 30 mil desaparecidos. Informar sobre las bandas criminales y sus nexos con funcionarios y políticos ha sido la causa fundamental de la muerte de periodistas. O que sufran atentados, como los cometidos contra Armando Arrieta, en Veracruz, y Julio Omar Gómez, en Baja California.

Además, el diario Norte, de Ciudad Juárez, donde colaboraba Miroslava, recientemente dejó de circular. Su dueño, Óscar Cantú Murguía, dijo que la decisión es consecuencia de las agresiones mortales que sufren los reporteros y la impunidad que cierra las puertas a un periodismo crítico. Las adversas condiciones para ejercerlo así obliga a que revistas como Proceso, omitan el nombre de algunos de los autores de textos relacionados con el crimen organizado y sus vínculos con políticos, funcionarios y fuerzas del orden, para salvaguardar su vida. Otros diarios, informan tibiamente sobre la narcopolítica y la corrupción.

En México también es peligroso y a veces mortal defender los recursos naturales, en especial el bosque y el agua. Han asesinado a líderes comunitarios y otros están presos por oponerse a la tala de bosques y selvas en Chihuahua, Chiapas, Oaxaca, Veracruz, Guerrero o Durango, por ejemplo. O por exigir que las compañías mineras no contaminen y afecten la salud de la gente. Los crímenes contra los defensores de la naturaleza (suman 21 este siglo) tampoco han sido aclarados por las autoridades.

También se censura y amenaza a periodistas críticos. El caso más reciente es el despido de Jorge Castañeda del espacio radiofónico ABC Noticias, propiedad de la Organización Editorial Mexicana (OEM). El motivo: criticar la Ley de Biodiversidad que quiere imponer en el Senado Ninfa Salinas, del mal llamado Partido Verde Ecologista (PVEM). Castañeda criticó dicha ley el 1º de abril pasado en su portal de noticias (foroambiental.com.mx), uno de los más bien informados sobre el tema, y días después en dicha emisora. Según denuncia el periodista, el magnate Ricardo Salinas Pliego se comunicó con Francisco Torres Cano, directivo de la OEM, para exigirle su despido, por haberle faltado al respeto a su hija. Castañeda también ha recibido intimidaciones y amenazas por denunciar el riego con agua potable del campo de golf que el magnate posee en Huatulco.

Las autoridades llevan tres semanas sin informar sobre la investigación que prometieron para dar con el paradero de los asesinos materiales e intelectuales de Miroslava. De nuevo pregunto: ¿quién sigue?