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Exposición que cuenta una relación de colaboración artística y amistad de 25 años

El maestro y el segundón: Miguel Ángel y Sebastiano se exhibe en Londres

Se percibe sepulcral y lúgubre; representa sobre todo dos pintores de talentos desiguales

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Las mejores obras de la muestra son los dibujos de Miguel Ángel (izquierda, en un retrato de la época) de figuras masculinas. Sebastiano absorbe los trucos de Miguel Ángel, pero nunca llega a conmover. Sobre estas líneas, retrato de María de la Rovere, por Sebastiano ca. 1505, en una imagen cortesía de la Real Academia de las Artes de Londres
The Independent
Periódico La Jornada
Lunes 20 de marzo de 2017, p. 7

¿Cómo puede uno equivocarse con Miguel Ángel? ¿Acaso las palabras genio universal no asoman a los labios fervorosos de todo el mundo? Y sin embargo, algo –no todo– ha salido ligeramente mal en esta exhibición. ¿Será la iluminación, el montaje, el color (gris) de las paredes, la sensación de que la disposición es un poco demasiado pedantesca y académica para su propio bien? ¿O es que algunas de las obras mismas no son tan buenas como hubiéramos deseado?

Es un poco de todo esto. Por varias razones esta muestra, aunque profundamente religiosa en contenido, no hace que el espíritu se eleve. De hecho, se siente un poco lúgubre, obstinada y sepulcral.

El principal problema es que aquí están representados sobre todo dos artistas, y sus talentos son desiguales. La exposición es la historia de su relación de trabajo, de una amistad que duró 25 años y terminó en forma bastante brusca por una disputa técnica sobre la pintura de una sección de la bóveda de la Capilla Sixtina.

Sebastiano era el más joven, por 10 años. Como veneciano, era un colorista exuberante. Miguel Ángel era muy diferente en su enfoque. Él era un escultor que trabajaba poco a poco, con persistencia, cuando hacía obras bidimensionales. Nunca le gustó demasiado la idea de tenderse boca arriba y pintar esa bóveda un día tras otro: la pintura era para seres inferiores.

Los dos hombres se juntaron. En parte, su colaboración era táctica. Para Miguel Ángel, promover a Sebastiano era una forma de bloquear las aspiraciones de su gran rival, Rafael. La historia de cómo se desenvuelve este asunto es buena, y algunas de las obras más interesantes de la muestra no son pinturas, sino cartas intercambiadas por los dos artistas, muchas desde la Casa Buonarroti en Florencia. Miguel Ángel era obsesivo, confabulador, tempestuoso, difícil en extremo.

Pero, ¿qué pasa con el arte en esta muestra, que consta de pinturas, dibujos y esculturas? ¿Es Miguel Ángel demasiado bueno para su joven colaborador? ¿Lo pone en las sombras? Sí, las dos cosas. Pero es más que eso: demasiadas de las no muchas obras que se exhiben del florentino son ya demasiado conocidas. Pertenecen a la Galería Nacional o al Museo Británico. No han viajado ninguna distancia para estar aquí.

Se suponía que habría un gran golpe, según proclamó el publicista antes de la inauguración. La exhibición incluiría el Tondo Taddei de Miguel Ángel, una rodela de mármol, objeto que no había salido de su hogar habitual en años.

No se explicó con claridad que esta rodela había estado en exhibición durante años en un nicho de la planta alta de la Real Academia –a kilómetro y medio de distancia–, arrumbada debajo de una escalera.

No todo era lo que parecía. Las mejores obras de la muestra son los dibujos de Miguel Ángel de figuras masculinas musculosos, y el más brillante de ellos es una representación de Cristo alzando el brazo derecho hacia el cielo, obra prestada por la Real Colección de Londres.

Sebastiano aprende los trucos de Miguel Ángel, los absorbe en sus propias producciones, pero nunca llega a conmovernos lo suficiente. Su destreza como dibujante siempre se queda un poco corta. Mirar sus pinturas, muchas muy grandes, es un poco como tomar sorbos de una taza de té tibio.

Miguel Ángel y Sebastiano se presenta en la Galería Nacional de Londres

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya