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Acompañan la exposición talleres de baile, coloquios y la puesta Palermo Palermo

Una extensa muestra en Berlín mantiene el legado de Pina Bausch en movimiento

A la coreógrafa alemana, fallecida en 2009, se le atribuye la creación de la danza-teatro

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Pina Bausch nació en Solingen en 1940, en plena Segunda Guerra Mundial. Creó 46 piezas con su compañíaFoto tomada de Internet
 
Periódico La Jornada
Domingo 18 de diciembre de 2016, p. 3

Berlín.

No me interesa cómo se mueven las personas, sino lo que las hace moverse: esa frase pronunciada por la alemana Pina Bausch se convirtió en la seña de identidad de una de las pioneras de la danza moderna y creadora de la famosa danza-teatro.

Ahora, Berlín deja claro que el mito sigue vivo.

Una extensa exposición, talleres de baile dentro del museo, coloquios y la puesta en escena de la obra Palermo Palermo, estrenada en 1989, desataron la locura entre los berlineses, que agotaron rápidamente las entradas de las cuatro representaciones de la famosa pieza de Bausch, que podrá verse este fin de semana, y de todos los workshops para bailar con miembros de la mítica compañía de baile.

Se necesita mucho tiempo para hacerte un nombre, pero se necesita mucho más para perderlo, comenta el dramaturgo alemán Thomas Oberender, intendente de la organización Berliner Festspiele, responsable del teatro Haus der Berliner Festspiele y del Museo Martin-Gropius-Bau, sobre la pasión que se vive en Berlín.

Pina Bausch se ha convertido en una marca. Nadie ha estropeado su nombre, explica durante uno de los coloquios organizados en el museo Martin-Gropius-Bau dentro de la recreación de Lichtburg, la sala de ensayo del Tanztheater de Wuppertal, en el oeste de Alemania, que dirigió desde 1973 y donde creó el nuevo concepto danza-teatro.

Pina hace arte para todo mundo, agrega sobre la coreógrafa fallecida en 2009, a los 68 años, a causa de un cáncer de pulmón, quien desarrolló gran parte de sus abstractas coreografías en la ciudad de Renania del Norte-Westfalia, que Bausch situó en el mapa internacional con su teatro.

Nacida en Solingen en 1940, cerca de Düsseldorf, en plena Segunda Guerra Mundial, Bausch creó 46 piezas con su compañía, donde se alejó de la danza clásica y de lo aprendido en el conservatorio Juilliard School de Nueva York. No me propuse crear determinado estilo o un nuevo teatro. La forma llegó por sí misma, de las preguntas que tenía. En el trabajo siempre busqué algo que aún no conocía, comentó en 2007.

Consciente de lo efímero de su arte, quiso guardar sus obras en un proyecto cinematográfico con el famoso cineasta alemán Wim Wenders, pero falleció antes de llevarlo a cabo.

El filme Pina, de Wenders, se convirtió en un monumento a esa mujer única y pionera de la danza contemporánea, como lo calificó el propio director.

Las historias y las escenas permanecen abiertas. Pina no respondía a las preguntas. Dejaba los espacios abiertos. Las cuestiones sobre las que se ocupaba son atemporales, puede que por eso siga siendo tan exitosa hoy día. Nos confronta con esas cuestiones, reflexiona la escenógrafa alemana Penelope Wehrli.

Su improvisación y su pasión de trabajar sobre palabras o conceptos con los cuales crear gestos, escenas o movimientos dificultaban el trabajo de los escenógrafos. Con Pina no había ninguna pieza, ninguna música, ningún texto sobre lo que basarte, recuerda Peter Pabst, quien trabajó como escenógrafo para la coreógrafa desde 1980 hasta la muerte de Bausch.

“Yo le preguntaba: ‘¿Sabes o tienes una ligera idea sobre lo que va a ir?’, y ella contestaba siempre: ‘Lo tengo ahí dentro, pero aún no he conseguido que salga’. Después dejé de preguntarle”, bromea sobre las puestas en escena que desarrolló durante años para ella y que a veces se creaban tres o cinco semanas antes del estreno de la obra. Bausch dejaba fluir el movimiento interior de los bailarines.

La pregunta de si algo era lo correcto no se hacía; cuando se encontraba, simplemente se sabía, explicó durante su carrera la propia Bausch sobre su compañía, formada por un elenco internacional con el que no sólo viajaba por el mundo, sino que era un mundo en sí mismo.

Para mí es importante que se conozca realmente a estas personas sobre el escenario. En las piezas cada uno es uno mismo. Nadie debe interpretar algo, comentó dos años antes de su muerte.

Para la obra Palermo Palermo, que estará de nuevo sobre los escenarios hasta el próximo lunes, Bausch quiso que un muro real de piedra cayera al principio de la obra.

La idea surgió al ver un hueco de la pared de la sala de ensayo que quedaba al descubierto detrás de la tela verde, recuerda Pabst, quien asumió su cargo tras la muerte de la pareja de Bausch, Rolf Borzik, que se encargó de la escenografía en las primeras obras.

Fue antes de la caída del muro de Berlín (9 noviembre 1989). Nadie esperaba entonces que fuera a caer el muro al poco tiempo, comenta sobre la obra, que se estrenó en diciembre de ese año. Hoy, a 27, los berlineses volverán a ver caer un muro.