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Un accidente, riesgo de prisión y un herido cambiaron la vida del pelador capitalino

Engañé a todos y me subí a un pedestal que no existía, admite Pantera Saguilán

El sábado tendrá una nueva oportunidad ante Jesús Vidales en magna cartelera en el Zócalo

 
Periódico La Jornada
Miércoles 29 de marzo de 2017, p. a15

La Pantera Saguilán se estrelló contra la realidad. El personaje que construyó en el boxeo, desparpajado y cantinflesco, que bailoteba en cada combate y fanfarroneaba ante sus rivales, se fue de bruces en este negocio del que nadie sale intacto.

Entrenaba, sin duda, pero al mismo tiempo bebía de manera compulsiva y cotidiana. Peleaba en cuadriláteros y parrandas, engañaba a la gente a su alrededor. En ese sentido –según dice– era una encarnación moderna del mítico Rubén Púas Olivares. Uno más de ese ejército de peleadores que alternaron el gimnasio con la barra de las cantinas, como Rodolfo Chango Casanova y Toluco López.

Creo que tiene que ver con el ambiente de donde venimos, reflexiona Saguilán, hoy rehabilitado. Yo soy de barrio. Uno del que dirían que está bien gacho. Desafortunadamente empecé a ganar mucho dinero y la gente empezó a reconocerme. Y mucho dinero no eran millones, para mí eran miles de pesos.

Como casi todos los niños y jóvenes, llegó al boxeo motivado por la ilusión de mejorar su situación social. Entró con humildad –recuerda–, pero un poco de dinero y de fama lo descompusieron.

Me subí a un pedestal que no existía. Algunos me decían que me creía un Floyd Mayweather.

Antes de un combate pedía un adelanto de 50 mil pesos que despilfarraba en unas cuantas parrandas. Después de la pelea, cobraba; le entregaba una parte a su esposa y sus hijos y desaparecía por un par de semanas. Al final volvía con los bolsillos vacíos.

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Bebía y peleaba, era una encarnación moderna del Púas Olivares, narra el pugilistaFoto Juan Manuel Vázquez

Me iba a un bar, después al Rodeo Santa Fe o al Mambo Café, lugares en los que pagaba cuentas de 15 mil o 20 mil pesos. Me buscaban amigos para que les pagara la farra, cuenta. Mi carrera estuvo a punto de irse al carajo.

Un día –recuerda uno de sus momentos más críticos–, ebrio y sin control, chocó su auto y el conductor del otro vehículo quedó muy lesionado. Terminó ante el Ministerio Público, comprometido en una situación muy delicada.

“Me dijo el MP: ‘moreno, si la persona herida muere, te vas al reclusorio’. Fue mucho dinero el que gasté para que atendieran a la otra persona, como 400 mil pesos, más la perdida total de mi coche, que me había costado 250 mil, al contado.

“Una noche mi madre me pidió que saliéramos a caminar. Durante el recorrido de pronto se detuvo y me dijo: ‘hijo, estás enfermo, necesitas ayuda’. Me recordó cómo estuve a punto de morir, de terminar preso, todos los errores que hice. Entré con lágrimas, porque me di cuenta de que tenía razón. Estuve siete meses en un grupo de Alcohólicos Anónimos.”

Pensó que todas las torpezas acumuladas le habían cerrado las puertas en el boxeo. Pero encontró una oportunidad inesperada.

Este sábado podrá disputar el campeonato nacional superligero ante Jesús Vidales en el Zócalo de Ciudad de México. Lo simbólico de este combate le hace pensar que está ante un momento decisivo en su carrera.